El desconocido perfecto
NO ES lo mismo un perfecto desconocido que un desconocido perfecto. Bezmozgis fue uno, después otro, y ahora se enfrenta al desafío del segundo acto consagratorio o al tropiezo que lo convertirá en, apenas, uno más entre muchos. A la luz de Natasha, sólo queda esperar que Bezmozgis no se deje encandilar por los elogios. No vaya a ser que le suceda lo mismo que, aparentemente, le sucedió a su hermano de sangre y temática Nathan Englander con los cuentos de Para el alivio de insoportables impulsos (Knopf, 1999 y Lumen 2002). Entonces, Englander fue presentado al mundo en 1999 como si se tratara de la segunda venida del mesías (con loas y comparaciones con antepasados ilustres muy similares a las que hoy le cantan a Bezmozgis), anunció novela a transcurrir en Argentina, y no se ha vuelto a saber de él.
El éxito tanto crítico como de ventas de Bezmozgis -el reciente y muy revelador The Making of a Best-Seller, de Brian Hill y Dee Power, le dedica varios párrafos como caso de estudio- no le ha librado, hay que decirlo, de ciertas quejas que consideran a tanta alabanza comportamiento perverso de una industria que antepone la explotación del autor a los verdaderos méritos de la obra. Pocas cosas más vendibles que el éxito instantáneo. Bezmozgis no ha hecho demasiados comentarios en este sentido. Admite que tuvo suerte y buenas conexiones; pero también aclara que no hay hype o bombo capaz de sostener a un autor improvisado por demasiado tiempo.
Y, por supuesto, seguro, a no dudarlo, por estos días el agente y el editor de Bezmozgis están esperando una primera y magistral novela. Buena suerte para ellos. Y -ya ha anunciado que está trabajando en ella, que está leyendo mucha historia rusa, pero no quiere decir nada sobre tema o fecha de entrega mientras publica nuevos relatos o ¿fragmentos? En The New Yorker- todavía mejor suerte para Bezmozgis, claro.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.