Yago vuela más que nunca
Lamela aparca Pekín y estudia para ser piloto de helicóptero
Era la gran esperanza de José María Odriozola, quien, como todos los españoles, será más fácil que lo vea en el aire, pilotando un helicóptero, que con una medalla al cuello en el podio de Pekín.
"Confío en el regreso de Yago Lamela. Será la figura en 2008", decía el presidente de la Federación Española de Atletismo hace unos meses. Era el gran sueño de todos los aficionados. El retorno, superadas las lesiones, del mejor saltador español, del asturiano que hace nueve años voló 8,56 metros para conseguir las medallas de plata en los Mundiales de pista cubierta en Maebashi (Japón) y al aire libre en Sevilla. El otoño daba para ello.
Recuperado de sus pertinaces e insidiosos males en los tendones de Aquiles, lesiones que han puntuado su fluctuante carrera tanto como sus cambios de residencia y entrenador, Lamela se había vuelto a centrar en el salto. Había vuelto a Avilés junto a Juanjo Azpeitia, el entrenador que le descubrió y le guió en el 99.
"Hay que empezar a pensar en el futuro, en cómo ganarme la vida", dice el atleta
Había razones para soñar con que después de los fiascos olímpicos en Sidney y Atenas, los de Pekín sí que serían los Juegos de Yago, a los que llegaría con 31 años recién cumplidos. Incluso en noviembre se pensaba que Lamela sería capaz de saltar la mínima de 8,10 metros para estar en marzo en los Mundiales de pista cubierta. Pero ha llegado enero y la realidad es otra. Ni los 8,10 antes de marzo ni los 8,20 necesarios para estar en Pekín en agosto.
"No; lo más probable es que no esté en Pekín", reconoce Lamela; "de salud estoy bien. No me molesta nada. Pero he estado mucho tiempo, dos años, parado y eso cuesta recuperarlo. Sigo entrenándome para volver a competir en verano". Pero esta afirmación también puede quedar en el aire. Futuro potencial.
Más claro parece el futuro de Lamela como piloto de helicópteros, cuyos cursos le retienen en Madrid más días de los que puede dedicar a entrenarse en Asturias. "Después de la última lesión, tuve tanto tiempo libre que empecé a pensar ya en el futuro, que habrá que ganarse la vida", dice Lamela. "Y como desde pequeño siempre me ha gustado la aviación...".
El curso, que se desarrolla en el aeródromo de Cuatro Vientos, consta de 120 horas teóricas y 45 de prácticas en el aire, diez de ellas en solitario. "Pero la teoría la estudio en Asturias. No vengo tanto a clase", explica el saltador, que ya vivió en la capital de España un par de años tras los Juegos de Sidney, entrenado por Juan Carlos Álvarez, antes de emigrar a Valencia para trabajar con Rafael Blanquer. "Y de las prácticas ya he cubierto la mitad más o menos".
El primer título que obtenga, si aprueba los exámenes, será el de piloto privado, que le habilitará para vuelos no remunerados. "Es el primer paso necesario para volar", dice Lamela; "luego, tendré que sacarme el título de piloto comercial, con la que ya podré trabajar en flotas".
Cuando se le habla a Lamela de sus vuelos sobre la arena, de sus despegues tras una corta carrera a casi 40 kilómetros por hora, sonríe como quien lleva mucho tiempo oyendo las mismas batallitas. "Sí, sí", promete, la cabeza en otras nubes; "claro que no me olvido del atletismo, claro que quiero volver a ser el que fui, que salté dos veces 8,56 metros y tres años después 8,53 metros, pero..."
Como piloto de helicóptero, seguirá la senda del italiano Gianni Bugno, doble campeón mundial de ciclismo, que empezó de trabajador y ya cuenta con su propia empresa.
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