Unos 100.000 espectadores asistirán en Sevilla a 'Dralion' del Circo del Sol
La compañía canadiense mezcla la tradición china y la vanguardia occidental en su montaje
El Circo del Sol presentó ayer en Sevilla su espectáculo Dralion, una producción que ha tenido que prorrogar su estancia en la ciudad por tres veces consecutivas ante la demanda de entradas y que se calcula que verán unas 100.000 personas. La inmensa carpa, Grand chapiteau, permanecerá en la capital andaluza hasta el 24 de febrero. Los tradicionales dragones chinos y la vanguardia de Occidente inspiran este nuevo montaje de la compañía canadiense.
Dralion ha pasado ya en España por Madrid, Barcelona y Bilbao y lo han visto más de 400.000 espectadores. Tras su estancia en Sevilla, la compañía espera llegar a los 500.000 espectadores, aunque la cifra aumentará porque les queda otra cita en Valencia.
El espectáculo busca la sintonía entre las tradiciones de China, un país conocido por la calidad de sus artistas circenses, y la vanguardia de Occidente, presente a través de la música de una banda en directo que dirige Sthephen Poulin y de las voces de Erik Karol y Agnès Sohier. El Grand chapiteau estuvo casi lleno la noche del pasado miércoles, durante el ensayo general, y lo que más impresionó al público -preparados ya para casi cualquier cosa cuando se trata de El Circo del Sol- fue el número que combina la cama elástica con una coreografía de danza vertical. Algunos invitados casi se dislocaron el cuello la noche del ensayo general tratando de averiguar sí los acróbatas estaban enganchados a un cable que los ayuda a subir tan fácilmente por una pared vertical. Sin embargo, el cable no existía.
Guy Caron, el director de creación de la compañía canadiense, presenta una sucesión de números a cada cual más sorprendente que intercala con números de humor a cargo de los payasos Philippe Aymard, Juan Carlos Bratoz y Gerry Regitschnig, un trío que hace las veces del jefe de pista en los circos tradicionales.
Las coreografías aéreas, como la que realizan Igot Arefiev y Claudel Doucet, o los número del salto del aro y de la cuerda que presenta un grupo de artistas chinos destacan en un montaje de dos horas que no deja de sorprender.
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