Messi levanta al Barça ante el Madrid
El punta sostiene con tres goles a su equipo, frágil en defensa, y responde al conjunto de Capello en un clásico de ida y vuelta
El clásico recuperó su grandeza y esplendor en una noche vertiginosa y radiante, más propia de un partido copero que de Liga, una sorpresa porque el partido llegaba muy destensado y hasta cierto punto descolorido. Había apuestas cruzadas incluso sobre la posible destitución de Capello y al final resultó que Messi empató para el Barça cuando el Madrid ya cantaba victoria en el Camp Nou.
BARCELONA 3 - REAL MADRID 3
Barcelona: Valdés; Oleguer, Thuram, Puyol; Márquez; Xavi, Deco (Belletti, m. 70), Iniesta (Gudjohnsen, m. 81) ; Messi, Ronaldinho y Eto'o (Sylvinho, m. 46). No utilizados: Jorquera; Edmilson, Saviola, y Ezquerro.
Real Madrid: Casillas; Salgado, Helguera, Sergio Ramos, Torres; Gago, Diarra, Guti (De la Red, m. 81); Raúl (Robinho, m. 60), Higuaín; y Van Nistelrooy. No utilizados: Diego López; Mejía, Marcelo, Emerson y Cassano.
Goles: 0-1. M. 5. Van Nistelrooy. 1-1. M. 11. Messi. 1-2. M. 13. Van Nistelrooy, de penalti. 2-2. M. 28. Messi. 2-3. M. 72. Sergio Ramos. 3-3. M. 90. Messi.
Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Ramos, Márquez, Van Nistelrooy, Xavi, Deco, Diarra, Salgado y Gago. Expulsó a Oleguer (m. 44).
Unos 97.000 espectadores en el Camp Nou.
Así de cambiantes son los enfrentamientos entre los dos grandes: confunden al favorito y habilitan al acompañante, generalmente menos presionado y más lúcido. Unos y otros se libraron a un partido de aúpa por decisión de sus entrenadores, muy desacertados ambos, especialmente confusos, temerario el azulgrana y cobarde el madridista.
El intercambio de golpes fue tan imparable como divertido. Desbocado como salió, el Barcelona jugó para ganar antes de alcanzar el descanso. Le pudo entonces la prisa y también las manos del portero Casillas. Aguantó muy bien el Madrid la afrenta del contrario y pareció certificar su triunfo cuando las circunstancias le eran propicias por el suicidio azulgrana, que iba descontando jugadores de forma escandalosa, expuesto a la goleada, igual de torpe que cuando cedió el triunfo al Liverpool.
El gol de Sergio Ramos certificó el buen funcionamiento blanco. Nuevamente decantado el encuentro, el Madrid se confió y su juego estraperlista fue sancionado con el tercer tanto de Messi, imparable en el área. Aunque le descuenta dos puntos al Barça, el empate fue celebrado como una heroicidad en el Camp Nou, enrabietado con el árbitro, elegido como el saco de los golpes después de tanta emoción, goles, ocasiones y jugadas de todos los colores.
Más que la victoria, al Barcelona se le pedía una cierta crueldad con el Madrid, para quien la temporada está siendo un vía crucis. A veces parece incluso que hay una especie de licencia nacional para practicar el tiro al blanco y una morbosa necesidad de golpear la mandíbula de Capello para saber si es de cristal, circunstancia que como respuesta ha aumentado la capacidad agonística del equipo blanco, convertido de manera sorprendente en el mejor foráneo del campeonato.
No extrañó consecuentemente que los azulgrana se plantaran en el Camp Nou con el mismo equipo de Zaragoza y Liverpool, como si tuvieran necesidad de una remontada, de marcar muchos goles, de ir a por el partido con determinación nada más pisar la cancha. La respuesta del Madrid fue igualmente valiente porque Capello prefirió a Higuaín como compañero de Van Nistelrooy.
Pintaba bonito el partido desde las alineaciones y el juego resultó intenso y vibrante, abierto de portería a portería. Iban y venían los dos equipos, y a la media hora ya se habían contado cuatro goles, con Van Nistelrooy y Messi como goleadores. Aguardaba el Madrid en su campo, muy agrupado y tensionado, parapetado en una espesa línea de presión, y se estiraba el Barça con Ronaldinho y Messi en los costados y Eto'o de ariete.
Escarmentado por el gol inicial que tomó en Múnich, el Madrid actuó con dedicación y mucha concentración, a gusto con la afrenta que le planteaba el Barça. La mayoría de sus llegadas fueron tan selectivas como certeras porque castigaron una por una las concesiones defensivas azulgrana. Guti armaba tan bien las transiciones como mal las cerraba Márquez. La fragilidad de la zaga barcelonista era sobrecogedora.
Tampoco defendía bien el Madrid. Messi y Eto'o alcanzaron reiteradamente el área y se ganaron unos cuantos remates, más que el Madrid. Al fin y al cabo la diferencia entre uno y otro portero la marcaba el portero. Apenas intervino Valdés mientras Casillas era exigido por delanteros y medios. El guardameta blanco sólo se venció ante Messi, estupendo en la definición, vertical y profundo con la pelota, inalcanzable para Torres. Excelente como agitador y pasador, Eto'o no encontró por una vez la portería del Madrid y acabó sustituido en el descanso para dar entrada a Sylvinho.
La expulsión de Oleguer, destemplado y superado, provocó un reajuste en el bando azulgrana, y Rijkaard prefirió prescindir del camerunés, decisión que provocó la decepción entre la hinchada. Jugaba con superioridad numérica el Madrid, que pasó a gobernar el partido cómodamente ante la desestructuración del cuadro azulgrana, indescifrable en la cancha, defendiendo siempre en inferioridad numérica. El Barcelona era un equipo inconsistente, poco competitivo, y hasta desorganizado.
Rijkaard reaccionó tarde y corrigió mal a su equipo, entregado a Valdés, que le sacó hasta tres remates de gol consecutivos a Van Nistelrooy antes de que una jugada a balón parado certificara la tercera ventaja madridista en el partido. El clásico no parecía tener remedio para el Barcelona hasta que el Madrid dio el partido por acabado antes de tiempo. Reapareció entonces Messi, el pequeño diablo como le bautizó Capello, y con su hat-trick levantó a su equipo para desespero blanco en un clásico agotador, cuyo arbitraje acabó por desquiciar a la hinchada como ocurría en otros tiempos.
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