El IPC de junio
El IPC aumentó en junio algo más de lo que lo hizo el mismo mes del pasado año (0,23% y 0,16%, respectivamente), por lo que la tasa interanual, es decir, lo que entendemos por inflación, subió del 3,06% en mayo al 3,14% en junio. Este dato fue unas centésimas superior al previsto por el que suscribe y por la mayoría de los analistas, lo que se debió fundamentalmente a la brusca e inesperada subida del precio del petróleo en la segunda mitad del mes. El IPC de junio no puede considerarse malo, pues lo que constituye el núcleo más estable de los precios y marca su tendencia a medio plazo, la inflación subyacente, disminuyó una décima, hasta el 2,5%, cifra que no se alcanzaba desde abril del pasado año.
En esta ocasión, la escalada del precio del petróleo no está siendo compensada por la apreciación del euro
De los cinco grandes grupos de bienes o servicios en que solemos desagregar el IPC, la inflación bajó en tres, los que componen la inflación subyacente, y subió en los otros dos, que conforman la inflación residual o volátil. Entre estos últimos, el grupo de productos energéticos retomó la senda alcista que había abandonado temporalmente en mayo y su tasa interanual aumentó 1,5 puntos porcentuales, hasta el 8,2%, lo que contribuyó a subir la inflación total en algo más de una décima. Las subidas han continuado en julio, mes en que dicha contribución podría ser el doble que en junio. También se comportó peor que un año antes el grupo de los alimentos sin elaborar, cuya tasa interanual pasó del 3% en mayo al 3,4% en junio. Podría pensarse que ello se debió a los efectos de la sequía; pero no, el culpable fue el pescado; al contrario, las frutas y verduras se comportaron mejor que un año antes, lo que quizá se deba a que funciona la importación como sustitutiva de la producción interna.
Entre los componentes de la inflación subyacente (gráfico derecho), destaca la nueva bajada de la inflación anual de los bienes industriales no energéticos, hasta el 0,8%, siguiendo la tendencia iniciada en el otoño del pasado año. Sin duda, esta moderación obedece también al efecto de los productos importados, que están aumentando rápidamente su cuota de mercado frente a los de producción nacional. Este hecho permite seguir siendo optimistas con vistas a los próximos meses, pues de otra forma, los efectos indirectos de la subida del precio de la energía podrían haber impulsado al alza los precios de estos productos. En cambio, la inflación de los servicios -que en su inmensa mayoría son de producción nacional, disfrutan de una demanda fuerte y, en muchos casos, se desenvuelven en mercados poco competitivos- se mantiene casi tres puntos por encima, en el 3,7%, aunque en junio también se comportó medianamente bien, bajando una décima, que fundamentalmente se debió al turismo, cuya demanda externa es débil.
La nueva escalada del precio del petróleo, que en esta ocasión, al contrario de lo sucedido en 2004, no está siendo compensada por la apreciación del euro, ha vuelto a empeorar las expectativas para los próximos meses. Como se muestra en el gráfico izquierdo, en febrero los modelos de previsión apuntaban una tasa interanual para diciembre de este año del 2,6%; dos meses más tarde la situaron en el 3,1% y ahora nos hablan del 3,8%. No obstante, para el próximo año son optimistas, pues predicen una caída constante a partir de febrero para acabar en el 2,7% en diciembre. Todo esto bajo la hipótesis, bastante moderada, de que el crudo de petróleo mantenga los precios actuales durante el periodo de previsión y el tipo de cambio euro/dólar se mantenga también estable. ¡Ojalá acierten!
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
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