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Crónica:POSTALES DE VERANO | Hort de Sant Plàcid (Elx)
Crónica
Texto informativo con interpretación

La puerta del Palmeral

Sin salir del centro urbano de Elche, a espaldas de su Centro de Congresos, es posible sentarse a la sombra, cerrar los ojos y percibir los sonidos del silencio arrullados por el agua que discurre, monótona y reconfortante, a través de una acequia turbadora. Hay que conocer esa emoción, descubrirla. Los más optimistas dicen que esa capacidad de percepción está en todos nosotros. Sin embargo, para alcanzarla es preciso tomar la iniciativa, salir del círculo vicioso del aire acondicionado y dejarse arrastrar hasta el frescor de los bancales antiguos, para sentarse bajo un limonero, frente a un olivo rodeado de palmeras.

Es el Hort de Sant Plàcid, donde, con un solo movimiento, en apenas dos pasos, podemos sumergirnos en la tranquilidad de un territorio que sobrevive en nuestro pasado quizás sin darnos cuenta, perdido en las brumas de la memoria. Y en nuestra infancia. Cuando el viajero Jean Genet escribió en su Diario de ladrón sobre el paisaje de esta tierra, sintió que las palmeras, las palmas bajo un sol matinal que las doraba, le revelaban el Oriente, y con él recuperaba el misterio de su niñez. Qué efecto tan demoledor.

No es un bosque de la naturaleza, ni un jardín sino una enorme extensión de regadío

Entrar en el Palmeral a partir de Sant Plàcid, después de detenerse en él para percibir la emoción del silencio, es abrir una puerta a la maravilla de un oasis urbano de 200.000 palmeras datileras, ordenadas y en filas; cultivadas y explotadas desde el tiempo de los árabes mediante un sistema de acequias que todavía perdura; abonadas y trabajadas por palmereros que ascienden a sus cimas para podarlas en verano y munyir (recolectar los dátiles maduros) en otoño.

Porque ha sido la creación humana la única responsable de su existencia. No es un bosque de la naturaleza, ni un jardín diseñado para los ojos de algún príncipe de Al-Andalus, sino una enorme extensión de regadío, de trabajo, unida a la ciudad de Elche como la carne al hueso. Sant Plàcid, ubicado junto al Huerto del Cura con su legendaria palmera imperial, es el principio y final de un recorrido a pie de 2.500 metros por el corazón del Palmeral, la primera estación de un tránsito sosegado que atraviesa los huertos del Pessetero, el huerto Que no té portes, del Sol, de les Pereres, de la Rogeta, de Les Almaseres, del Clot dels Tres, de la Tia Casimira...

Antes de iniciar el paseo, Sant Plàcid puede acercar al sentimiento y a la verdad de aquellas personas para quienes, desde el siglo XII, el huerto era la vida. Toda la vida. También, si se desea, el Museu del Palmerar, situado en una casa típica del siglo XIX, muestra la dimensión social y económica de la palmera, la evolución de sus huertos, las tradiciones y la artesanía de la palma blanca... y lo hace mediante fichas, pantallas táctiles y soportes audiovisuales, hasta interpretar este milagro. Porque los datos nunca son fríos, ni la historia es ajena cuando el visitante se enfrenta inesperadamente a un viaje interior y el paisaje le permite reflexionar sobre la condición humana. En toda su dura belleza.

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