El Getafe tumba a un Deportivo falto de ritmo

Las telarañas cuelgan de la portería de Abbondanzieri. El Getafe, junto al Real Madrid, es con cuatro goles el equipo menos goleado de la Liga. Y se desenvuelve de vicio en las distancias cortas como ayer comprobó el Deportivo, en los duelos sobre el alambre, como si su tropa la formaran veteranos en vez de una muchachada comprada a precio de saldo rebuscando por media España.

Justo lo contrario que se espera del cuadro al que Joaquín Caparrós había devuelto la contundencia que le otorgó Irureta. Ayer, en la temporada en que conmemoran su centenaria existencia, los gallegos tuvieron el dudoso honor de recibir el gol número cien del Getafe en Primera División. Los de Schuster circularon el balón y dominaron los tiempos del partido como si ellos fueran los aristócratas. Lo lograron ante un rival falto de ritmo, sin renunciar jamás al orden, con Pachón incordiando en todo el frente de ataque. El héroe del ascenso -han pasado tres temporadas- provocó la tarjeta de Barragán, propenso a perder los nervios -no vio el segundo tiempo-, y encontró con cierta facilidad los espacios a los zagueros. En general, la defensa deportivista fue un desastre. Empezando por Coloccini, que ya no se sabe donde rinde mejor, si de central, como doble pivote o arrinconado en una banda. Ayer entró a destiempo a todos los balones.

Lo contrario le sucede a Manu del Moral, que se marchó del Atlético con la cabeza gacha y está respondiendo a la confianza de Schuster. Su gol, un disparo seco y abajo en una salida -con el destino ya escrito- de Aouate vino de un balón largo de Redondo desde su campo. Nadie supo frenar el cuero. Lo mismo ocurrió en el contragolpe que Nacho envió a la red, un calco del que sumó en el Reyno de Navarra, ante Osasuna. Pachón robó un balón por el ala derecha, se lo cedió a Casquero en un visto y no visto y éste la abrió a la banda izquierda. Tres toques y gol. Una jugada de tiralíneas sencilla de la que el Getafe saca oro.

Más adormilado, el Depor chutó un par de veces. El que más lo hizo fue Riki, una sombra del que se ganó la fama en el coso del sur de Madrid. Y un síntoma de los males del Depor y de la eficacia de la telaraña táctica que ideó el Getafe. Con eso y un par de apellidos ilustres, en el arco y al frente del banquillo, el conjunto madrileño se asienta en la zona noble.