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Entrevista:PABLO FERNÁNDEZ-PUJOL | Pintor | SIGNOS

"Si no pintara, haría música"

Se mueve estos días entre Sevilla y Madrid. Pablo Fernández-Pujol (Cádiz, 1977) ha conseguido en 10 años de profesión lo que muchos artistas jóvenes como él aspiran. Ve moverse sus obras entre numerosas galerías de ciudades diferentes. Ha obtenido premios y reconocimientos. Pero su principal satisfacción es poder vivir de su talento. Hasta el 30 de octubre expone en la Galería Carmen Carmona de Sevilla sus trabajos alrededor de las moscas. Las llama las mosquitas. Alude a ellas en diminutivo porque les tiene cariño. Son su icono, un referente que no le impide buscar otras líneas artísticas en la escultura o la fotografía. La próxima semana su obra estará en Estampa, la feria internacional del grabado y ediciones de arte contemporáneo que comienza el 24 de octubre en Madrid.

Pregunta. ¿Ha alcanzado el éxito al que aspira todo artista joven? ¿Hay más metas por cubrir?

Respuesta. Hay varias formas de éxito. Para mí es llevar 10 años y mantenerme. Yo empecé profesionalmente a pintar con 20 años. Tengo ahora 30 y para mí el éxito es no haber tenido que recurrir a otros trabajos para mantenerme.

P. ¿Ha tenido que hacer concesiones a la comercialidad? ¿Se impone la demanda del mercado?

R. Pocas veces. Eso también se puede incluir como un éxito. Creo que todos los artistas actuales en algún momento de su carrera, sobre todo, al principio en esa época de búsqueda y rodaje, hemos hecho alguna concesión por demanda más que por motivación personal. En mi caso, y ahora más que nunca, desde luego que no. Todo lo que sale de mi estudio es algo personal.

P. Y esa época inicial de búsqueda, ¿ya la ha superado?

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R. Estoy en ello. Ayer leía una entrevista con Raphael y decía que ahora es cuando estaba en la máxima forma. Me hacía gracia porque pienso que debe de ser verdad. Yo ahora estoy en una etapa con proyectos definidos, muchas ideas claras pero sigo buscando. Hasta que no pasas los 50 no alcanzas el súmmum de tu obra.

P. Las mosquitas se han convertido en uno de sus referentes.

R. Sí. Un icono.

P. ¿Teme encasillarse?

R. Con el paso del tiempo, seguiré evolucionando. Lo de las mosquitas es un recurso que ahora mismo está bastante aislado. La forma de exponer el proyecto es algo muy definido pero tengo otras ideas en la cabeza, donde uso el medio fotográfico, donde integro la mosquita con otros elementos sin ese aislamiento. Es decir, evoluciona en distintos espacios y soportes. En una pared o en una habitación o en un cuerpo. Llegará un punto en el que la mosquita se fundirá con otra cosa y ésa será la evolución.

P. La ausencia de color, ¿fue una decisión deliberada?

R. No lo sé. Quizás porque respondía mejor el blanco y negro con el enfoque que buscaba. En otros trabajos sí ha aparecido algo de color. Y en mis nuevas ideas que estoy maquinando aparecen colores y texturas. Todo evoluciona.

P. Había propuesto un trabajo sobre la comida y el humor.

R. Era la otra cara de mi trabajo. Lo antagónico. Entre la serie tranquila, más minimalista, más conceptual, más lúdica, que representan las moscas y, en la otra parte, la cara más explosiva. Me muevo entre una calma y una explosión.

P. Aparte de para ganarse la vida, ¿de qué le sirve pintar?

R. Ha marcado mi desarrollo personal. Si no estuviera en el proceso creativo, si no pintara, haría música.

P. ¿Por qué?

R. Es una mezcla de cosas que viene dada. Entre la genética, condición y otra serie de historias. Pero si no pintara, haría música. Es mi medio de vida. Y la necesito para descubrir cosas y avanzar.

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