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Crítica:LA LIDIA | FERIA DE SAN ISIDRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pequeño, suave, de algodón...

Antonio Lorca

Uno de los enemigos declarados de esta fiesta es ese grupo de ganaderos empeñados en echar agua a la bravura, dulcificar la casta, disminuir el riesgo y potenciar la nobleza, a fin de convertir el toro en una caricatura de sí mismo para goce y disfrute de figuras de papel cuché. En la búsqueda constante del toro artista, que embiste con cariño, sin molestar ni asustar, han encontrado a un sucedáneo de Platero, pequeño, suave, de algodón de azúcar para paladearlo y comerlo.

Viene todo esto a colación de los dos primeros novillos de la tarde, impresentables para plaza de esta categoría y motivo de vergüenza para la autoridad que los aceptó. Becerritos, blanditos, de corazón almibarado, que iban y venían pidiendo permiso al señor de luces que por aquí andaba, cual bailarín, en un intento baldío de estar a la altura cursi de animalito tan suave.

El Ventorrillo / Posada, Justo, Serrano

Novillos de El Ventorrillo, desigualmente presentados -muy chicos los dos primeros-, mansos y blandos; con genio los cuatro últimos. Santiago Ambel Posada: estocada baja y atravesada (silencio); estocada perpendicular (silencio). Álvaro Justo: estocada caída (oreja); bajonazo y estocada (algunos pitos). Sergio Serrano: estocada (ovación); tres pinchazos, media, un descabello -aviso- y un descabello (palmas). Plaza de Las Ventas, 30 de mayo. 3ª novillada de feria. Casi lleno.

Ambel Posada dio muchos pases, pero no lució nada porque lo que tenía delante era una sumisa ovejita a la que nadie concedió la más mínima importancia. Después, llegó Álvaro Justo, torero de espejo, que compone mucho la figura y maneja los engaños con empaque y hondura, y toreó con cierta gracia por naturales, en tandas muy cortas, a un animalito mimoso. Faltaba novillo, sin duda, para que los pases resultaran vibrantes, pero el público aceptó de buen grado la situación y le otorgó una benévola oreja.

Después de esta cursilada, salieron novillos mejor presentados, de casta mansa y algunas gotas de agresividad. El mismo Posada no fue capaz de domeñar las dificultades que le planteó el cuarto, y toreó acelerado, sin reposo, sin recursos, y siempre al hilo del pitón. Pasó desapercibido el novillero con el novillo artista y con el deslucido. No es buen balance para quien debe aspirar a tanto.

Decepcionó, asimismo, Álvaro Justo, que echó por tierra las posibilidades de confirmar el corto triunfo que alcanzó en el segundo. No era bobo ni artista el quinto, sino con sentido y genio, que requería los servicios de una muleta con mando en plaza. Parece muy frágil este torero y se afligió pronto. Comenzó por bajo con torería, pero fue incapaz de mantenerse quieto cuando la ocasión lo exigió. La muleta quedaba enganchada, se veía obligado a rectificar el terreno, no encontró la colocación y, poco a poco, fue desbordado por el novillo.

El triunfo de Serrano en su primero fue que resultó ileso de una espeluznante voltereta que recibió al citar con la zurda. El novillo, manso y deslucido, lo lanzó a una altura considerable, y el torero recibió un testarazo morrocotudo al caer en la arena. No obstante, se levantó como si tal cosa, con sólo un varetazo en la pierna izquierda. Antes y después de la cogida no dijo nada porque pretendió torear con la muleta retrasada y muchas prisas. De rodillas, ganando terreno, comenzó la faena al también manso sexto. Envalentonado aceptó el reto de su dificultoso oponente y consiguió tandas de escasa limpieza, pero de enorme vibración. Se quedó muy quieto y suplió su inexperiencia con un extraordinario pundonor. Falló a espadas y la oreja voló en la tarde ventosa y muy desangelada para los tres novilleros.

Sergio Serrano sufrió una espectacular voltereta, sin consecuencias, en su primer novillo.
Sergio Serrano sufrió una espectacular voltereta, sin consecuencias, en su primer novillo.ULY MARTÍN

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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