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Crítica:TEATRO | 'Viaje del Parnaso'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Alforjas para un viaje

Javier Vallejo

Cervantes tenía en gran estima el Viaje del Parnaso, única de sus obras en verso que dio a la imprenta: en el prólogo a las Novelas ejemplares la sitúa junto al Quijote y La Galatea, pero la crítica la ha valorado muy por debajo. Es un poema de casi 3.300 versos endecasílabos, en el que el autor narra en primera persona cómo Apolo le llama para defender el monte donde habitan las Musas del asedio de los malos poetas.

A lo largo del texto, Cervantes hace una lista de poetas de mérito y reivindica su propia obra. El Viaje tiene algo de autobiografía simbólica y de catálogo de autores, y mucho de parodia, inspirada explícitamente en Viaggio in Parnaso, de Cesar Caporali di Perugia, y en las menipeas, sátiras donde se evocaban las grandes epopeyas griegas.

Viaje del Parnaso

De Miguel de Cervantes. Versión de Ignacio García May. Intérpretes: Israel Elejalde, José Luis Alcobendas, Fernando Cayo, José Luis Patiño, Iñaki Rikarte. Músicos: Eduardo Aguirre de Cárcer, Alba Fresno, Beatriz Millán, Sara Águeda, Manuel Pascual. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Escenografía, atrezzo y vestuario: Juan Sanz y Miguel Ángel Coso.

Dirección: Eduardo Vasco. Teatro Pavón. Madrid. Del 21 de diciembre al 22 de enero.

Hacer teatro de la poesía no resulta sencillo, y es la primera vez, creo, que la Compañía Nacional de Teatro Clásico se mete en un empeño que va un poco más allá del que estrictamente le corresponde. La versión de Ignacio García-May está muy elaborada: distribuye los versos entre personajes; poda más de cuarenta nombres de poetas que acuden en defensa del Parnaso, para que la relación no sea interminable; corta y cose, de manera que el espectáculo quede en poco más de hora y media. En algún caso, traduce o amolda sin necesidad verdadera, añade sus gramos de autoría.

El papel de Cervantes aparece dividido entre cinco actores: se van cediendo la palabra en un decorado que remeda el escenario de los corrales de comedias. Entre todos manejan un títere que también es Cervantes, y van sacando muchos otros muñecos, y barcos de juguete. El quinteto interpreta todos los personajes. Su trabajo está bien empastado: destaco la manera de José Luis Patiño, y su prosodia, y la de Fernando Cayo. El montaje está elaborado con voluntad de estilo.

Eduardo Vasco, su director, ha decidido usar recursos escénicos antiguos (máquinas de viento, alguna luz movida por los propios actores), que hoy adquieren ingenuidad y encanto. La escenografía de Juan Sanz y de Miguel Ángel Coso, y el atrezzo remedan los del Siglo de Oro. Cuatro músicos acompasan el espectáculo de principio a fin: resulta entretenido hasta que la falta de verdadera acción dramática comienza a pesar más que toda la teatralidad añadida.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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