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Crónica:Vela | Copa del América
Crónica
Texto informativo con interpretación

'Calamares' al agua

Desafío Español gana a Shosholoza tras solventar la caída al mar de uno de sus tripulantes y se acerca a las semifinales

Calamares al agua, bombero al rescate. El bombero salvó al Calamares y la victoria y posiblemente la clasificación del Desafío Español para las semifinales de la Copa Louis Vuitton. Ésta es la historia de Enrique Cameselle, Calamares, y Jorge Ondo, bombero de profesión.

El viento soplaba con furia por encima de los 14 metros, las olas se comían la cáscara de los barcos y el agua se colaba por todas partes. El Desafío Español, después de un brillante largo a favor de viento, se preparaba para guardar la vela spinnaker y virar violentamente en la baliza. En medio de ese remolino, el agua se tragó a Cameselle, el hombre del mástil. El mar se lo merendó en la proa, en la puntita del barco, pero a Camiselle le dio el tiempo justo de agarrarse a la driza; ahí colgado aguantó los segundos suficientes para que la tripulación se diera cuenta del desastre, pero la driza seguía cayendo y cayendo hacia el infierno, que ahora está en el mar. El piano Guigou se dio cuenta y enganchó la driza para que no siguiera cayendo. Pero el barco seguía su curso, virando, y Camiselle ya pasaba por la popa a punto de perderse él y de perderse el equipo. Entonces aparecieron por allí brazos como martillos, armarios en forma de espaldas, sustentados en piernas de cemento sin un gramo de aluminosis, con la peculiaridad de doblarse cientos de veces sin desfallecer. Uno de esos brazos encontró algo entre los remolinos: "¡Coño, Calamares!". Seis brazos rodearon al fibroso gallego, guerrero de mil batallas, que también se agarró a esos garfios como si le fuera la vida, que le iba. Con el cuerpo fuera del agua, esas espaldas anónimas, esos cuellos de toro empezaron a tener nombre: Mauro Maiola, Diego Guigou y Jorge Ondo. Sinceramente, Calamares tuvo suerte de encontrárselos en alta mar; porque, en un callejón y por la noche, no les habría dado la mano con las mismas ganas. Pero el gallego no dudó; estaban en alta mar, en una situación límite, con Shosholoza, la revelación de la competición, arañándoles la popa. El Desafío había llegado hasta allí en un brillante trabajo de toda la tripulación y no se podía ir al agua. ¡Sal de ahí, Calamares!

En medio de ese remolino, las olas se tragaron a Cameselle, el hombre del mástil

Y el topógrafo de profesión volvió a la cubierta, empapado, con el corazón a mil y sin tiempo de abrazar a sus tres salvadores.. Shosholoza apretaba, pero ya habían demostrado que tenían lo que había que tener: ilusión, trabajo en equipo y espíritu de lucha. Sólo así podían imponerse al barco surafricano, que durante el primer largo casi siempre estuvo en cabeza. En un duelo a cara de perro, los dos aspirantes al pase a las semifinales habían llegado a la primera baliza casi emparejados. En ese largo con los españoles por el lado de viento malo, iban limando centímetros gracias al trabajo de sus 17 hombres al unísono con un Arbones en la punta genial, perfecto, paseando por la proa como por la Gran Vía, atando cabos, soltándolos, volando entre las velas. Cada maniobra era un trabajo sincronizado del equipo, aunque no quedaba a la zaga Shosholoza, que llegó a la primera baliza con seis segundos a favor. Malo. Menos uno, todos los barcos que en Valencia han pasado en cabeza la primera baliza han ganado. Todos, menos Shosholoza contra Oracle. Entró primero Shosholoza, empezó a subir el spinnaker, pero otra vez se le atragantó la maniobra. En esas dudas, el Desafío se le coló por dentro, subió la vela perfectamente y se marchó. Entró en la boya con seis segundos de desventaja y salió con seis a favor. Lo más difícil estaba hecho. Tocaba volar a favor de viento y volaron por primera vez. Todo rayaba la perfección hasta que llegaron a la segunda baliza y allí se escurrió Calamares, pero esto ya lo saben ustedes. El Calamares se salvó y con ello las aspiracioens del Desafío Español en esta Copa del América.

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