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Reportaje:DANZA

Desorden perfecto

William Forsythe tiene poder hipnótico. Sus geniales y desconcertantes coreografías recorren el mundo. Madrid, Barcelona, Sevilla y Gijón acogen Quintet, Impressing The Czar y Limb's Theorem

Se suben en puntas como las ballerinas y junto a sus atléticos partners hacen las mismas proezas físicas. Pero no hay príncipes ni princesas, ni cisnes transfigurados ni bellas durmientes. Prescinde de los cuentos de hadas, incluso de la belleza edulcorada del ballet, y los cambia por atmósferas densas, enrarecidas e inquietantes, con cegadoras luces blancas como rayos, sonidos distorsionados a un volumen desmesurado, escenografías aparatosas que bloquean el espacio y cuerpos parlanchines que, a velocidades imposibles, utilizan con rigor la técnica clásica, mezclada con muchas otras, para integrarse a un discurso escénico inenarrable y abstracto, caótico en apariencia, pero orquestado de una manera tan inteligente y racional que es capaz de producir sobre el escenario lo que a él le fascina llamar el desorden perfecto. La obra de William Forsythe tiene poder hipnótico. Es vasta, compleja y está llena de bifurcaciones y referencias (que pueden ser el teórico de danza Rudolf Laban, el pensador Roland Barthes, el poético Mishima o coreógrafos tan distintos como Martha Graham o George Balanchine), pero para acceder, un poco de sensibilidad basta. Ahí reside su secreto.

"Trabajar con él siempre fue una maravilla, era muy divertido", rememora Nacho Duato, director de la Compañía Nacional de Danza

"Supongo que una de las condiciones para hacer teatro es ser capaz de hacer arte y entretenimiento al unísono. Al dirigirme a la audiencia parto de la premisa de que el público no ha visto nunca nada, que es la primera vez que ve algo como esto y, al mismo tiempo, que lo ha visto todo, que ya nada le sorprende", reflexiona este coreógrafo norteamericano de espíritu europeo que se inició como bailarín en el Joffrey Ballet, de Nueva York, ciudad donde nació en 1949, y que no tardó en abandonar, en 1973, atendiendo el llamado del Stuttgart Ballet, donde además inició una carrera como coreógrafo que le llevó a montar obras con agrupaciones de envergadura como el Nederlands Dans Theater (NDT), de Holanda, que entonces dirigía Jiri Kilian, o el Basel Ballet. En 1984 fue nombrado director artístico del Ballett Frankfurt, donde inició una de las más apasionantes aventuras de la danza europea del siglo pasado.

Gozando de las ventajas de infraestructura y dinero que supone ser residente en una casa de ópera de aquella Alemania, entonces tan espléndida con los artistas, Forsythe supo lo que era trabajar sin limitaciones y allí, con una formación clásica de más de 40 entrenadísimos bailarines, consolidó una carrera con obras, en su mayoría monumentales, que lo colocaron a la cabeza de la lista de los grandes innovadores del ballet durante el siglo XX. "Trabajar con él siempre fue una maravilla, era muy divertido", rememora el bailarín y coreógrafo valenciano Nacho Duato, que bailó sus piezas tempranas en el NDT (obras hoy desconocidas como Say Bye Bye, 1980, o Gänge, 1982). A lo largo de los años, Duato ha ido incorporando muchos trabajos de Forsythe al repertorio de la Compañía Nacional de Danza (CND), que dirige en Madrid. De hecho, ahora mismo su colectivo ultima los detalles del montaje de Quintet (1993), que estrenarán en marzo, bajo la supervisión de dos ex bailarines y ahora asistentes de Forsythe: la madrileña Ana Catalina Román, hoy docente en el Conservatorio María de Ávila de la capital, y el norteamericano Thomas McManus. "En sus primeras obras, las que hizo con John Cranko

[fallecido director del Stuttgart Ballet] para Marcia Haydée y aquel equipo, ya se veía que era un coreógrafo especial", recuerda Duato. "A Bill sólo le faltaba que le dieran el Ballett Frankfurt y cuando eso ocurrió, despegó".

