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EL LIBRO DE LA SEMANA

Camino de desolación

CUANDO EN 1967 llegó el 50º aniversario de la Revolución de Octubre, el sistema soviético parecía definitivamente asentado. Las previsiones de alcanzar los indicadores económicos de Occidente no obtenían demasiada credibilidad, pero a cambio de un autoritarismo en apariencia menos opresivo, mejoraban las condiciones de vida y en principio todos obtenían lo suficiente para una vida austera. Marcuse explicaba que el marxismo soviético llevaba dentro las potencias susceptibles de superar los obstáculos del pasado estaliniano.

Pronto la invasión de Praga por los ejércitos del Pacto de Varsovia sofocó las esperanzas de cambio. Y en los años setenta fue disipado el espejismo de la eficacia económica. Si un libro de Solzhenitsin había sido el emblema de la apertura bajo Jruschov, su persecución y la de otros disidentes vino a demostrar que la capacidad represiva del sistema permanecía intacta. El "socialismo real", ensalzado una y otra vez con la conocida lengua de palo, se sostenía gracias a un férreo control social y al impulso agresivo que le llevaría a la crisis tras la invasión de Afganistán en 1979. Ni transparencia, ni democratización parcial, ni intentos de regresar a la pureza doctrinal de Lenin. Con su estrepitoso fracaso, el esfuerzo de Gorbachov por llevar adelante su perestroika fue la comprobación de que el régimen era irreformable.

La historia posterior no ofrece un balance demasiado optimista. Pero al menos gracias a la lectura de los archivos antes secretos hemos podido mejorar el conocimiento de lo que fue en realidad la vida del homo sovieticus, o mejor, su oscilación pendular entre la supervivencia y la muerte, bajo un poder arbitrario que se legitimaba por su pretensión de ser "el único camino" para la emancipación del hombre. Una investigación tras otra, hemos pasado de descubrir el verdadero rostro de los dirigentes, con Lenin en primer plano, a adentrarnos en los mecanismos que puso en marcha Stalin para destrozar tanto al hombre como al medio natural. Ingenieros del alma es una muestra inmejorable de esa labor de esclarecimiento.

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