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Alemania 2006 | Togo-Francia

Francia se agarra a 'monsieur Músculos' para vencer a Togo

.Pocos meses antes del Mundial, Raymond Doménech, el técnico de Francia, asumió que tenía un problema: su equipo tenía las piernas gastadas, agotadas por los años y los partidos. Su idea tenía apoyo en la estadística. Francia acudía a Alemania con un equipo muy similar en edad al que fracasó en la Copa del Mundo 2002 (más de 29 años de media). El grupo dependía -depende- de Zidane, un jugador de 34 años. Y su once titular en Alemania iba a ser (hoy es) el más viejo de la competición, con casi 30 años de media. Había que buscar soluciones de urgencia. Un mago que pusiera al equipo en funcionamiento. Y Doménech, tras estudiar varias opciones, llamó a monsieur Músculos.

El señor Músculos es Robert Duverne, el preparador físico de Francia y del Lyón, y su papel en el partido de hoy contra Togo es de todo menos irrelevante. De él depende que, ausente Zidane por sanción, Francia aguante un ritmo alto de partido. Su peso en la selección es innegable: hablando con él, Doménech decidió que Tignes, el santuario del Lyón, era el lugar ideal para recuperar a sus gastadas estrellas.Allí, rodeado de montañas, Duverne pulió a los jugadores franceses con ejercicios de carrera y bicicleta al aire libre, caminatas con raquetas en alta montaña y prácticas alrededor de un lago. Nada demasiado exigente. Su objetivo: "oxigenar" a los futbolistas. Descansarlos. Aunque eso significara ir contra sus obsesiones: "Hay que trabajar permanentemente. Este es un deporte de resistencia que también exige velocidad".

Un obseso del control

Sus métodos son sencillos: "Trato de encorajinar a la gente", cuenta. "Siempre llevo conmigo mi cronómetro y vigilo permanentemente el tiempo y a los jugadores". Los resultados de tanto trabajo no han sido satisfactorios: Francia domina los partidos durante 70 minutos. Luego, sepultada por los años de Zidane (34), Vieira (30) o Makelele (32), se hunde. Todos los ojos miran entonces al banquillo, donde Doménech se desespera y Duverne, el responsable, permanece inalterable. Normal: tiene una personalidad fuerte. Y poliédrica.

Por un lado es un obseso del control. Lo cronometra todo. Su vida y la de sus pupilos se mide en minutos y segundos. Por el otro, es el compadre. Mima a los jóvenes. Les inculca "el concepto de solidaridad". Y ellos le respetan. Hay ejemplos: Coupet, segundo portero, abandonó la concentración de Tignes a los tres días. Estaba harto de no jugar porque la vieja guardia de la selección imponía que lo hiciera Barthez, según las malas lenguas. A Coupet le llamó al móvil el seleccionador. No contestó. Lo intentaron los directivos de la federación. Fracasaron. Entonces le llamó Duverne: 45 minutos después, Coupet estaba de vuelta. "Los entrenamientos me sirven de escapatoria. Estoy como un toro. Me he refugiado en el trabajo físico", explicó el miércoles. Duverne le ha dado una escapatoria. Un refugio. Otra vez ha sido el compadre. Hoy ante Togo se sabrá si sigue siendo monsieur Músculos.

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