Castigo al Sevilla
El Villarreal entra en Europa tras batir al mermado conjunto de Juande Ramos
El Sevilla ha viajado a través de la competición como un señor. Como un señor -sin diminutivo históricamente indolente para estas meridionales zonas geográficas de la Península- que ha jugado al menos tan bien como cualquiera y ha fallado como el que menos. Ayer se despedía con derrota de una temporada histórica para su zurrón, de una temporada en la que ya lleva un par de títulos europeos ganados y en el que todavía espera merecerse la Copa del Rey. Sus posibilidades de llevarse el título de Liga no eran dignas de apuesta. Además, se presentaba al duelo con las bajas de más de la mitad de sus habituales y con tres cuartas partes de su potencial.
Pero el Sevilla de este curso no puede juzgarse únicamente por su último partido. Su desempeño ha sido tal que sería injusto hasta el examen. El Sevilla ha sido un equipo que ha construido un verdadero monumento al mestizaje. El técnico manchego Juande Ramos ha sabido conjugar la exuberancia orgullosa del africano Kanouté, lo impredecible del exótico fútbol del brasileño Daniel Alves, la indolencia sobrada de clase de su compatriota Luis Fabiano, la fría contundencia del escandinavo Poulsen, la artística pillería del andaluz Navas y la practicidad del fenicio Palop. El mestizaje no es patrimonio de las selecciones, a pesar del relumbrón que les proporciona la altura de las competiciones que disputan. Los clubes, los que trabajan el fútbol todo el año, son los mensajeros idóneos para demostrar que el fútbol es una disciplina lo suficientemente generosa como para que en su sistema quepan todas las maneras posibles de vivirlo. Y el Sevilla ha sabido sintetizar toda la grandeza del juego aunando la mayor parte de variables de vivirlo posibles.
SEVILLA 0 - VILLARREAL 1
Sevilla: Palop; Hinkel (Maresca, m. 46), Aitor Ocio, Escudé, David; Alfaro (Chevantón, m. 55), Poulsen, Martí, Puerta, Kanouté y Luis Fabiano (Kerzhakov, m. 55). No utilizados: Cobeño; y Duda.
Villarreal: Viera; Javi Venta, Quique Álvarez, Fuentes, José Enrique, Cani, Senna, Josico (Somoza, m. 40), Pirés; Guille Franco (Nihat, m. 79) y Tomasson (Arruabarrena, m. 88). No utilizados; Barbosa; Josemi, Marcos y Bruno Soriano.
Goles: 0-1. M. 50. Fuentes, de cabeza tras el saque de un córner.
Árbitro: Pérez Burell. Amonestó a Guille Franco, Poulsen, Javi Venta, Aitor Ocio y Chevantón.
Unos 45.000 espectadores en el Sánchez Pizjuán.
El fútbol es como la ley de la selva, implacable, generosa con el fuerte y exigente con el meritorio
Ayer el Sevilla, emparedado entre citas históricas, se enfrentó a un muy buen equipo. El Villarreal fue capaz de lo que muy pocos han sido capaces en Nervión: robarle el arranque.
En el Sevilla destacaba la entrega del africano enfadado Kanouté, dispuesto a luchar lo que sus dolencias no le debían permitir para demostrar su profesionalidad. Estuvo arriba y abajo. En los sitios a los que no llegaban los sustitutos de los habituales, se presentaba el africano con una venda llena de ira en la rodilla y el corazón inflamado de orgullo bajo la camiseta.
Pero el partido lo controlaba el Villarreal. Y lo rentabilizó en el comienzo de la segunda mitad el más inopinado de sus jugadores: el central Fuentes. El defensor remató con mucha placidez el saque de un córner y colocó al Villarreal, el digno de elogio Villarreal, en ventaja. Juande Ramos aceleró su célebre estrategia con las sustituciones y tiró de todo lo que tenía sentado y a lo que se le daba mejor el gol que lo que tenía sobre el césped.
Las circunstancias obligaban a olvidarse del estilo y a tirar de lo que había en el fondo del zurrón de un conjunto muy castigado. Maresca salió y aportó sus parones a la carrera, sus vueltas sobre sí mismo que tanto daño hacen cuando tienen lugar en el campo del contrario y que tanto molestan cuando suceden en el propio. También saltaron Chevantón y Kerzhakov para buscar ponzoña en las jugadas sevillistas. Algo de efecto tuvo todo esto en el encuentro y poco después del descanso, Chevantón estuvo a punto de marcar otro de sus valiosos goles.
Luego llegó la tangana. Las necesidades de los jugadores y de los clubes resultaron excesivas para el juicio del árbitro y durante muchos minutos reinó el desorden. El Villarreal se llevó lo que se mereció al largo de la temporada, aunque más al final. Los levantinos se ganaron su plaza para disputar la Copa de la UEFA y el Sevilla no fue capaz de alcanzar lo que se mereció, que, por lo menos fue el clasificarse directamente para la Liga de Campeones. El fútbol se suele comparar con la ley de la selva, esto es implacable, generosa con el fuerte y exigente con el meritorio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.