Tutoras para las niñas prodigio
Veteranas como Arantxa amadrinan a las jóvenes tenistas para evitar que se descontrolen
Ana Ivanovic tiene 20 años, gasta pequeños pendientes de perlas y celebró su aniversario sobre la pista del Madrid Arena, donde le cantaron Cumpleaños feliz mientras recibía por sorpresa una tarta. El momento radiografió a una niña metida a tenista. Es, además, una jugadora con un presente brillante: puede marcharse de Madrid como número dos mundial. Ivanovic encabeza la legión de jóvenes talentos que inunda el circuito: en Madrid, sólo Serena Williams, Daniela Hantuchova y Justine Henin nacieron antes de 1985. Las estrellas del tenis del siglo XXI son adolescentes. No son ladronas ni drogadictas. Eso lo fueron algunas de las niñas prodigio del siglo XX, al igual que varios tenistas masculinos. Sin embargo, la WTA (la asociación de tenis femenino), al contrario que la ATP masculina, decidió crear programas y reglas que protegieran a las más jóvenes.
La WTA pretende que no se repitan casos como los de Capriati y Hingis
Martina Hingis, número uno a los 16 años, se retiró la semana pasada tras dar positivo por cocaína. El anuncio no fue una conmoción. Había precedentes. Esta semana se cumplen tres años del último partido de una tenista que fue detenida tras consumir crack, que ganó tres títulos del Grand Slam y un oro olímpico, que obligó a cambiar todas las reglas, que juega poco, pero no se retira: Jennifer Capriati.
"Fue un boom. A los 14 años, en el primer torneo, llegó a los cuartos", recuerda Conchita Martínez, ex campeona de Wimbledon; "la vi este año en San Diego. Es simpática, y más en los últimos años, que ha empezado a hablar más. Como competidora era durísima. Quizás llegar tan deprisa le perjudicó".
El padre de Capriati amenazó con una demanda y obligó a la WTA a cambiar sus normas para que su hija se hiciera profesional con 13 años. En 1991, con 15, eliminó a la reina de Wimbledon, Martina Navratilova. En 1992 ya era campeona olímpica. Ahí empezaron las presiones externas. El miedo al fracaso. Y los problemas. En 1994, la policía la encontró en un hotel con marihuana encima. Uno de los adolescentes que la acompañaba afirmó que había estado fumando crack. Sus patrocinadores desaparecieron. Igual que cuando se la sorprendió robando un anillo un año antes.
"No fue un camino de irresponsable consumo de drogas", dijo; "fue un camino de rebelión, una pequeña experimentación del lado oscuro, de mi confusión en un mundo confuso. Me perdí buscando mi identidad".
Al calor de casos como el de Capriati, la WTA volvió a elevar la edad para que una jugadora sea profesional a tiempo completo: 18 años. También abrió charlas de orientación para las menores de 18, teléfonos y webs de contacto, programas de formación para los padres... E inauguró el partners for success (compañeros para el éxito), en el que las jugadoras veteranas amadrinan a las jóvenes que lo desean y viajan con ellas. Arantxa Sánchez Vicario, por ejemplo, ayudó así a Svetlana Kuznetsova.
Capriati, sin embargo, sigue siendo una rebelde. Nada más empezar el año anunció lo impensable: "Sigo entrenándome. Intento volver". Su afirmación causó sorpresa. "Llega un momento en el que no puedes parar lo que piensas. Es como si te dominara un demonio", dijo.
Hoy, Arantxa la recuerda como "una campeona". "Lo que pasa es que, cuando empiezas tan joven, la presión es superior y va subiendo. Sus lesiones son muy serias". Capriati no anuncia su retirada. Sus problemas, sin embargo, siguen teniendo consecuencias. Ivanovic, una de las jóvenes estrellas del momento, es acompañada por la retirada Anke Huber. Otra tutora para vigilar a las niñas prodigio.
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