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Columna
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Los raros

Manuel Rivas

Ser freaky (es decir, friki) significa raro, estrafalario. Así que lo freak puede designar desde la monstruosidad al adefesio, pero siempre algo que provoque curiosidad. Una chaladura. Los freaks fueron las flores más raras de la época hippie, y de aquella osadía vital de los locos y sus cacharros quedan algunas huellas interesantes en el cine, la música o los tebeos. E incluso queda algún club de nostálgicos que se reúnen a ver la película Freaks todos los años. ¿Un club de freaks? ¡Eso sí que es raro! Hace años que lo freak se usa como término cultural, una especie de moda mutante de lo único e inclasificable. Todo arte novedoso representa algo freak, imprevisible, para el tiempo en que surge. Hay algo raro en la sonrisa de la Gioconda como lo hay en los ojos de la liebre de Durero. No tan raro, de todas formas, como la rareza que pinta Goya en la familia de Carlos IV. Tampoco es de extrañar que Don Quijote sea reivindicado como un gran héroe freaky, aunque tenga que competir con Godzilla, Kin Kong, la Bruja Averías, el Enano Rojo y gente así. Lo que ocurre con esta moda mutante, contradictoria, simpática, de lo chiflado, es que su destino no ha sido raro, sino más bien normal. Lo freaky es ahora una extendidísima etiqueta de consumo comercial. Bueno, el mago de Oz es otro héroe raro, y su creador era un genial escaparatista. Hay tiendas freaks de todas clases: bolsos raros, sombreros raros, e incluso animales de compañía raros. Por no hablar de las snakers, zapatillas deportivas raras y carísimas. Quizás los auténticos freaks de hoy, los "chicos raros", son seres que no se dejan ver porque su chifladura es virtual, una prolongación del rol, las consolas y los videojuegos. Hay un gran equívoco sobre estos productos: los mayores consumidores no son los niños, sino adultos que se resisten a serlo. Está por desarrollar una teoría política de lo freaky. Pero, entre otros signos, el vídeo de los "chicos raros" de la FAES sobre el 11-M, la chaqueta cruzada de Zaplana, la chaqueta de cruzado de Acebes, y el rol virtual de Aznar ("¡Ese monstruo!", en elogio freak), hacen pensar que más que una derecha dura lo que hay en España hoy es una derecha rara.

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