El ciclismo que siempre ha sido
Los españoles han cumplido su papel de animadores secundarios del Tour
Un cuarto puesto (Mancebo), tres etapas (Valverde, Pereiro, Serrano), el más combativo entre mil (Pereiro), el farolillo rojo (Iker Flores), muchos fugados, las primicias agradables de Valverde, Zandio y Contador y tres gregarios de lujo (Rubiera, Noval, Beltrán). Acabadas las excepciones gloriosas en el Tour, el ciclismo español es lo que siempre ha sido.
Y como los jefes de los equipos, todos, dicen que se han cumplido sus expectativas, que ninguno ha fracasado, se puede llegar a la conclusión de que tampoco se esperaba gran cosa, lo que sí que es curioso, teniendo en cuenta, a), que el ciclismo español es, tras Italia, el más poderoso del mundo, y b), que ningún ciclismo como el español tiene una fijación tan intensa con el Tour de Francia. Y sumado todo eso, se puede llegar a otra conclusión: en realidad, en el ciclismo español, los corredores como Mancebo, Txente García Acosta, Zandio, Contador, ciclistas que piensan que una carrera deportiva no es sólo un medio de ganar dinero rápido y bien, sino un trayecto vital también, son la excepción.
Lo dice José Miguel Echávarri, director del Illes Balears que aún sigue creyendo en los Reyes Magos, que aún piensa que es posible la formación y crianza lenta, sin prisas, de un corredor hacia su madurez, como hizo antes con Indurain, y que se siente con fuerzas para llevarla a cabo con Valverde, la estrella deslumbrante: "En el ciclismo español mandan más los mánagers, los médicos, los amigos de los ciclistas, los que les aconsejan que lo importante es ganar el máximo trabajando lo menos posible, y lo más rápido, que los directores que quieren planificar a largo plazo, construir equipos con núcleo duro y solidez".
Quizás tenga razón Echávarri, o quizás no tanta.
Cuenta un ciclista que un día llegó su director y le dijo 'amigo, tienes que dar un paso adelante', que le montó en su coche y le dejó en la puerta de la consulta ambulante de un reputado y oculto médico. Y que el tal médico le hizo dos preguntas antes de establecer su tratamiento: a) ¿cuánto te quieres gastar? b) ¿cuántos años de contrato te quedan? "Si éste es el último año, seguiremos un tratamiento intensivo; si te quedan más, iremos con calma", le informó, planificándole de facto su rendimiento en las carreras del año.
Otro ciclista relata las preocupaciones de sus colegas las semanas previas al Tour cristalizadas en los contenidos de los mensajes intercambiados con sus móviles. Unos se pasan una dirección de Internet en la que se puede comprar unas pastillas milagrosas llamadas Erybooster, hechas a base de hierbas del altiplano de Etiopía y Kenia, totalmente naturales, que aumentan más que la EPO, eso dicen sus vendedores, el hematocrito y la hemoglobina. Otros se hablan de los famosos polvos mágicos del chico de la mochila, una papelina oculta en la mano cuyo contenido se deja caer subrepticiamente en el recipiente mientras se orina en un control y que hace desaparecer todo rastro de productos prohibidos.
Paco, Paquito, Mancebo, mientras, habla de seguir mejorando un poquito más, de regresar al Tour con 30 años, de subir un peldaño más, de una carrera a lo Zoetemelk, que cuando nadie lo esperaba, cuando todo el mundo le daba por acabado, ganó el Tour de 1980. Contador, de Valdemoro, se ha despedido echando cuentas, valorando lo que ha aprendido, con ganas de volver para seguir aprendiendo, para seguir creciendo poco a poco, pensando que él tiene 24 años y que Indurain ganó su primer Tour a los 27, y Armstrong también, que la victoria es un asunto de madurez. Zandio, formado en el Villavés, en la misma escuela que Indurain, se ha marchado feliz y cotizado. En su tercer Tour ha disfrutado, se ha fugado, ha trabajado para el equipo, ha terminado el 22º, ha rozado el triunfo de etapa, ha crecido y le llueven las ofertas. Se ha hecho hombre Tour. Noval, Rubiera, Triki, después de las celebraciones, las despedidas, abrirán los ojos y verán que sin Armstrong, ellos tendrán otras oportunidades, verán su carrera de otra forma. Y el abuelo Txente marca una novena muesca en su culata, piensa en su oficio, se prepara para la Vuelta, su novena Vuelta.
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