Y voló alto. Obras como Artifact (1984), New Sleep (1987), Alie/nA(c)tion (1992) o The Loss of Small Detail (1987) y trilogías espectaculares como Impressing The Czar (cuya segunda parte, 'In the Middle Somewhat Elevated', es una cima en su repertorio, 1988) y Limb's Theroem (1990) dieron la vuelta al mundo con un éxito arrollador. Sin embargo, justo cuando se cumplían 20 años de su llegada al Ballett Frankfurt, en 2004, maniobras políticas, recortes presupuestarios y las voces de algunos ciudadanos conservadores que reclamaban para su ciudad un ballet convencional que presentara lagos con cisnes y bellas durmientes, precipitaron el irremediable cierre de la agrupación para asombro e indignación del mundo entero.

Las ciudades de Dresde, la misma Francfort, la lejana Zúrich y un grupo de inversores privados unieron entonces sus esfuerzos e impulsaron la creación de The Forsythe Company, que ha permitido al coreógrafo permanecer en Alemania tan activo como siempre. Tiene, eso sí, menos dinero y de aquella generosa plantilla de bailarines ha podido conservar solamente la mitad. Las piezas de ahora puede que sean más modestas pero no menos ambiciosas o innovadoras. "No es otra historia porque nunca hemos vuelto a lo que ya hemos hecho antes. Bill trabaja con los bailarines muy estrechamente y eso se ha acentuado porque ahora somos menos. El cambio ha sido más a nivel formal, ya no contamos con toda la estructura que nos arropaba en el Ballett Frankfurt y somos más móviles, con sedes en Dresde, Francfort y Zúrich. En ese sentido sí es un cambio importante", apunta la bailarina donostiarra Jone San Martín, que lleva 15 años trabajando con él.

Éxitos no le han faltado a la nueva compañía y su obra One Flat Thing, reproduced (2000), con los bailarines arrastrando 20 estruendosas mesas que ocupan casi todo el escenario, llamó al asombro, mientras que su trilogía Three Atmospherics Studies (2006) movió a la polémica. Quizá nunca antes en el trabajo de Forsythe se había verificado una postura tan directa frente a un hecho social como en esta contundente obra que ha querido alzar su voz contra la guerra de Irak. El Guernika de Forsythe y Bagdad Ballet fueron algunos de los titulares en los medios, especialmente en el Reino Unido, donde hubo cierto revuelo, pero él se mantuvo diciendo que se trataba de un acto de ciudadanía. "Soy un ciudadano y tengo la oportunidad de hablar en público, algo que mucha gente no tiene. Y sucede que la danza es el medio al que tengo acceso así que me siento, de alguna manera, obligado a usarlo para hacer un comentario", declaraba. Pero "el comentario" era muy desestabilizador. Sometía al espectador a un insoportable estruendo de guerra, con los bailarines corriendo, gritando y buscando refugio, en medio de un verdadero caos escénico. "No es tan extraño", reflexiona San Martín. "Bill siempre ha ido a desestabilizar el sistema. Rompió con la cadena de jerarquías del ballet cuando llegó al Ballett Frankfurt y puso a todos los bailarines al mismo nivel y con el mismo sueldo. Y ocurre en sus obras también. Artifact (1984) desmantela la danza clásica y Alie/nA(c)tion (1992) era muy política. Lo que ocurre es que Three Atmospherics Studies es más obvia y, por ejemplo, toda la primera parte es un abierto cuestionamiento a la situación de poder".

Uno de los mayores temores que surgieron tras el cierre del Ballett Frankfurt fue la desaparición del importante repertorio que para él había creado Forsythe, pero se ha mantenido vivo gracias al interés de grandes agrupaciones del planeta que han ido adquiriendo los derechos. Actualmente está representado en agrupaciones de la talla del Kirov, The New York City Ballet, The San Francisco Ballet, The Royal Ballet Covent Garden o el Ballet de la Ópera de París, donde ha sido un favorito de siempre (montó allí para Nureyev France/Dance en 1983, dirigió a Sylvie Guillem en In the Middle Somewhat Elevated y en abril próximo entrará en repertorio su Artifact Suite). Yorgos Loukos, director del Ballet de la Ópera de Lyon, se arriesgó remontando por completo su trilogía Limb's Theorem (que después de su exitoso paso por Madrid y Barcelona se verá el próximo mes de junio en el Teatro de la Maestranza, de Sevilla, y en Laboral Escena, de Gijón), mientras que el Ballet de Flandes, que dirige la australiana Kathryn Bennetts, una ex bailarina de Forsythe, se ha apuntado un éxito descomunal con su remontaje de Impressing the Czar que, después de cosechar ovaciones en distintas plazas internacionales, llega finalmente a España para presentarse en Sevilla y Barcelona.

