Un penalti salvador
El Athletic vence gracias a una acción inocente del Getafe en San Mamés
Tiene el Athletic una tendencia autodestructiva que le sale en los peores momentos. A la mínima que se tuerce la lógica (ganar donde hay que ganar, perder donde hay que perder) se eleva una instancia a asuntos internos y todo se embarulla innecesariamente. Que si las ruedas de prensa separadas, que si el debate sobre Urzaiz, que si las pitadas a Yeste, que si los jóvenes. Ante el Getafe, el Athletic se jugaba media vida (por los puntos, por la autoestima, por el valor incalculable de San Mamés), y sin embargo prevalecieron asuntos particulares hasta que dieron las ocho en La Catedral y Clemente volvió a apostar por tres centrales para asegurar una defensa insegura. A cambio, apostó por Urzaiz después de asegurar que el navarro debe ofrecer en San Mamés "sus 30 minutos esplendorosos". Ayer le concedió 94. Dicho y hecho.
ATHLETIC 1 - GETAFE 0
Athletic: Lafuente; Iraola, Prieto, Lacruz, Amorebieta; Ustaritz (Dañobeitia, m. 55); Aduriz (Expósito, m. 89), Gurpegui, Orbaiz, Yeste (Tiko, m. 81); y Urzaiz.
Getafe: Calatayud; Cotelo, Belenguer, Matellán, Pernía; Diego Rivas; Redondo (Pachón, m. 80), Celestini (Paunovic, m. 80), Riki, Gavilán; y Güiza (Vivar Dorado, m. 71).
Gol: 1-0. M. 73. Orbaiz transforma un penalti de Matellán a Yeste.
Árbitro: Puentes Leira. Amonestó a Amorebieta, Belenguer, Calatayud, Teste, Orbaiz y Redondo.
Unos 37.000 espectadores en San Mamés.
Tiene algo el Athletic de baile de máscaras, de juego de naipes. El Getafe, no. El Getafe es diáfano: defiende con fuerza, presiona con una insistencia agotadora y arriba tiene la calidad suficiente con Güiza, Riki y Gavilán para asustar a cualquiera. El Getafe tiene la sinceridad y la calidad de los humildes, es decir la horma más inadecuada del zapato rojiblanco. Tanto era así que daba más muestras de debilidad inicial el Athletic que le encargó a Ustaritz el marcaje al hombre de Riki, a sabiendas de que lo que peor digiere la zaga rojiblanca es un media punta con calidad. El chico hizo su trabajo y luego le cambiaron cuando hacían falta otras cosas.
Pero a cambio de tantas precauciones el Athletic iba perdiendo efectivos en las zonas calientes. Le sobraban defensas -por falta de fe en la defensa- hasta que Clemente en la segunda mitad decidió prescindir de Ustaritz (podía haber sido cualquier otro) para dar entrada a Dañobeitia.
Al Getafe le valía lo que tenía. Todo le funciona según lo previsto: lo primero presionar, luego conducir el balón -cosa de Diego Rivas- y más tarde la calidad de los de arriba, especialmente la alegría de Gavilán, el intermediario entre los dos killers, Riki (ayer muy apagado) y Güiza (ni siquiera encendido).
El Athletic juega a espasmos. En la salida se arrebató y encontró a Iraola que se sacò dos jugadas fantásticas, cosidas al pie, malgastadas por Orbaiz, la primera, y por él mismo la segunda tras la pared con Urzaiz. Dos jugadas fantásticas mal acabadas, mientras el Getafe se asentaba en el campo, como adecuándose a la embestida de un equipo herido y asustado. Hasta la media hora larga de encuentro no disparó a puerta, por medio de Güiza, con intención pero sin peligro. Pero a falta de ocasiones, el Getafe iba minando la resistencia anímica de un Athletic obligado a ganar y por lo tanto confuso, acelerado, a veces descolocado.
Al Athletic le sobraba pase y le faltaba velocidad. Ni Urzaiz, ni Aduriz son futbolistas para el desborde, sino para recibir asistencias, así que se perdían como el azucarillo en el café.
Clemente dió con la clave. El Getafe salió la segunda mitad mandando, asustando, y el ténico rojiblanco decidió incorporar lo que le faltaba -velocidad- y prescindir de algo de lo que le sobraba -centrales-. La entrada de Dañobeitia asustó al Getafe. Es lo que tiene la velocidad. Y en el Athletic decir velocidad es decir Dañobeitia, un chico joven con más virtudes que excelencias. El extremo le metió el miedo en el cuerpo al Getafe, que hasta enconces andaba sobrado, y le permitió al Athletic llegar a donde no llegaba.
Y en esto llegó el penalti. Un libre indirecto, Matellán empuja a Yeste y el árbitro pita penalti. El empujón no es fuerte, pero claro. El penalti, pues, es indudable, aunque bien es cierto que un cuarto de hora antes Amorebieta cometió otro penalti sobre Riki que nadie señaló. Es lo que tienen los partidos igualados, que a veces se deciden accidentalmente. Y esta vez el accidente benefició al Athletic y a sus circunstancias.
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