Mucho mérito, poca suerte
Pese a sus carencias físicas, Arabia Saudí rasea el balón y empata ante una triste Túnez
Arabia Saudí rozó ayer su milagro en Múnich. Le sobró el último minuto. Pese a sus enormes carencias físicas, había logrado revolcar a Túnez con la vieja teoría de la pelota. Siempre por el suelo, bien tratada, buscando la combinación. Así logró fabricar dos excelentes goles y remontar la desventaja inicial. Así había logrado entusiasmar a un público aburrido en la primera hora. No pudo, sin embargo, resistir la proeza: en el tiempo de descuento empató el central Jaidi, esa mole del Bolton Wanderers que no había defensa saudí que lo parara. Porque los jugadores saudíes son livianos, delgados, con piernas como alambres y apenas experiencia internacional. Incapaces de ganar en un solo choque con el rival. De ahí el éxito. Todo lo contrario que para Túnez, que se daba por seguro vencedor y decepcionó con un fútbol primitivo.
RESULTADO
TÚNEZ 2 - ARABIA SAUDÍ 2
Contra el tópico de que ya no hay distancias en el fútbol, hay que decir que sí, que hay distancias. Son años luz los que separan a equipos como los de ayer en Múnich de los grandes del planeta. Es el milagro del fútbol. Un partido con escaso interés mediático, al menos en el ámbito occidental, y el flamante Arena estaba lleno: 66.000 espectadores. Unos 15.000 seguidores tunecinos, todos de rojo, y un número mucho menor de saudíes, vestidos de verde. Emoción no le faltó hasta el último segundo. Distintas maneras de entender el juego. Y deportividad entre asiáticos y africanos.
Debido a su fragilidad, los saudíes se convirtieron en carne de cañón cuando tenían un córner o una falta lateral en contra. Como en el gol. Subieron a rematar la falta los centrales tunecinos, los defensas saudíes no se quitaron el balón de encima y Jaziri lo empaló de manera acrobática. Horas antes de la cita, concentrados en el centro de Múnich, los hinchas tunecinos lucían muchas camisetas con el mismo nombre: Jaziri, delantero de 27 años, del Troyes francés, que tiene regate y cierta potencia. Junto a Santos, el brasileño que ayer no jugó pero sí estará ante España, son los dos peligros de Túnez. Casi los únicos. Jaziri remachó el primer tanto y centró en el segundo para que Jaidi cabeceara a gol. Fue nombrado hombre del partido.
El deseo de los saudíes por rasear el balón por la hierba, por acercarse triangulando hasta el área contraria, resultó emocionante. No dieron ni un pelotazo, al contrario que Túnez, que jugó mucho peor pese a disponer de jugadores mucho más reconocidos: Trabelsi (Ajax), Jaidi (Bolton) o Namouchi (Rangers). Uno repasaba, en cambio, la alineación de Arabia Saudí y era imposible no sentir cierta compasión por su entrenador, el brasileño Marcos Paquetá. Ni un solo futbolista actúa fuera de las fronteras árabes. Ni un solo talento que exportar. Y, sin embargo, los brasileños del desierto rindieron honores a su apelativo. Se apoderaron de la pelota en la segunda parte y fabricaron una jugada espléndida que les valió el empate. El lateral derecho Dokhi lanzó un pase largo a la banda al interior Noor. Éste entró velocísimo hasta la línea de fondo y su centro raso lo tocó de primeras Al Kahtani, a la escuadra.
Paquetá salía del banquillo para frotarse los ojos. ¿Estaba soñando? Sí, lo estaba, como le confirmaron poco después los tres hombres que había sacado de refresco, Ameen, Al Hawsawi y Al Al Jaber. Los tres que elaboraron un contragolpe perfecto, siempre con el cuero por la pradera, que culminó el veterano capitán Al Jaber. Paquetá, técnico de los saudís vivió una jornada inolvidable. Lemerre, el de los tunecinos, para olvidar. Aunque al final se la endulzara el cabezazo del potente Jaidi.
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