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Reportaje:

Una máquina de ganar

La directiva y Juande Ramos han construido un Sevilla de varias caras, pero con un estilo y unos objetivos únicos

Hace seis años, el Sevilla tenía que ganar los partidos para no desaparecer. Sin más adobo. Hoy en día, lo hace porque es la punta de una maquinaria diseñada exclusivamente para eso. Sus triunfos caen con la naturalidad con que el cuchillo de pan corta el pan. Unos tienen un filo que obliga a manejarlos con malla; otros, cachas de materiales semipreciosos o formas que intentan adelantar el futuro. Pero el que corta el pan bien es el del pan.

La llave del triunfo la encontró el Sevilla en la supervivencia. Tras varios años de gestión extravagante, errática y, sobre todo, controlada por gente que buscaba en el club lo que éste proporcionaba más que lo que realmente es o significa, se tuvo prácticamente que reinventar como entidad futbolística. El Sevilla se cimentó en el concepto desnudo del fútbol, tanto del juego como del negocio. Esa luz proyectada desde el fondo le descubrió la senda que llevaba a la cima de la manera más directa. A partir de un equipo hecho para no perder, se desarrolló uno capaz de ganar a cualquiera. Su esencia es la misma.

Lo afinado y lo definido del estilo sevillista se muestra en todo su mérito cuando se desmenuzan las claves de este campeón. Casi todas ellas, visibles y fundamentales en el desarrollo del partido del pasado domingo, la vuelta de la Supercopa española, en la que se hizo con el título tras golear al Madrid (3-5) en el estadio Bernabéu.

Juande Ramos, el técnico, utilizó a dos debutantes en el centro de la zaga: Fazio y Mosquera. El primero es el capitán de la selección argentina sub 20 y llegó al club de Nervión el invierno pasado para foguearse en el Sevilla Atlético, recién ascendido a Segunda. Fazio jugó anteanoche con temple y una seguridad inesperada para un futbolista de su edad. El segundo es un colombiano fichado del Pachuca, de México, que apenas lleva un par de semanas de entrenamiento con sus nuevos compañeros. Ambos, con un desempeño que no se esperaría de los teóricos tercer y cuarto centrales de la plantilla. También Poulsen, centrocampista contundente, pero un pelín falto de talla para interpretar a una muralla de granito, jugó allí la segunda mitad.

Otro poco habitual fue Duda. El zurdo portugués apenas fue utilizado por Juande la temporada anterior, pero ha sido determinante en los dos partidos de la Supercopa: en el de ida le hicieron el penalti que llevó al gol de la victoria y en el de vuelta brilló especialmente en la jugada del segundo gol, que obligó al Madrid a encarar el Everest cuando ya creía avanzar pendiente abajo.

El equipo de Ramos jugó además con un esquema que no suele ser el suyo. Y la aparente indeterminada posición de Renato le acabó dando el partido. El Sevilla es igual de efectivo lo integre quien lo integre. Por un lado, la secretaría técnica ha ido buscando perfiles de jugadores, más que jugadores en concreto. Por otro, el entrenador ha sabido crear un sistema para todos ellos. Pero es fruto de la flexibilidad más que de la rigidez. Una de las mejores aportaciones de Ramos es saber aprovechar a cada jugador para lo que sirve. El sistema del técnico es el lugar donde habitan los futbolistas, cada uno con la habitación a su gusto, pero con las puertas siempre abiertas y cada cual con la obligación de saber dónde están las salidas y dónde las entradas.

El Sevilla sabe, pues, aprovechar el heterodoxo juego de Alves, el cartesianismo de Poulsen, la jerarquía de Kanouté o la contundencia de Navarro. Cuando estas variables cambian, los demás se adaptan inmediatamente a las características del sustituto. Cada uno conoce el nuevo plano de la casa, sabe lo que tiene hacer para sí y para los demás y lo que se espera del conjunto.

Para esto es fundamental el sentimiento de grupo del plantel. No hace falta que sean amigos, muchos no lo son, pero sí que sean corresponsables. La vinculación con los orígenes la aportan los veteranos, muy respetados en cuanto dicen o hacen.

Y es que el Sevilla hace equipo hasta para comer. Fue uno de lo primeros en contar con un nutricionista, el doctor Antonio Escribano, que prepara la dieta de casi todo el año -su sueño sería llevarles un catering a casa-, así como elabora las comidas desconstruidas que ingieren en el descanso y tras los encuentros.

El compromiso con hacer lo necesario para lograr el triunfo es tal que hasta las celebraciones dependen de su pertinencia. El Sevilla llegó ayer a su ciudad pasadas las tres de la madrugada con la orden de descansar hasta la tarde de hoy. Alguna copa caería. Juande puede parecer soso, pero no es rígido. Además, sabe que ninguno de sus futbolistas quiere apearse de este viaje alucinante por el cielo del fútbol.

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