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Perfil | Luis Delso

Un ganador de apuestas

Tras su fogueo en la banca americana, a los 30 años inició como consejero delegado la venta al sector privado de Caja Postal. Pocos años después, colocó también en el rumbo de la privatización a la compañía Trasmediterránea. Los avatares de la "transición empresarial" le llevaron a dirigir en 1999 una de las empresas con el pasado más agitado del panorama español: despidos, huelgas, suspensiones de pagos... Incluso se vio salpicada por el denominado caso Banesto, ya que fue una de las firmas utilizadas en la trama suiza de Mario Conde a través de Euman Valyser.

Los nuevos gestores del Banco Santander, titulares de la Corporación Banesto -dueña de la compañía-, decidieron en 1999, y tras un lustro de ajustes, quitarse de encima esta patata caliente y traspasarla al equipo gestor junto a cinco fondos de inversión. Junto a su socio Gomis, como director general, se quedaban con el 2,5% de una compañía en la que llevaban tratando de poner orden desde el verano de 1994, un año en el que tanto las ventas como las deudas se situaron en torno a los 25.000 millones de pesetas.

Luis Delso aplicó una vez más su bálsamo de Fierabrás, un medicamento que utiliza con gran maestría: la reducción de costes. Y no se anduvo con chiquitas. Reducción de la plantilla a la mitad, venta de inmuebles y absorción de filiales pusieron de nuevo la compañía en la senda de los beneficios que alcanzaron en 1996.

Delso es aficionado al juego y esta apuesta suponía un envite al que no se podía resistir. Tuvo que currarse a los proveedores uno por uno para que no le dejaran sin componentes ni materia prima. Pero le salió bien la jugada y en agosto de 2002, ante una jugada de la francesa Ifas, deciden igualar y quedarse con el 100% de la compañía por 72 millones de euros que les prestó Société Générale. Posteriormente, han cedido un 2% a varios ejecutivos y un 15% a tres cajas de ahorro.

En la primavera del año pasado anunciaba que salía de compras y fueron pocos los que le creyeron, pero a mediados de noviembre, tras una operación de 325 millones de euros, metían en la cesta a la constructora Corsán-Corviam, de la que acaba de ser nombrado presidente y que supone la creación de un grupo con una facturación superior a los 1.500 millones de euros.

Su próximo paso, con el que lleva también amenazando algún tiempo, es la salida a Bolsa, otro de los ámbitos en los que se mueve como pez en el agua y una de sus mayores pasiones.

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