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Crónica:Fútbol | Primera jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Juego de manos en San Mamés

El Athletic y la Real Sociedad ofrecen un pobre espectáculo que siembra de dudas sus respectivas apuestas

Dice la teoría que los primeros partidos de la Liga son apenas aproximaciones a lo que se pretende ser, algo así como la adolescencia de la competición. A los árbitros les cuesta también coger el aire al silbato. A los auxiliares, al parecer, no les afecta el síndrome posvacacional. Pero a veces sucumben a los juegos malabares. Un juego de manos del juez de línea llevó al huerto a la Real. Corría la media hora del partido y el balón voló al punto de penalti. Saltaron Labaka y Aduriz. Para protegerse, el delantero rojiblanco estiró el brazo mientras el central realista asomaba la cabeza. El balón dio en el brazo de Aduriz y el juez de línea pitó penalti. Acertó a medias. Hubo mano, pero de Aduriz y, cosas del destino, Aduriz lo transformó. Es decir que lo hizo todo: saltar, engañar al juez de línea y transformar el gol. Pleno al 15.

ATHLETIC 1 - REAL SOCIEDAD 1

Athletic: Aranzubia; Iraola, Prieto, Sarriegi, Casas; Javi Martínez (Garmendia, m. 77), Orbaiz (Murillo, m. 18), Gabilondo; Etxeberria (Dañobeitia, m. 68), Aduriz y Yeste.

Real Sociedad: Riesgo; Gerardo, Labaka, Juanito, López Rekarte; Rivas; Xabi Prieto, Mikel Alonso, Novo (Aranburu, m. 45), Uranga (Felicio, m. 66); y Kovacevic (Díaz de Cerio, m. 78).

Goles: 1-0. M. 37. Aduriz transforma un penalti inexistente de Labaka. 1-1. M. 88. Aramburu marca dentro del área.

Árbitro: Undiano Mallenco. Amonestó a Iraola, Murillo, Labaka, Novo, Kovacevic y Uranga. Expulsó al delegado de la Real.

Unos 40.000 espectadores en San Mamés. Julen Guerrero recibió el homenaje de la afición y realizó el saque de honor.

El partido dejó una impresión: a los dos equipos les va a costar un mundo hacer gol

Hasta entonces, el partido era un calco de los derbies más previsibles. No había mentiras, pero sí mentirijillas. Ni el Athletic era tan ofensivo como se postulaba ni la Real tan timorata como decía. En realidad, ambos están por hacer, así que prodigan con holgura el juego vertical y los pases fuera. Si acaso, se le veía a la Real más compacta, con la lección más aprendida, y al Athletic más anárquico, más sometido a la improvisación. Pero eran atisbos, porque jugadas, combinaciones, ocasiones de gol, no hubo casi ninguna. Había una impresión que quizás valga para el futuro: a los dos equipos les va a costar un mundo hacer gol. Ambos están en transición. A la Real le puede el vértigo del pasado y quiere más sobriedad y coraje que talento. Por eso su hombre clave es Diego Rivas, un estajanovista del fútbol al que va a ser difícil reprocharle algo. Pero Kovacevic va a jugar solo, sin socio ni compañero (como antaño con Nihat). Ayer vivió su primera estación. Siempre de espaldas a la portería. Incluso su único remate fue de cabeza, de espaldas y con la coronilla. Ahí tiene un problema la Real.

El problema del Athletic está un poco más atrás, en el centro del campo. De momento, nadie tiene galones en esa zona y, para colmo, al cuarto de hora se lesionó Orbaiz, el presunto jerarca del balón y quien tiene que manejar el ritmo y el tiempo de los partidos. Ahí no construye el Athletic y por eso los tres delanteros, su verdadero argumento futbolístico, pasan temporadas de angustia y soledad en el partido.

Por eso todo se igualó, por la falta de pegada de la Real a pesar de postularse como equipo más solvente. Por alguna extraña razón, la Real no le tiene mucha fe a Xabi Prieto (su mejor jugador y el mejor del partido), al que le busca con menos insistencia de la que anuncian sus galones. Sólo Xabi Prieto puede ser el intermediario del gol, como en ocasiones (según su temperatura emocional) lo es Yeste en el Athletic. Eso hay que aprovecharlo y ayer ni un equipo ni el otro lo hicieron en su justa medida.

Quizás por eso no hubo ocasiones de gol, ni paradas de los porteros, ni asomo de peligro ni interés en las áreas. Porque prevalecía el esfuerzo físico, la imprecisión, el centrocampismo exacerbado, quizás el miedo, quizás el acné de la competición. Se sabrá más tarde, pero ambos equipos dieron muestra de una inocencia ofensiva preocupante. Sarriugarte, el técnico del Athletic, se acostaría pensando cómo con tanto delantero el balance ofensivo fue tan pobre, y Bakero, el de la Real, reflexionando si merece la pena amarrar tanto para sacrificar a Kovacevic y humillar la posibilidad de gol. ¿Para qué el balón si casi nunca llega al área?

Le salvaron las circunstancias. Un balón suelto, un despiste defensivo y Aranburu, que volvía de su gravísima lesión de la pasada temporada restablecía un equilibrio tan justo como absurdo. Sobraron los dos goles. Incluso sobró el partido porque Athletic y Real decidieron anunciar a sus seguidores que la calma tardará en llegar.

Orbaiz despeja el balón con la oposición de Mikel Alonso.
Orbaiz despeja el balón con la oposición de Mikel Alonso.EFE

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