Rodeados de posibles hedonismos
Violetas imperiales
Los 'populeros' no hacen lo que hacen y que jamás deberían hacer para ver qué obtienen en la refriega, no; abducidos por un pronto de generosidad, se aprestan a salvarnos a todos a condición de contar con nuestro voto
Es asombroso el parecido físico entre Mariano Rajoy y Luis Mariano, aquel cantante de operetas que hizo cierta fortuna en el cine de los años cincuenta con películas un tanto melindrosas. Si en alguna ocasión he mencionado que Zaplana camina como un David Bowie muy entrado en años pero igualmente pegado al micrófono de por vida, hora es de decir que a Rajoy le falta la faltriquera para hacer de estupendo extra en uno de los episodios de Curro Jiménez, no se sabe si como bandolero, como eclesiástico, o simplemente como extra con frase, que es exactamente lo que está haciendo ahora. Será por eso que en las imágenes que dan cuenta de sus desaforados intentos por tomar la calle se le ve un tanto descolocado. Nada que ver con el esqueleto de marca de la Aguirre, la animosa untuosidad de Gallardón, la desvergüenza de chuleta de casino provinciano de Aznar. ¿Mirada jupiterina? Más bien un tanto bizca. Desconfiada.
Será el talante
Nada le ha sentado peor a la derecha que el talante del gobierno de Rodríguez Zapatero, empeñado en reconstruir métodos y objetivos de una izquierda moderada en medio de un berenjenal de postrimerías. Así que la derecha renuncia a la buena educación parlamentaria, si alguna vez alardeó de ella, para llevar a las instituciones mayores la bilis de la mala sombra de la episcopal radiofónica. Recuerdo el cachondeo que se llevaban González y Guerra en los tiempos del Suárez de la UCD. El espectáculo era sombrío, porque aquella izquierda venía de mítines ante concentraciones obreras y de asambleas universitarias, mientras que sus oponentes apenas si habían hecho un cursillo sobre cómo escuchar a Franco en la plaza de Oriente sin partirse de risa. Y si ahora deciden convertir el Congreso y el Senado en una plaza de Oriente permanente es porque creen que se escucha mejor al que más grita. Como si la gracia de Dios hubiera descendido de nuevo sobre los propósitos que pretenden consumar.
La devoción, ella
El otro día, en la tele, la bronca en sede parlamentaria entre Rubalcaba y Zaplana a cuenta de De Juana Chaos. Lo de siempre, vaya: Zaplana en plan tahúr por delegación sugiriendo que mira-que-te-hago-una-oferta-que-no-puedes-rechazar, como si se tratara, con perdón, de ver quién se caga antes en los pantalones. Pero lo más llamativo no era eso, sino una hooligan de blusa blanca que el portavoz populero tenía sentada a su lado, que se bebía cada cosa que decía su jefe, lo miraba con tal frenesí sometido al entusiasmo que parecía siempre a punto de romper el protocolo para deshacerse en abrazos, presa de una pasión devoradora siempre en trance de prorrumpir en aplausos interrumpiendo el sabio discurso de su portavocía; hacía alarde de un tan agresivo desdén hacia cualquier intervención de Rubalcaba que por un momento pensé si no se trataría de una de esas ex falleras mayores que tan devotas son del pollo de Cartagena.
Y el misterio
El misterio es que la derecha españolista este dispuesta a convertir en un acto heroico su legítima decisión de volver al poder como sea, en un proceso que confunde la crispación que tanto les conmueve con el interés general. Hasta no hace tantos días, su estrategia nada periférica se centraba en la conspiración del 11-M que les habría desalojado del poder, ahora prefieren embroncar a cuenta de un etarra haciendo creer que ha sido liberado por el Gobierno a cambio de no se sabe qué favores. ¿Cuál será la próxima añagaza? ¿Cuál la argucia tabernaria que les hará creerse más cerca del retorno al poder? ¿Cuál el acto heroico repleto de himnos y banderitas para ofrecerse a salvar no ya a los suyos, sino a todas las españas del peligro de hecatombe que les espera? Ofrecerse como apagafuegos antes del incendio sugiere más la figura del pirómano que la del bombero. Torero, por más señas.
Di que sí, bendito
Es sabido que el íntimo contacto con Dios convierte a los papas en ateos de purpurina, por lo mismo que el mejor Papa para el papado será el de ideas más recias. Benedicto XVI estuvo por aquí hace poco tiempo enardeciendo a los fieles ya soliviantados a cuenta de la familia, y ahora se descuelga con una exhortación, muy en línea con lo más granado de nuestra furibunda derecha, en el que insta a purpurados, políticos y creyentes en general a insistir en que ciertas cuestiones no son negociables. Las cuestiones son las de siempre: aborto, prácticas homosexuales (¡la Iglesia, condenando los hábitos de seminario!), la vida neonata todavía. A los adultos vivos que los zurzan, ya sea con hambrunas y guerras cristianas, ya con un manual de instrucciones que huele a azufre.
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