Joseph Rotblat, científico que renegó de la bomba atómica, premio Nobel de la Paz
Sir Joseph Rotblat, científico británico de origen polaco, murió el 31 de agosto a los 96 años. Rotblat apenas era conocido del gran público hasta que en 1995 recibió el Premio Nobel de la Paz por su lucha contra el arma nuclear. El ya octogenario científico compartió el premio con la Conferencia de Pugwash de Ciencias y Asuntos Mundiales, el discreto foro de debate que fundó e impulsó desde 1957 a partir del famoso manifiesto antinuclear firmado en 1955 por Albert Einstein apenas dos días antes de su muerte. Entre los firmantes estaban también Bertrand Russell, el propio Rotblat y otros seis científicos y pensadores.
Joseph Rotblat trabajó en Los Álamos en el Proyecto Manhattan, que tenía por objeto conseguir la bomba atómica. Pero abandonó en secreto Los Álamos en 1944, cuando descubrió que el espionaje norteamericano había llegado a la conclusión de que la Alemania de Hitler no estaba en condiciones de fabricar la bomba y el militar que dirigía el Proyecto Manhattan le comentó de manera trivial que el verdadero objetivo de la bomba nuclear no era parar los pies a Hitler, sino establecer el dominio de Estados Unidos sobre la Unión Soviética. Rotblat, que renegaba de la bomba, pero aceptó trabajar en ella para impedir que los nazis conquistaran el mundo, huyó de Los Álamos en secreto, fue acusado entre líneas de ser un espía soviético y no pudo entrar de nuevo en Estados Unidos hasta los años sesenta.
Nacido el 4 de noviembre de 1908 en Varsovia, en el seno de una próspera familia judía, Rotblat vivió una infancia feliz, ilustrada y llena de comodidades hasta que la Primera Guerra Mundial y el auge del antisemitismo arruinaron el negocio familiar. Empobrecido hasta la miseria, se puso a trabajar de electricista y a estudiar ciencias por su cuenta. Aunque su familia quería aprovechar su privilegiado intelecto para convertirle en rabino, su inteligencia le valió una beca para estudiar en el Departamento de Física de la Universidad de Varsovia, donde llegó a ser director del Instituto de Física Atómica.
En 1939 se instaló en la Universidad de Liverpool. Dos días después de que Rotblat saliera de Varsovia, dejando allí a su mujer enferma con la intención de que viajara a Inglaterra en cuanto se repusiera, Hitler invadió Polonia. La mujer del científico murió en el gueto de la capital polaca, pero años después el espionaje británico consiguió localizar y enviar al Reino Unido a varios familiares de Rotblat que éste creía muertos, ganándose así para siempre su fidelidad al Reino Unido, donde pasó el resto de su larga vida.
La bomba nuclear, de cuyas posibilidades destructivas fue consciente cuando trabajaba en el Laboratorio Radiológico de Varsovia, marcó su existencia. "Mi primera reflexión fue tratar de olvidarme de todo eso, como una persona que trata de ignorar los primeros síntomas de una enfermedad mortal. Mi temor era que alguien intentase poner esa idea en práctica", rememoró en 1985.
Tras colaborar en su fabricación mientras pensó que serviría para derrotar a Hitler, consagró su vida a estudiar los beneficios de la medicina nuclear y combatir la existencia de la bomba. Uno de sus principales instrumentos en esa lucha fue la Conferencia de Pugwash de Ciencias y Asuntos Mundiales, que se reunía en esa remota localidad de Nueva Escocia (Canadá) por exigencia de su patrocinador, nacido en Pugwash. Era un foro con aspiraciones de equidistancia política que reunía discretamente a científicos de los dos lados del telón de acero para trabajar por la destrucción de los arsenales nucleares. Un foro de perfil deliberadamente bajo para mantener abiertos los canales de comunicación entre el Este y el Oeste en los años de la guerra fría.
En 1995, esos desvelos le merecieron el Premio Nobel de la Paz, que le fue otorgado cuando tenía ya 86 años. "Mientras existan arsenales de armas nucleares existe la posibilidad de que se usen. Nuestro objetivo es la completa eliminación de estas armas", explicó tras ser premiado. "Los científicos son responsables del impacto que su trabajo tiene en la sociedad. En nuestros días, la ciencia juega un papel primordial en el mundo y está en condiciones de decidir el destino de la humanidad", dijo también ese día.-
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