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Reportaje:

Operación Recovery Plus, cuando los muertos no esperan

El contingente español en Afganistán se movilizó para recuperar siete cadáveres

Miguel González

¿Vale la pena arriesgar la vida para dar sepultura a un muerto? Desde la mentalidad occidental, es probable que muchas personas respondan negativamente. Pero desde la cultura islámica las cosas se ven de manera muy distinta. "Nunca pospongas tres cosas", dijo el profeta, "el Salat [la oración], cuando su tiempo ha llegado; el funeral, cuando la muerte haya sido confirmada; y el casamiento de una viuda o divorciada cuando se haya encontrado al hombre adecuado para ella".

Los responsables del Ministerio de Defensa tuvieron que plantearse este dilema a mediados de agosto. El pasado día 10, una patrulla española acudió en auxilio de una columna del Ejército afgano, que cayó en una emboscada talibán. En los combates, en los que intervinieron cazas Mirage 2000 franceses bajo mando de la OTAN, no se produjo ninguna baja española, pero perdieron la vida una veintena de insurgentes y siete militares afganos.

"Los afganos están muy agradecidos. Nos hemos jugado el pellejo por respeto a sus creencias"

El problema es que los cuerpos de estos últimos fueron recogidos por policías de la vecina localidad de Bala Murghab, a unos 90 kilómetros al norte de la base española de Qala-e-Naw y nadie estaba dispuesto a ir a por ellos. La ruta que une ambas poblaciones está infestada de talibanes y de narcotraficantes y la propia Bala Murghab fue objetivo en junio de dos ataques en los que resultaron destruidas la sede de la alcaldía y tres comisarías.

En teoría, la cuestión no era urgente. Los muertos no tienen prisa y podían esperar a que la seguridad en la zona mejorase antes de ser trasladados. Sin embargo, los deudos de los difuntos son menos pacientes. Y los mandatos del islam al respecto son taxativos: los cadáveres de los musulmanes deben enterrarse antes de las 72 horas, tras un lavado purificador, directamente sobre la tierra y mirando a La Meca.

Tras no pocas dudas, el Estado Mayor de la Defensa dio luz verde a la Operación Recovery Plus (Más Recuperación, pues en el pasado se hicieron otras operaciones para recuperar heridos o vehículos).

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El 12 de agosto, cuando sólo faltaban 24 horas para que se cumpliera el plazo fijado por el mandamiento religioso -que coincide con lo que aconsejan razones de salubridad pública

- salieron de Qala-e-Naw dos secciones de la Brigada Paracaidista, unos 50 efectivos. A los militares españoles les acompañaban policías afganos ya que, por rencillas intestinas, los agentes de Bala Murghab sólo estaban dispuestos a entregar los cadáveres a sus homólogos y no al Ejército.

La operación fue dirigida desde Qala-e-Naw por el responsable del contingente español, el coronel Pedro Rolán, y desde la base de Herat por el jefe del Mando Regional Oeste (RCW), el general italiano Antonio Satta. De la base de Herat salieron un helicóptero Chinook, utilizado para trasladar los cadáveres, y dos Mangusta que le dieron escolta.

La posibilidad de que se produjera un nuevo ataque no era descabellada. El 23 de julio, una patrulla hispano-afgana fue tiroteada a 40 kilómetros al noroeste de Qala-e-Naw. Cuando dos días después regresó a la zona para recoger evidencias del primer ataque volvió a ser atacada.

En esta ocasión, sin embargo, no fue necesario avisar a los aviones de combate de la OTAN, que habían sido alertados. La única huella de batalla con que se tropezaron los militares españoles fueron los siete pick-up del Ejército afgano destruidos en la emboscada del 10 de agosto y el Vamtac (Vehículo de Alta Movilidad Táctica) que ellos mismos quemaron después de que se le rompiera la ballesta y para evitar que cayese en poder de los talibanes.

Los paracaidistas regresaron sin novedad a Qala-e-Naw y los helicópteros llevaron los cadáveres a Herat donde, en una ceremonia, fueron entregados al general de mayor rango del Ejército afgano en la zona.

En Madrid, los responsables del Ministerio de Defensa respiraron aliviados. Lo que a priori podía parecer una locura acabó convirtiéndose en una de las operaciones más exitosas del Ejército español en Afganistán. "Los afganos están profundamente agradecidos. Les hemos demostrado que respetamos sus creencias y que estamos dispuestos incluso a jugarnos el pellejo para que cumplan sus obligaciones religiosas", explica un mando militar.

Y esa gratitud no es sólo retórica, sino que tiene consecuencias prácticas. De momento, la compañía del Ejército afgano que estaba temporalmente en la provincia bajo responsabilidad española se ha quedado allí hasta nueva orden. Lo que significa mayor seguridad para los propios españoles.

Soldados españoles a las afueras de Herat (Afganistán), en abril del año pasado.
Soldados españoles a las afueras de Herat (Afganistán), en abril del año pasado.EFE

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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