"Pequeñito, el año que viene ganamos el Tour"
París
Madrid, 27 de septiembre de 1998. La Vuelta a España ha terminado. Juan Luján, mecánico mexicano del US Postal está sentado en el bar de un hotel de la capital. No recuerda el nombre del establecimiento, pero como si fuera ayer, como si no hubieran pasado siete años y siete Tours, la escena la lleva clavada en su memoria. "Lance y yo hablamos un rato, de cómo se encontraba, de qué sentía después del regreso a la competición después del cáncer". Fue entonces cuando Armstrong miró a Luján muy serio y le dijo: "Pequeñito, el año que viene ganamos el Tour". "Tenías que verle los ojos para saber que no mentía, que estaba absolutamente convencido", recuerda Luján, que siempre ha estado a su lado, que ganó con Armstrong no uno, sino siete Tours.
Sólo Lance Armstrong y George Hincapie, encima de una bici, Johan Bruyneel, como director deportivo, y Geff Brown, y Juan Luján, mecánicos, pueden presumir de haberlo ganado todo, pero el mexicano rechaza medallas: "¡No, mamita! ¡No gané yo, ganó él! ¡Yo sólo preparo su bicicleta!", exclama. Luján, cuya familia está muy vinculada al ciclismo -su hermano corrió con Raúl Alcalá, profesional mexicano de los años 80, y él mismo hizo sus pinitos- y que sabía de Lance desde que el tejano logró el campeonato de EE UU de triatlón, pero no se saludaron hasta 1993. Fue en Sacatejas, México, lugar de nacimiento de Juan, aunque vive en California desde niño. Lance ya era campeón del mundo de fondo en carretera y fue precisamente Alcalá quien les presentó. Poco después se incorporó al equipo Subaru, embrión inicial del Motorola, donde empezó su relación laboral con Lance.
No tardó nada el de Austin en bautizar a Juan: "Siempre me llama Juan, o Juanito, y cuando está de muy buen humor, me llama pequeñito".
Unos meses después de aquella profecía en un hotel de Madrid, Lance Armstrong empezó a preparar junto a Johan Bruyneel la pelea por ganar su primer Tour, con el US Postal. En julio de 1999 llegó a los Campos Elíseos vestido de amarillo.
A Juan, el pequeñito para Armstrong, no le pilló por sorpresa. Lance le había avisado en Madrid.
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