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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Inquebrantable Nadal

El español remonta ante Tsonga un partido vibrante en Indian Wells

Los gritos a mandíbula desencajada y el sudor de la riña quedaron congelados cuando Jo Wilfried Tsonga, el gigante, sacó su guadaña para ganar el partido. Rafael Nadal se despedía del torneo de Indian Wells. Perdía 5-3 en la tercera manga. Sacaba Tsonga, su verdugo en las semifinales del último Abierto de Australia. Y todo -casi tres horas de partido, el sol golpeando inmisericorde y los dos primeros sets decididos en el tie-break-, dejó de importar. Fueron un puñado de pelotas para separar la victoria de la derrota. Las ganó Nadal. Y sobre ellas construyó una escalada antológica, mezcla de pulmones, estilo y mala uva (7-6 [4], 6-7 [3] y 5-7). El número dos del mundo ya está en cuartos de final, donde jugará contra el vencedor del James Blake-Richard Gasquet.

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"Hacía tiempo que no ganaba un partido así, ante un rival de máximo nivel", reconoció Nadal a las cámaras de TVE-1. "Él ha estado ahí siempre", continuó. "Ha sacado muy bien en los puntos de break. Aunque ahora quede muy lejos en el partido, ha sido clave el segundo juego del segundo set [cuando el español recuperó el servicio que acababa de perder]".

Las estadísticas dan cuenta de la dureza de un encuentro vivido como un punto de inflexión en la temporada de dos tenistas llamados a marcar el año. Nadal sólo ganó 11 puntos más que Tsonga -118 por 107. Provocó 12 bolas de break por las siete que defendió. Y nunca, hasta su impresionante arreón final, gobernó el partido.

De la igualdad agotadora hablan dos tie-breaks como dos cuchillas de sierra. Un tenista, Tsonga, sacando como un titán -logró 12 aces por los tres de su rival. Y otro, Nadal, dispuesto a defender lo indefendible. El español superó tres bolas de set en contra hasta perder el primero. Cedió su saque nada más arrancar el segundo. Y, camino de una derrota inapelable, tomó el mando del encuentro para llevarlo hasta la tercera manga, donde tuvo fe y recursos para volver a meterse en harina cuando un servicio mal jugado parecía haberle costado el partido.

La escenografía del encuentro resumió lo que había en juego. Tsonga se presentó con una gorra de béisbol calada con espíritu de rapero, pidiendo pelea. Nadal, como siempre: con cuatro apuntes pintados en la mano y una idea fija por línea. Ser agresivo. Tirar largo. Mover al gigante. Huir de la derecha del enemigo martilleando su revés.

Ocurre, sin embargo, que Tsonga es un tenista con hechuras de pívot y golpes de estrella. Saca y sube. Tira y mata. A primera vista, Nadal se ha cruzado con jugadores de su estilo, Andy Roddick, por ejemplo, con frecuencia. Ninguno, sin embargo, suma a la potencia de su saque la habilidad del francés, plástico como pocos en la volea; demoledor con la derecha; e intratable cuando el partido entra en lo personal. Al fuego del cuerpo a cuerpo, Tsonga no se cuece. Hierve de alegría.

El francés vive sobre la pista enroscado en un torbellino de emociones -ahora un grito; luego unos saltos; siempre una mueca para pedir el apoyo del público. El chico se siente cómodo en la comparación con Alí, el más grande. Y a nadie puede extrañarle. "En mi cabeza", cuenta, "siempre soy favorito".

A los 21 años Tsonga y su brillante irrupción al máximo nivel ponen en perspectiva la carrera de Nadal, un año mayor. En el historial del francés, que nunca ha ganado título alguno, reluce la final del Abierto de Australia. En el del español, 23 títulos, tres de ellos grandes. Nadal sigue en la pelea por ganar el vigésimo cuarto y el número uno. El español ganó a Tsonga. Un tenista inquebrantable derribó a un gigante.

Nadal, durante su partido contra Tsonga.
Nadal, durante su partido contra Tsonga.REUTERS

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