Pekín se blinda
Con toda la infraestructura a punto, la gran prioridad de la organización es la seguridad
El brillo que las autoridades han sacado a Pekín desde que logró la sede de los Juegos hace siete años comienza a relucir: los 31 estadios e instalaciones deportivas de la capital están finalizados, las pantallas gigantes levantadas por toda la ciudad difunden imágenes olímpicas sin cesar y, en las plazas y parques, ancianos y jubilados practican bailes y danzas para deleitar con lo mejor de las tradiciones chinas a quienes visiten Pekín durante la competición, que arrancará el 8 de agosto, justo dentro de un mes.
La cuenta atrás del evento más deseado, soñado y preparado de la historia moderna de China ha comenzado, y los líderes del Partido Comunista no están dispuestos a que haya el más mínimo fallo, ni que nada se interponga en la consecución de "los mejores Juegos de la historia". Aunque para ello hayan obligado, con su política de restricción de visados, a abandonar el país a miles de estudiantes y empresarios extranjeros que residían en China desde hacía meses y años, provocando incluso las quejas de la Unión Europea, y el turismo se haya desplomado en el país. "Apenas hay grupos de turistas este año a causa de los visados", dice enojado un guía chino.
Los visados se restringen y hay misiles alrededor del estadio olímpico
Para los deportistas, la mayor preocupación sigue siendo la contaminación
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Todo en aras de la seguridad y la lucha contra "la amenaza del terrorismo", que, para el Gobierno, va desde Al Qaeda a las potenciales protestas de organizaciones de defensa de los derechos humanos, activistas pro tibetanos y miembros del movimiento de inspiración budista Falun Gong, ilegal en China.
El Ejecutivo del presidente Hu Jintao pretende con estos Juegos Olímpicos ratificar con sello de jade el papel de China como una de las grandes potencias políticas, económicas y deportivas del mundo, y mostrar que el país ha entrado en la modernidad. Para ello, Pekín se ha gastado 40.000 millones de dólares (25.480 millones de euros) en estadios y otras infraestructuras.
De puertas adentro, Hu Jintao ha incrementado la represión sobre los disidentes, cerrado locales de prostitución, expulsado a los mendigos, lanzado una fuerte campaña contra los vendedores de droga y dado orden a los Gobiernos provinciales de que impidan por todos los medios que posibles peticionarios se dirijan a Pekín en agosto. Y de puertas afuera ha incrementado el filtro en sus embajadas en todo el mundo para evitar que se cuelen en el país elementos perniciosos que quieran "sabotear" y politizar los que de hecho son los Juegos más politizados de la historia reciente del olimpismo.
Pocos dudan de que, en el aspecto deportivo, la competición de los 10.000 atletas participantes será una gran fiesta -gracias a la calidad de las instalaciones y la capacidad de movilización china-, a pesar de la sombra que ha surgido en las últimas semanas en la sede de las pruebas de vela, en Qingdao, debido a una invasión de algas que las autoridades se han comprometido a eliminar para el próximo 15 de julio.
Otra cosa será en un aspecto mucho más delicado: la gestión de cualquier imprevisto que pueda surgir, ya sean potenciales manifestaciones de ciudadanos chinos o extranjeros, o un gesto de desafío por parte de un deportista, como aquel saludo del Poder Negro en México 1968.
De momento, Pekín ha logrado una gran victoria, ya que el presidente estadounidense, George W. Bush, ha anunciado que acudirá a la ceremonia de apertura, a pesar de la llamada en contra de congresistas de su partido y de los dos candidatos presidenciales, el demócrata Barack Obama y el republicano John McCain, por las continuas infracciones de los derechos humanos en China. La canciller alemana, Angela Merkel, ha dicho que no irá, mientras que el primer ministro británico, Gordon Brown, presenciará la clausura. Por parte española, asistirán a la apertura los Príncipes de Asturias y el ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos. Las organizaciones de derechos humanos y libertad de información han acusado a Pekín de incumplir las promesas que hizo en 2001, al lograr los Juegos, de mejorar la situación en este campo, y al Comité Olímpico Internacional (COI), de mirar mientras para otro lado.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, tiene previsto anunciar esta semana si acudirá o no. El también presidente de turno de la UE había condicionado su participación al progreso de las negociaciones entre el Dalai Lama y el Gobierno chino sobre Tíbet. Los enviados del líder tibetano a Pekín aseguran que la reunión celebrada la semana pasada no produjo ningún avance. Por si acaso, las autoridades chinas han hecho público el resultado de una encuesta en Internet, según la cual casi el 90% de los 100.000 consultados no desea que Sarkozy acuda a los Juegos.
Con los estadios en funcionamiento, y los ensayos de la ceremonia de apertura en marcha -que, bajo el nombre de Civilización y armonía, hará un repaso a los 5.000 años de historia china-, la prioridad para Pekín en los últimos meses ha sido la seguridad. Ha desplegado misiles tierra-aire en las proximidades del estadio olímpico nacional (el Nido de Pájaro); ha instalado máquinas de rayos X en todas las estaciones de metro, y ha multiplicado la presencia policial en las calles y los controles de identidad a chinos y extranjeros. Hasta tal punto el Gobierno está obsesionado por las posibles protestas, que se han producido fuertes discusiones entre las televisiones extranjeras propietarias de los derechos de transmisión de los Juegos y los organizadores, por la reticencia de éstos a que puedan realizar emisiones en directo desde cualquier punto de la ciudad, según explican fuentes del sector. En paralelo, los obstáculos al trabajo de la prensa extranjera por parte de la policía y los interrogatorios a sus fuentes y asistentes chinos han continuado.
De cara a los deportistas, la gran preocupación sigue siendo la contaminación. Aunque Pekín ha asegurado que no será un problema, el COI ha advertido de que algunas pruebas podrían ser retrasadas si el nivel de polución es demasiado alto.
Además de paralizar las obras y cientos de fábricas en la capital y en las provincias vecinas, las autoridades prohibirán circular a más de un millón de coches durante la celebración de los Juegos para aliviar la contaminación y el tráfico. Entre el 20 de julio y el 20 de septiembre, los vehículos sólo podrán salir en días alternativos, dependiendo de que su matrícula sea par o impar. Desde el 1 de julio, los coches que no tienen placa de Pekín sólo pueden entrar en la ciudad con un permiso especial.
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