_
_
_
_
SIGNOS

Martín Lerma reúne poemas con "un aliento de derrota y catástrofe personal" en 'Árbol negro'

Ginés Donaire

El dolor humano, la desolación o el desasosiego, pero también la esperanza, son las constantes de Árbol negro, el último libro del poeta Martín Lerma (Villargordo, Jaén, 1959) y que ha publicado la editorial madrileña Devenir. La obra está compuesta por 41 poemas breves y dividida en dos partes, Metástasis del dolor y El ojo triste de la ortografía, más un poema que sirve de prólogo y que el autor escribió después de leer a sus hijos un poema de Leopoldo María Panero.

Hasta 26 apelaciones al dolor aparecen en el poemario de Martín Lerma. "En mi obra hay un aliento doloroso, de derrota, de catástrofe personal y colectiva", admite el poeta jiennense, quien, no obstante, apostilla: "también hay alegría, a la que se llega muchas veces desde el dolor, camino poco habitual, pero sí personal y poético".

Lerma, que es licenciado en Filología Hispánica, entiende la poesía "como un lugar para la reflexión, un espacio vital y artístico donde están presentes el amor, el odio (entendido como una forma de amar), el desasosiego y el dolor, pero también la esperanza". Una poesía, en definitiva, desgarrada donde el poeta se muestra consciente de la precariedad del lenguaje para llegar a la verdad, aunque también pretende que la palabra sea un eje de luz.

Se trata del cuarto poemario de Martín Lerma, que antes publicó Noveno realísimo (1981), Crónica de tu cuerpo (1989) y Deshora (2003). El escritor José Viñals, autor del prólogo de Árbol negro, define a Lerma como "un poeta neorromántico de clara estirpe española y rotundamente cercana al tenebrismo de su historia pictórica más ilustre".

Profesor del Centro de Educación de Adultos El Olivo de Villatorres (Jaén), Martín Lerma defiende la ética en su obra y su vida privada. "Cualquier hecho artístico debe llevar un planteamiento ético, y en mi obra, mientras aflora la ira, el dolor, el olvido, el silencio, la ternura, se ve asomar un hombre", manifiesta. Lerma relaciona el hermetismo que se puede apreciar en su obra con su lenguaje austero, pero arriesgado. "Intento arriesgar en el lenguaje porque en el territorio del lenguaje está patente la vida". Y añade: "A través de ese lenguaje el poeta nombra las cosas y las odia, las maldice, las persigue y las ama, y a través de ese lenguaje el poeta es un ser desamparado, hundido en la incertidumbre, desvalido frente al mundo, pero a la vez es un ser que ama el silencio y la belleza".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_