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58º FESTIVAL DE CANNES

Un cineasta que pide al espectador explorar en sus conciencias

Elogiado por la crítica anteriormente con películas como Funny games y La pianista, ambas presentadas e incluso esta última premiada en Cannes, Michael Haneke regresa a sus inquietantes y perturbadoras visiones sobre el ser humano con Caché, vista ayer en concurso. "Me gusta provocar sensación de incomodidad y angustia en el espectador. Creo que eso le motiva a pensar y explorar parte de su psique que la vida cotidiana evita. Además, de ese modo intento que la gente aprenda por sí misma a explorar sus conciencias. No pretendo enseñar nada a nadie. Todo lo que hago es diseñar en mis historias diversas posibilidades de reflexión y que cada uno saque sus conclusiones", admitió.

Sin embargo, poco conmociona o provoca meditación con este despliegue de planos fijos por los que desfilan personajes atormentados y ensimismados, que nos conducen a un final ambiguo. "Nunca juzgo a mis personajes, si ellos son perversos y enfermos o no. Y les agradecería que no anticipen a nadie el desenlace de esta historia, pues se desvanecería la tensión que crea el suspenso y se perdería todo interés en ella", advirtió. "De cualquier modo, me gustan los finales abiertos para que ustedes encuentren su propia solución. No voy a darles las instrucciones de mis películas, sería contraproducente. Si quieren encontrarla pesimista u optimista, es cosa suya".

El pasado

Rodado sin iluminación, por tanto oscuro no sólo en su trama sino también en su fotografía, el filme de Haneke, realizador austriaco afincado en Francia, que repite con Juliette Binoche (con ella hizo Code Inconnu en 2000), no ha entusiasmado mucho. En él está latente la responsabilidad política e histórica que tuvo Francia con Argelia.

Pero Haneke asegura que se decepcionaría si la película se analizara sólo en clave francesa, pues "todos los países tienen muchas cosas y fantasmas de que avergonzarse sobre su pasado. Incluyo a Austria, de donde provengo, con respecto a la Segunda Guerra Mundial. Y a pesar de que existen estos elementos dentro de la trama, quiero aclararles que no se trata de una cinta política, sino de un filme personal sobre la culpabilidad humana".

Una espléndida Juliette Binoche aporta su glamour y buen oficio a una difícil interpretación. En su encuentro con la prensa esgrimió su discurso conciliador: "Me sentí hasta paranoica porque Michael jamás me explicó nada sobre mi personaje. Parecía no estar ni siquiera interesado en ello. Pero la verdad es que al final se lo agradecí, pues fue muy preciso en su trabajo y me otorgó toda la libertad que necesitaba". "Los actores somos simplemente una especie de instrumento para que Michael cuente sus historias", intervino el actor francés Daniel Auteuil, coprotagonista. "Sólo me indicaba que lo hiciera más rapido o más lento".

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