_
_
_
_
Reportaje:

Baloncesto sin barreras

Un equipo coruñés de discapacitados psíquicos, de gira internacional

Dispuesto a sacar de banda en la zona rival, Ángel mira a sus compañeros de equipo sin decidirse a soltar la pelota. Juanjo, el entrenador, verbaliza la situación: "¡Si no os abrís, no hacemos nada!". El equipo, dividido entre jugadores con petos azules y rojos, que entra en una de las canchas de la Polideportiva de Riazor como cada martes y jueves de 20 a 21 horas, es el Brigantium-Aspronaga. Es el resultado de tres años de colaboración entre un pequeño club de baloncesto, el Brigantium, y la Asociación Pro Personas con Discapacidad Intelectual de Galicia (Aspronaga) y está formado por personas con distintos grados de discapacidad psíquica.

Compite en el nivel 1 de la liga española de Special Olimpics (el año pasado quedó en sexto lugar), tiene otro equipo en el nivel 3 y ha aportado dos jugadores a la selección nacional que consiguió el bronce en los campeonatos mundiales celebrados en Shanghai (China) el pasado mes de octubre.

Los muchachos disputarán un partido la semana que viene en Brasil
Dos de sus miembros fueron seleccionados para el Mundial de China
Aplicar las normas del juego "les viene muy bien para su vida personal"

La semana que viene jugarán en Brasil. La Fundación de Deportes de la ciudad de Blumenau les ha invitado a unas jornadas de baloncesto y la Dirección Xeral de Turismo de la Xunta les ha apoyado para que acepten. No podrán llevar a Ángel, la figura del equipo, que tampoco pudo ir a China, porque tiene pánico a viajar en avión. "Me gusta mejorar los bloqueos, tener tácticas y jugar en equipo", dice Ángel Carbajo Castiñeira, un agraciado mocetón de 32 años, que en su segundo año de baloncestista también juega con el equipo senior del Brigantium a secas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

"Me gusta porque me muevo, corro, disfruto", sonríe Sergio Barbeito, uno de los jugadores de la selección, impaciente por volver al extranjero. Manuel Paz fue también medallista, en el Special Olimpics de Barcelona con el equipo de fútbol sala, pero dice que prefiere el baloncesto "porque hay menos patadas y se puede jugar con las manos". "Me retiré por las patadas, esto es más entretenido", apoya Pedro Suárez, un pívot de 48 años al que le gustan Dueñas y Gasol. "Hay que mover la portería, tirar la pelota, pararla, un rollo", coincide en denostar el balompié Rafael Souto, también pívot. En el Brigantium-Aspronaga no sólo hay conversos. Hay a quienes la afición les viene de antiguo como a Iván Cea, de 31 años, un base que admira a Felipe Reyes. Su sueño sería "jugar en una pista de la NBA, en la de los Chicago Bulls". Y también quien tiene una pasión pura y a la vez práctica: "Lo que me gusta del baloncesto es meter canasta", se confiesa Miguel Cañás, jugador de físico imponente.

Viéndolos jugar, no es que evolucionen como sus ídolos, pero tampoco parece una sesión de paripé para las cámaras o las conciencias. "La gente puede pensar que botar un balón es muy sencillo, pero para estas personas, saber hacerlo, distinguir la línea de 6,25 entre tantas, los tres segundos de zona es duro. Hacer todas esas lecturas les viene muy bien para su vida personal", asegura Juanjo Esteban, entrenador, presidente "y lo que haga falta" del Brigantium, y que hasta la formación de este equipo había dedicado toda su vida al mundo del baloncesto pero no tenía relación alguna con el de los discapacitados. "Mis mayores satisfacciones las he tenido en estos tres años, porque no es sólo ni ante todo el progreso técnico, que lo ha habido, sino lo que han evolucionado como personas", dice.

El director gerente de Aspronaga, Pompeyo Fernández, está de acuerdo. "Había quien casi no podía sostener un balón y ahora lo botan, pero la evolución más increíble es la de las actitudes, porque juegan en equipo personas que antes sólo pensaban en sí mismas". Y no sólo entre ellos. En ocasiones, el Aspronaga se enfrente al equipo de alevines "y es curioso como se protegen mutuamente, y rompen ese miedo al otro", cuenta Esteban. Lo que el entrenamiento sí inculca, independientemente de los principios de la defensa zonal, es autoestima. "Me gusta el baloncesto porque juego muy bien", suelta Laura Pena, la única chica, tan pequeña como resuelta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_