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Reportaje:

El Marco se toma su tiempo

La muestra por el aniversario del museo reúne a 34 artistas, entre ellos Nam June Paik, padre del videoarte

La tensión de la espera, la ansiedad que va en aumento a medida que el segundero recorre la esfera del reloj y el alivio cuando el círculo se completa. El artista David Lamelas condensa toda la potencia de estas sensaciones en un minuto. Es parte de su Performance Time, un trabajo histórico estrenado en 1970 en una estación de esquí de los Alpes franceses, que ayer recuperó para la inauguración de la exposición Tempo ao Tempo, en el Museo de Arte Contemporánea de Vigo. Y que, según el parámetro inevitable, constituye el número 45 en el conjunto de las muestras exhibidas en el Marco en este lustro.

Lo medimos para rentabilizarlo y nos sirve como instrumento de análisis, sentimos rozar la felicidad cuando conseguimos olvidarnos de él y lo mismo en el placer que en el dolor, nadie consigue escapar de su yugo, como recuerda el gong de Daniele Puppi. La temporalidad en tanto que esencia de la vida es la línea argumental escogida por los comisarios Iñaki Martínez Antelo e Isabel Carlos para conmemorar los primeros cinco años de una existencia clave en la creación y difusión de la cultura en Galicia.

Jorge Peris ha levantado un bosque con plantas enfermas, agua de mar, algas y pan

En la presentación de ayer, la comisaria portuguesa Isabel Carlos recordó las palabras del artista escocés Euan Macdonald para sintetizar el proyecto expositivo: "En inglés doing time significa estar preso, precisamente ahora que estamos en un museo

[que además fue cárcel] lo que queremos es pasar tiempo dentro de él, taking time". Martínez Antelo manifestó que la muestra debe ser tomada también como "balance y medición que permita establecer un pasado, un presente y un futuro".

Los 34 artistas reunidos representan el tiempo en sus obras como una constante que se hace física, psicológica, cinematográfica o puramente sonora empleando todo tipo de soportes y materiales, hasta seres vivos, como es el caso del valenciano Jorge Peris. En el Espazo Anexo del Marco ha edificado un bosque atípico construido con plantas enfermas donadas por los viveros, agua de mar, algas y pan. La instalación apenas lleva unos días y ya se ha enriquecido con insectos y hongos.

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En paralelo al renacer de la vida está la proyección del estadounidense Matthew Buckingham. La diapositiva representa al obispo guerrero Absalón pero es seguro que la obra no perdurará hasta la fecha de cierre de la exposición, en febrero del año que viene. La lámpara del proyector la quemará antes. Efímeros son también los vídeos reflejados sobre una cortina de humo de la brasileña Rosângela Rennó.

Estos creadores constituyen un arco generacional en el que están presentes desde algunos de los que tomaron parte de la muestra Cardinais, que estrenó el museo en noviembre de 2003, como el guardés Jorge Barbi, la británica Tacita Dean y el argentino Gustavo Romano. Hay convivencia de jóvenes como el compostelano Rubén Ramos Balsa con maestros como el coreano Nam June Paik, fallecido el año pasado y considerado uno de los padres del videoarte. Paik hace poética de las nuevas tecnologías con su obra La luna es la televisión más antigua (1963-1965), que consta de 12 monitores de televisión formando un semicírculo y en los que se representan las fases de la luna. Y del cielo al purgatorio vivido por el italiano Gianni Motti metido en uno de los ataúdes en la procesión dos cadaleitos de Santa Marta de Ribarteme (As Neves).

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