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Desarticulada una banda que falsificaba tarjetas de crédito

La policía detiene entre Tarragona y Castellón a 44 miembros de un grupo que tenía 6 talleres clandestinos

María Fabra

La policía ha detenido, entre Tarragona y Castellón, a 44 integrantes de una banda dedicada a la falsificación de tarjetas de crédito. La red contaba con seis talleres en los que se llevaban a cabo las falsificaciones y ha intervenido seis lectores-grabadoras de tarjetas, cinco ordenadores portátiles, unas 2.000 tarjetas falsificadas y soportes con banda magnética, además de cocaína y marihuana en pequeñas cantidades, 1.000 euros en efectivo y abundante documentación bancaria, un arma corta, cuatro vehículos de alta gama y una gran cantidad de teléfonos móviles, ropa y otros efectos de valor.

El cabecilla de la organización sometía a extorsión a sus subordinados

Las detenciones han sido la culminación de la llamada operación Jurca, en la que han participado cerca de un centenar de agentes durante más de un año. Entre los arrestados se encuentra el cabecilla de la red, al que se le imputan, además, presuntos delitos de lesiones, extorsiones y secuestros. Según la policía nacional, el líder de la organización criminal sometía a sus subordinados a "todo tipo de extorsiones, lesiones y secuestros, con la finalidad de recuperar deudas impagadas o, simplemente, por afianzar su autoridad hacia los demás". Así, secuestraba y lesionaba a miembros de la propia organización a través de otros individuos, ajenos a la red, que se encargaban de controlarles y "ajustarles las cuentas si era necesario". Además, se le imputan otras actividades delictivas destinadas a blanquear el dinero obtenido.

Las tarjetas se utilizaban en establecimientos comerciales y para compras por Internet. La banda repartía las tareas entre sus miembros de forma ordenada y contaba con una fuerte disciplina interna. Contaba con una serie de proveedores de numeraciones en España, y con contactos tanto en Europa como en América, que obtenían las numeraciones de las tarjetas de crédito clonadas a sus titulares en el país de origen. En la mayoría de las ocasiones, la duplicación solo se detectaba cuando ya se habían realizado numerosas operaciones fraudulentas.

Los proveedores de numeraciones asentados en España contactaban a su vez con personas que, mediante el uso de dispositivos electrónicos e informáticos, operaban y materializaban la falsificación de las tarjetas. Estas eran distribuidas entre varias personas que actuaban como pasadores, encargados del uso fraudulento mediante la realización de compras en establecimientos comerciales, a veces en connivencia con sus empleados. La trama criminal contaba también con receptadores, que recibían la mercancía para darle salida en el mercado a un precio muy inferior al habitual.

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