Impressing The Czar, que visitó la Expo de Sevilla en 1992 con el Ballett Frankfurt, es una de esas piezas que permiten acercarse con precisión al mundo de Forsythe. Está desplegada como un ballet clásico: tres actos, cinco escenas, tres horas y dos intermedios. Toda ella es una especie de deconstrucción historicista del ballet. El primer acto, 'The Potemkin Signature', con su música de Beethoven y sus trajes ampulosos, apunta sarcásticamente hacia los modos narrativos y el estricto canon formal del ballet, aunque inexplicablemente pululen por ahí unas colegialas. El segundo, 'In the Middle Somewhat Elevated', es un ejercicio de abstracción pura y alucinante, con luz de neón y la ametrallante música del compositor holandés Thom Willems, mientras que el tercero, 'Bongo Bongo Bageela', delirante y humorístico, tiene a los 45 bailarines desmadrados en trajes de colegialas católicas, muy a la manera de la danza teatro.

"Bill tiene muchas facetas. Su obra está llena de conceptos innovadores elaborados sobre la base de una observación minuciosa y, aún más allá, se ha atrevido a cambiar conceptos existentes, lo que supone una nueva estética, para mí fascinante", asegura Ana Catalina Román.

Pero no todo es monumentalidad y algunas piezas se enmarcan en el recogimiento y la pureza del movimiento. Quintet, la que estrenará el próximo mes la CND, es una de ellas. Jone San Martín, que vivió su montaje en el Ballett Frankfurt, la recuerda como algo muy especial. "Físicamente es muy extrema, es maratónica, habla de la muerte pero lo hace desde la vida. Quintet fue un proceso maravilloso, nos reímos muchísimo y nos lo pasamos muy bien bailándolo, pero el día del estreno los compañeros vinieron a saludarnos llorando, conmovidos y emocionados. No entendíamos nada, pensábamos que había sido divertido pero desde la platea se vio otra cosa".

No es lo mismo bailar una pieza de Forsythe que crear una pieza con Forsythe. Lo saben bien los que han trabajado con él porque los bailarines aportan y crean. Es muy distinto para el que solamente lo baila. "Un bailarín entrenado en ballet, al principio, encontrará muy difícil la coordinación porque es muy distinta al estándar. Lo común al inicio es sentir temor cuando lo que realmente exige su trabajo es que te lances, que te atrevas a experimentar con su lenguaje. Casi diría que es más difícil vencer ese miedo que hacerlo bien", opina McManus. Además, sus piezas casi nunca tienen un punto final y como si tuvieran vida propia se van transformando con el paso del tiempo. "Dentro del propio proceso de una obra hay una práctica autocrítica. El ballet no es un objeto. Un objeto es algo sincrónico. En este florero", dice Forsythe señalándolo, "está contenido todo su tiempo. Es algo obvio, algo visible, ha finalizado su proceso. En cambio, el ballet no. El ballet es vivo, es un organismo social". Para Román o McManus, que se encargan de montar con los bailarines de otras compañías los trabajos de Forsythe, esto es algo que nunca pierden de vista. "Durante el proceso la obra se desarrollaba y todos participábamos. Pero ahora, cuando vienes a montar sus trabajos con otra compañía, ya está hecha. Y nosotros tomamos la decisión de dónde está el límite. Recuerdo que fui a Múnich para montar Trío (1996), que es una pieza de la que hay cuatro versiones distintas, y Bill, expresamente, me dijo que no quería las últimas tres sino volver al principio, a la primera. Es así", relata McManus.

Forsythe es ya una referencia. Ha marcado un punto y aparte, entrando en la categoría de los amados, envidiados, codiciados e imitados. "Puede ser una escuela. Sus ballets pueden ser referentes, sus técnicas y métodos de improvisación pueden conducir a crear cosas diferentes. Pero no es lo mismo seguir la técnica que el concepto. La técnica puede crear escuela, el concepto conduce a la imitación", opina Román. -

Impressing The Czar. Ballet de Flandes. 15 y 16 de febrero en el Teatro Central (Sevilla) y el 27 y 28 de febrero en el Teatro Lliure (Barcelona). Quintet. Compañía Nacional de Danza. Del 20 al 28 de marzo. Teatro de la Zarzuela (Madrid). Limb's Theorem. Ballet de la Ópera de Lyon. 17 y 18 de junio en el Teatro de la Maestranza (Sevilla), y el 22 de junio, en Laboral Escena (Gijón).

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