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Crónica:DIETARIO VOLUBLE
Crónica
Texto informativo con interpretación

Enemigos

1Nunca voy al cine, pero veo películas en casa. Me ha interesado mucho Syriana, el thriller de Stephen Gaghan, aunque su ritmo narrativo es tan vertiginoso y a veces tan oscuro que no entendí nada, lo que no significa que al mismo tiempo creí haberlo entendido todo. No le doy importancia a no haber comprendido demasiado esa película que tanto me ha gustado. Después de todo, también eran oscuros y vertiginosos, por ejemplo, ciertos thrillers basados en tramas de Dashiell Hammett: estoy pensando concretamente en aquella inolvidable Cosecha roja en la que se producía tal alto número de asesinatos que al final no quedaba tiempo material para explicarlos todos. Es más, cuando le preguntaron a Hammett, éste dijo que de algunos de aquellos crímenes desconocía el nombre del asesino. En Syriana entendemos poco, pero también entendemos que las secuencias están todas perfectamente conectadas entre ellas.

Al final, lo que queda de esas endiabladas tramas del caos que reproduce Syriana es la impresión general de habernos acercado a una aproximación casi exacta y muy real de una realidad siniestra. Se nos cuenta en la película quiénes son nuestros verdaderos grandes enemigos de ahora, nuestros verdaderos opresores. Es un thriller que escenifica el marco real de intrigas y corrupción de la industria mundial del petróleo. Aparecen en ella los intereses de las transnacionales petroleras estadounidenses en Oriente Próximo, las operaciones encubiertas de la CIA, la formación de terroristas suicidas en las madrassas y, por encima de todo, la corrupción que hace posible todo ese juego mortal que domina secreta y criminalmente nuestros destinos.

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En realidad, deberíamos saber perdonar a nuestros enemigos siempre y cuando, eso sí, ya se hayan derrengado.

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Hasta hace tan sólo unos días, siempre que oía hablar de células faciales, las relacionaba con esos productos de belleza que animan a revitalizar la piel, pero ahora también las relaciono con las células faciales que hay en una zona de nuestro cerebro, pues acaban de confirmar en la revista Nature que los monos y las personas utilizamos el mismo sistema para identificar a los individuos conocidos o a los que, sin serlo, forman parte de nuestra familia o grupo. Por lo visto, la zona del cerebro conocida como la zona de las células faciales es la encargada de almacenar los retratos tipo que permiten que el animal o la persona reconozca a otros individuos. Es evidente que este mecanismo puede desempeñar un papel en la creación de vínculos sociales y que, además, es un sistema que puede tener una ventaja evolutiva.

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Después de todo, nadie puede negar que es importante distinguir entre amigos y enemigos, incluso cuando son de una misma raza. Entre los chimpancés, por ejemplo, que son los parientes más cercanos del ser humano, son famosas las peleas entre distintos clanes que acaban a veces en unas muertes que los emparentan con el espeluznante mundo que precisamente puede verse, por ejemplo, en el revelador thriller Syriana.

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Lista abreviada de los más recientes enemigos de mi salud: embutidos, quesos y jamones curados, margarinas, frutos secos salados, sopas de sobre, cocos, purés instantáneos, José María Aznar, cubitos de caldo concentrado, alcoholes todos, zanahorias, espinacas, apio.

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El duelo de Joseph Conrad es una de las novelas más divertidas que conozco sobre la historia de una enemistad inquebrantable. Y es, por otra parte, una obra maestra. Cuenta la singular peripecia, durante las guerras napoleónicas, de dos tenientes de húsares abocados por las circunstancias a entablar una prolongada contienda privada (todo tipo de duelos a espada y otras modalidades del enfrentamiento con peligro de muerte), cuyo inesperado desenlace llega nada menos que hasta el final de sus días cuando ya son generales y uno de ellos le pasa al otro, sin que éste lo sepa, un sueldo de por vida, aunque no puede decírselo (y menos aún decírselo para al fin avenirse), pues el ofendido orgullo del rival, al saber que su enemigo le perdona de esa forma la vida, impediría por completo cualquier reconciliación.

"-Querida, tenía el derecho de saltarle los sesos; pero como no lo hice, no podemos dejarle morir de hambre. Ha perdido su pensión y es totalmente incapaz de hacer algo en la vida para sí mismo. Hemos de preocuparnos de él, en secreto, hasta el fin de sus días".

Está claro que los extremos se tocan y que hay enemigos que, aun sin decirlo, acaban necesitándose y queriéndose mucho.

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Del verdadero rival te llega un valor sin límites. Lo decía Kafka. Y es lo mejor que he leído acerca de ese enemigo que seguramente es nuestro enemigo común. Lo mejor que he leído junto a unos comentarios del siempre agudo Nabokov: "El escritor verdaderamente creativo debe estudiar con sumo cuidado las obras de sus enemigos o rivales, incluidas las del Todopoderoso". Es un consejo magnífico para principiantes. Las obras del Todopoderoso son de diferente corte y confección. En prosa tiene la Biblia y en teatro Divinas palabras, de Valle-Inclán. Pero en poesía dramática nos ha dejado la vida misma. Todo principiante debe saber que estudiar con sumo cuidado las obras divinas de su gran enemigo puede ayudarle a triunfar, es decir, a tener muy pronto todo tipo de enemigos.

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Tengo una táctica ante cualquier enemigo que pueda surgirme: Cuando ataca, no me doy por enterado, practico la indiferencia, y pueden pasar años; no complazco al adversario respondiéndole y haciéndole propaganda, dejo que siga roído por la envidia metaliteraria, que siga en su ciénaga aspirando a ocupar mi lugar, ese estrado inalcanzable. Cuando el enemigo se retira, le persigo. Cuando está fatigado o veo que el imbécil olvidó ya sus pullas, ataco. Despiadadamente.

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