Infierno frío
Este Infierno está metido en un cubo de cristal, que ocupa el escenario; el espacio y los trajes están en blanco y negro, y el color de la carne; la iluminación corresponde a ese espíritu y está admirablemente lograda. Supongo que es Dios el que lo contempla desde la altura a mitad del techo sobre una gran bola, que imagino el mundo.
Se dice que hay allí pasiones y odios, sufrimientos y desastres; no advierto más que frialdad. Excepto en el vídeo que se proyecta: somos nosotros, o nuestras multitudes, nuestras guerras, nuestras ciudades; sale ruido de helicópteros, los aviones bombardean con gran estruendo y hasta se ve la imagen de Sadam Husein, que fue calificado en su tiempo de esplendor como sátrapa, demonio y centro del mal por Bush, y ahora no es más que un prisionero en calzoncillos, mientras los buenos torturan a sus antiguas huestes en varias prisiones del mundo.
Infierno
De La divina comedia de Dante Alighieri, por Tomaz Pandur, versión española de Luis García Montero. Música de Goran Bregovic. Intérpretes: Asier Etxeandia, Roberto Enríquez, Charo López, Sergio Péris-Mencheta, Juan Codina, Verónica Echeguía, Noemí Pérez, Damià Piensa. Ballet de Alberto Pineda, Carlos Beau, Mikel Larrabeiti, Salvador Mascians, Amaya Galeote, Gabriela Limatola, Ekatereina Borok. Dramaturgia, Livia Pandur. Escenografía, Sven Jonke. Iluminación de Juan Gómez Cornejo. Vídeo de Dragan Mileusnic y Zeljko Serdarevic. Dirección, Tomaz Pandur. Centro Dramático Nacional, sala María Guerrero. Madrid.
Busqué a Bush entre las imágenes del daño: no le vi. Vi en cambio un Sagrado Corazón sansulpiciano (galicismo: del arte religioso que se vende en plaza de San Sulpicio, París: la imagen corriente de los colorines pastel).
Orden y caos
Es evidente que, si se escenifica el infierno, se haga desde un punto de vista religioso, y ya se ve que éste es el católico de la infancia. El caos es nuestro; el orden, demoniaco, simbolizado por un ballet excelente y risueño. Un buen infierno, donde Dante llega a poseer a Beatriz, que pone en el helado escenario la humanidad de su fino cuerpo desnudo y enamorado (Verónica Echeguía). Ah, todo es bueno.
La música nos va trayendo también nuestra realidad no especialmente demoniaca: la compuesta por Bregovic -un rockero, pero también un director de música gitana balcánica se mete entre bandas sonoras de películas: el ADN tremendo de Barrí Lindón, en timbales; el Malherí doloroso de Muerte en Venecia-.
Dentro de que todo está en el orden de lo bueno, convertido en buen gusto, lo mejor para mí son los actores españoles: Asier Etxeandia como un gran declamador, pero también un atleta, igual que lo es Peris-Mencheta, y Charo López en sus dos apariciones y recitados admirables y con la ironía que hace que se vea también este espectáculo con una cierta tranquilidad. En su último parlamento asegura que a Dante no lo ha leído nunca nadie, o por lo menos La divina comedia. Será en los Balcanes.
Aquí gustó. Un espectáculo de calidad, con carácter de acontecimiento, después de haber pasado por algunos festivales, pero con esta grata concesión de estar traducido al español, adaptado por un gran poeta y bien dicho. Los aplausos del día del estreno fueron abundantes, pero sin emoción. Es lógico.
Babelia
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