El dilema se llama Urkullu
Los socialistas se enfrentan a la decisión de ayudar a los moderadosdel PNV o dejarles solos. Una opción les da votos; otra, estabilidad
Desde la noche del 9 de marzo se ha intensificado el cruce de mensajes, por vía directa e indirecta, entre Sabin Etxea, la sede central del PNV en Bilbao, La Moncloa y los cuarteles generales del partido socialista en Madrid y en la capital vizcaína. Su finalidad es explorar fórmulas que permitan dar una salida razonable al embrollo al que conduce la llamada hoja de ruta del lehendakari Ibarretxe, con estación término en un pleno del Parlamento vasco a finales de junio para convocar la pregonada consulta soberanista.
La inquietud del PNV de Iñigo Urkullu ante la colisión que se avecinaba y su convicción de que se imponía un cambio de rumbo era anterior a las elecciones, pero los resultados del 9-M -grave retroceso de los peneuvistas, que perdieron 120.000 votos y fueron derrotados por primera vez por el PSE en las tres provincias vascas- hicieron más acuciante la búsqueda de ese compromiso. Con el agravante de que en la nueva legislatura se ha debilitado el valor de los escaños del PNV en el Congreso de los Diputados. La consecuencia de todo ello es que, por primera vez en muchos años, el nacionalismo institucional es más dependiente de la ayuda que pueda recibir de los socialistas que a la inversa. Y en una coyuntura, además, en la que la acción o la omisión del Gobierno de Zapatero y del PSE pueden impulsar las expectativas socialistas de auparse en Euskadi como alternativa del PNV.
El 'lehendakari' no parece darse por enterado de los avisos de su partido
"Lo que no se nos puede pedir es que les resolvamos sus problemas"
El PNV se esfuerza por parar la cuenta atrás de Ibarretxe sin desautorizarle
Qué hacer ante las dificultades del PNV es una de las cuestiones más debatidas en los centros de decisión del PSOE, consciente a su vez de la importancia de contar con su colaboración en el Congreso y en el siempre delicado ámbito de la lucha contra ETA. La respuesta varía según las sensibilidades y las experiencias vividas en el pasado, pero la síntesis sería, en expresión de un diputado socialista, la fórmula de "no exacerbar, no facilitar", un remedo de la receta de "no imponer, no impedir" que propuso el ex presidente del PNV Josu Jon Imaz para tratar de reconducir a unos parámetros constitucionalmente aceptables el proyecto soberanista del lehendakari Ibarretxe. En otras palabras, evitar hurgar demasiado en los conflictos y contradicciones internas del PNV, "pero tampoco regalarles nada". "Lo que no se nos puede pedir es que les resolvamos sus problemas pagando además la ronda", afirma un alto dirigente del PSE.
La piedra de toque va a ser la pendiente entrevista de Rodríguez Zapatero y el lehendakari, en la que el presidente del Gobierno debe responder al emplazamiento de Ibarretxe de que se comprometa a respetar "la voluntad de los vascos". El PNV se esfuerza por parar la cuenta atrás del lehendakari sin que la desactivación de la consulta -para cuya autorización requeriría, además, del apoyo de EHAK, el grupo sucesor de Batasuna- suponga una desautorización de su persona.
Urkullu, que en los próximos días podría mantener un contacto discreto con Rodríguez Zapatero, expuso el pasado día 28 en Madrid cuál podría ser una solución aceptable para su partido: el compromiso de abrir una reforma estatutaria que contemple un "acuerdo singular" entre Euskadi y el Estado, acompañado de un "sistema de garantías" para su cumplimiento. Algo así como trasladar a un nuevo Estatuto el esquema de acuerdo bilateral que incorpora el Concierto Económico vasco, que el PNV entiende que estaría amparado por los "derechos históricos" reconocidos en la Disposición Adicional Primera de la Constitución.
Sin embargo, ni el PSOE ni Zapatero se muestran dispuestos a dar cauce a un proceso estatutario "de corte confederal", que ven de imposible encaje en el marco constitucional. Sobre todo después de la frustrante experiencia del Estatuto catalán en la pasada legislatura. Sí estarían abiertos a explorar una revisión del Estatuto de Gernika "sin condiciones previas" y después de que Ibarretxe "retire su plan".
Desde el PNV se considera que el presidente del Gobierno y los socialistas vascos pueden compartir el interés de dejar que se agudicen sus problemas para favorecer la posición del PSE ante unas posibles elecciones autonómicas adelantadas. "Es una postura entendible, pero revela poca altura política, sobre todo después de los gestos que hemos hecho a favor de un entendimiento amplio en Euskadi", señala un miembro de la ejecutiva peneuvista.
Considera este burukide que sería importante que los socialistas aceptaran la oferta de Urkullu, aunque también reconoce sus dudas de que el lehendakari se aviniera a utilizar esa vía de escape, después de haber comprometido su palabra y más de una legislatura en el empeño de consultar a la sociedad vasca sobre el derecho a decidir.
"Son ellos los que tienen que aclararse y decidir qué quieren hacer", replica un dirigente del PSE, que se muestra especialmente ofendido por la queja del lehendakari de que los socialistas se niegan a hablar con él de las cuestiones que trataron con Batasuna y ETA durante el frustrado proceso de paz. "Cuanto menos, es una comparación de mal gusto", apunta.
Aunque oficialmente se manifiesta la disposición al entendimiento con el PNV "en los temas fundamentales", desde el PSE no se considera factible una mayor aproximación hasta después de que se celebren las elecciones vascas. Su fecha natural es abril de 2009, pero casi nadie piensa en Euskadi que vaya a agotarse la legislatura. De este modo, los socialistas se mueven en una ambigua posición en la que, por un lado, intentan ser respetuosos y no hipotecar las relaciones que pretenden mantener con el PNV de Urkullu. Pero, al mismo tiempo, son los primeros interesados en que estallen las minas que ha ido alimentando en su seno el nacionalismo gobernante, para favorecer así una alternancia que se veía inalcanzable hace pocos meses.
"Si realmente quiere, Ibarretxe tiene un montón de argumentos para apearse de su hoja de ruta", manifiesta un estrecho colaborador del líder del PSE, Patxi López, que ve "perfectamente compatible" el entendimiento con el PNV en "las grandes cuestiones" y trabajar por ganarle en las elecciones.
A pesar de las apelaciones a la "responsabilidad" del presidente del Gobierno, en Sabin Etxea se ha asumido que no van a recibir ninguna ayuda y va a recaer sobre sus exclusivos hombros la gestión de una situación endiablada. Y con el reloj corriendo a toda velocidad hacia el pleno de junio. En los últimos días se han multiplicado los mensajes dirigidos al lehendakari desde la dirección del PNV para que flexibilice su posición y no lleve al partido al despeñadero de un referéndum que no va a poder celebrarse pero sí puede tener un alto coste político y electoral. Así hay que entender el sorprendente discurso del diputado general de Vizcaya del pasado 23 de abril, en el que puso públicamente en cuestión dos de las piezas básicas del proyecto de Ibarretxe: la viabilidad futura del tripartito PNV-EA-PSE y la conveniencia de celebrar una difusa consulta con ETA actuando.
Iñigo Urkullu fue menos directo pero igualmente expresivo cuando, días después lanzó un doble aviso en Madrid: que, a las malas, el PNV está dispuesto a ir al choque con los socialistas en las elecciones, pero que no va a plantear "ninguna barbaridad" en lo que se refiere a la consulta. Sin embargo, Ibarretxe, que ha hecho de la tozudez seña de identidad política, no parece haberse dado por enterado de la parte que le afecta.
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