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Fútbol | Liga de Campeones

Deco encarna en Da Luz la maldición azulgrana

Àngels Piñol

El coqueto y chillón estadio Da Luz no debe evocar buenos recuerdos a Deco. El medio azulgrana, brasileño de nacimiento pero portugués de adopción, perdió con la selección lusa y en el estadio lisboeta la final de la Eurocopa de 2004 ante Grecia. Y, anoche, cuando fue sustituido por Gabri en el minuto 75, ante un ensordecedor griterío, debió de maldecir la escasa fortuna azulgrana. El Barça, sólo en la primera parte, desperdició un catálogo de siete ocasiones. Ronaldinho y Van Bommel fallaron por partida doble y a la lista se sumaron Eto'o, Iniesta y el propio Deco. La relación creció de forma alarmante en la segunda con una de Larsson y dos más del holandés. Ni el propio Deco se libró de la quema. El medio portugués realizó un jugadón por la banda, pero, incomprensiblemente, él, que suele ser letal, solo ante la puerta, envió la pelota fuera. Se llevó las manos a la cabeza y dio una palmada con las manos lamentando la ocasión perdida.

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Estandarte durante años del Oporto, máximo rival de los equipos lisboetas, Deco fue recibido al principio con abucheos y gritos, pero poco más. La grada se dejó llevar pronto por la extraordinaria vorágine del partido. Fichado precisamente por el Benfica en 1997, Deco aterrizó en Europa con 20 años tras dejar el Corinthians, pero nunca llegó a jugar con el equipo lisboeta. Fue cedido al Alverca y el Salgueiros y triunfó finalmente en el Oporto, en el que, junto a José Mourinho, acabó ganando la Champions.

Frank Rijkaard, que también tuvo una relación extraña con este club -la federación portuguesa no le dio la licencia para poder jugar en 1988- se llevó a Deco a Málaga, pero no le alineó. Le reservó para Lisboa porque sabía que era el partido soñado por el portugués. Una noche para él. Pero no contó con algo: imposible imaginar la desgracia de la delantera, incapaz por segunda vez de marcar un gol en un partido europeo. "La gente se equivoca si piensa que por eliminar al Chelsea ya somos campeones", avisó Deco la víspera aludiendo a la importancia de marcar un gol.

La leyenda dice que el Benfica no se ha librado aún del vaticinio de Bela Guttman, su ex técnico húngaro, que, tras salir de mala manera del club, auguró que jamás ganaría otra corona europea.

Pero el Barça seguro que se acordó de la final perdida por culpa de los postes ante el Benfica en Berna. Entonces, en 1961, cayó el equipo azulgrana después de ver cómo cuatro de sus tiros eran rechazados por la madera. Ayer fueron dos los palos que, después de sendos remates de Larsson y Motta, frustaron dos de las muchísimas ocasiones de las que dispuso el equipo de Rijkaard, como si prosiguiera la maldición. Esta vez queda el partido de vuelta. La próxima semana dictará sentencia el Camp Nou.

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