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Reportaje:VUELTA 2005

Heras, 'sprinter'

El bejarano cobra seis segundos de bonificación al imponerse en una meta volante

Carlos Arribas

"¡Arranca, Paco; arranca!". A la vista de la pancarta de la última meta volante, entre naranjos y tees de campos de golf, Pablo Lastras, Penkas, alto, luminoso, urge a su compañero Paco, Pakito, Mancebo: "¡Sprinta, Paco; sprinta!".

Como respuesta, a Penkas le llega a sus espaldas un murmullo entre dientes y jadeos, un rozar de manillares y codos, el ruido metálico de cadenas y llantas, el silbido del aire entre los radios. "¡No puedo, Penkas; no puedo!", dice, el jadeo murmullado; "¡estoy encerrado!". Y, al mismo tiempo, un fogonazo amarillo, más deslumbrante que el sol del Maestrazgo, más rápido, un rayo, deslumbra a Penkas por su izquierda. ¡Zas! Es un sprinter de amarillo, un hombre muy rápido, el que le desborda, el que adelanta su rueda, el que gana la meta volante, el que suma seis segundos de bonificación.

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"Pero... un momento. ¿Un sprinter de amarillo? En la Vuelta, de amarillo sólo va el líder y el líder es Roberto Heras, que es menudo y escalador, y muy serio. No puede ser..." El pensamiento se le congeló a Penkas dos décimas de segundo después de haber empezado a formularlo. Había descubierto la última faceta de Heras, de un hombre en estado de gracia que ayer, en una meta volante en la que el equipo Illes Balears había tomado posiciones porque la carretera era estrecha, peligrosa; porque había mucho veneno escondido, aprovechó que pasaba por ahí para duplicar, así, en un plis-plas, su renta sobre Denis Menchov, el segundo en la clasificación general. De seis a doce segundos.

Y esto no es todo, amigos, anuncian los publicistas del fabuloso bejarano, que acogotó a todo el mundo con sus cambios de ritmo en la subida de Valdelinares: mañana, en la contrarreloj de Lloret, asistiremos a la última evolución del ciclista callado, a su transformación en contrarrelojista. Algunos exagerados hasta anticipan que Heras ganará la etapa, pero su director, Manolo Saiz, más modesto, precisa: "Vale, bien; no diría que no si se tratara de la última contrarreloj de la Vuelta, aquélla en la que más lucen los que más fuerzas tengan aún. Pero, llegando sólo al final de la primera semana, calculo que a Roberto puede que lo superen los especialistas en la materia. Pero, claro, a sus rivales en la general, a Mancebo, el más peligroso; a Menchov, a Carlos Quesada, los ganará".

En éstas, a mitad de su discurso, un periodista se acerca al director del Liberty. Carraspea. "Perdón, Manolo", le dice, "pero en estos tiempos que vienen la pregunta es obligatoria. Ya sabes, acaba de pasar lo de [Lance] Armstrong, el ciclismo está así y hay gente que piensa que quizás Roberto...".

Saiz la coge al vuelo. "Los fracasados y los idiotas son los que piensan así", le interrumpe, súbito; "hay que mirar el historial de Heras antes de hablar. Si Heras no hubiera ganado ya tres Vueltas, por ejemplo, sí que quizás habría que pensar en cosas extrañas".

Heras ha ganado tres Vueltas y una meta volante al sprint, por lo que a nadie puede extrañarle que pase lo que pasa como a nadie le extrañó tampoco que Max van Heeswijk, pese a ser holandés, ganara la etapa en Vinaròs. Dicen los belgas, que no se llevan muy bien con sus vecinos, que los holandeses, con esas carreras suyas que se gastan, esos circuitos circulares en los que todo es frenazo, curva, sprint, frenazo, curva, sprint, sólo valen para ser podencos, mulas laboriosas, nunca sprinters, gente de clase, hermosa. Los belgas hablan de Boonen, un icono, 1,90 metros, espuma en el pelo cuidadosamente despeinado, que duerme cada noche en un colchón de látex en el que las energías perdidas se recuperan entre ronquidos. Los holandeses, entonces, sacan de la manga a Van Heeswijk, que corre en el equipo de Armstrong y es muy vivo. Pese a pinchar en el último, frenético descenso, el chico de azul se aprovechó a la perfección del magnífico trabajo del T-Mobile para Erik Zabel -Alessandro Petacchi había pinchado y se había quedado cortado- para ganar.

Claro que quizás lo logró con tanta facilidad porque Heras, sprinter, el fabuloso chico de amarillo, quiso ser generoso y no entró a disputarle el sprint.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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