Kovacevic toma el relevo de Nihat
La Real supera a un Sevilla muy espeso, con un gran gol del delantero serbio, en un partido tan atlético como falto de interés
Tenía que ser algo personal, imprevisible, un fallo o un acierto individual, una decisión arbitral o un rebote. Y, al menos, la Real eligió la mejor vía, la del acierto personal, en este caso obra y gracia de Kovacevic, para conseguir la primera victoria en Anoeta desde diciembre. Antes de ese ingenio del delantero serbio -arte para controlar y arte para rematar- no había ocurrido nada y la gente en Anoeta se hacía preguntas ¿Para qué sirvió la primera mitad de Anoeta? ¿Para que se lesionara Nihat, el futbolista más inspirado de la Real, o para que Baptista, el más solvente del Sevilla, estuviera más tiempo en el suelo que de pie? Para eso sirvió un partido espeso, insufrible, de esos que por mucho que se analicen apenas se les encuentra aristas de calidad, ni un punto de interés, ni un detalle mágico o, descendiendo en la importancia del fútbol, ni una jugada polémica de la que hablar para justificar el precio de la entrada. La Real porque está como está -poco iluminada- y el Sevilla porque es como es -un equipo más atlético que futbolístico-, el partido se condujo por los peores derroteros: los del atasco en la circulación del balón, la colección de pérdidas inútiles, la falta de atrevimiento, el ninguneo de las ocasiones -ni una sola aproximación a la portería mereció tal denominación-. Había poco que ver, que contar, poco que jugar que no fuera inflarse a topetazos en el centro del campo y huir de las rayas de cal que establecen los contornos del juego.
REAL SOCIEDAD 1- SEVILLA 0
Real Sociedad: Riesgo; Rekarte, Labaka, Luiz Alberto, Rossato; Xabi Prieto (Brechet, m. 89), Karpin, Mikel Alonso, Aranburu; Nihat (Gari Uranga, m. 45) y Kovacevic (Mladenovic, m. 92).
Sevilla:Esteban; Alves, Aitor Ocio, Pablo Alfaro, David; Renato (Aranda, m. 64), Martí; Fernando Sales (Makukula, m. 88), Baptista, Adriano (Antonio López, m. 45); y Antoñito.
Goles: 1-0. M. 85. Kovacevic controla con el pecho un centro al área y remata a la media vuelta batiendo a Esteban.
Árbitro:Rubinos Pérez. Amonestó a Luiz Alberto, Fernando Sales, Martí, Karpin.
Unos 18.000 espectadores en Anoeta.
¿Para que sirvió la segunda mitad? Para que Antoñito demostrara que tiene tanta imaginación como falta de resolución o que Aitor Ocio es el mejor especialista en Kovacevic que existe en la Liga, hasta que el gol le desarmó, o que Xabi Prieto tiene tantos kilogramos de técnica como miligramos de carácter.
Tan enfangado estaba el partido que, lejos de corregirlo, los entrenadores de ambos equipos decidieron ir al gimnasio. Amorrortu sustituyó al lesionado Nihat por Uranga, un delantero más potente que hábil, y Caparrós, para no ser menos, retiró a Antoñito -cuando había cogido la onda- y metió a Aranda, otro que tira de físico, para unirlo a Baptista. A Caparrós le faltó poco para sacar petróleo de una apuesta tan rácana. Aranda estuvo a punto de culminar un buen pase de Baptista que Riesgo sacó con una mano providencial cuando ya se esperaba el gol. A Aranda le correspondió el primer honor de la noche: provocar la emoción, el casi-gol, el anuncio de algo que no fuera lo previsible. La Real, mientras tanto, corría y corría, a sabiendas de que cada vez en mayor medida se iba haciendo el Sevilla dueño del balón, independientemente de que no supiera muy bien qué hacer con él.
Los partidos sin extremos resultan tremendamente aburridos. Tan espesos son que las ocasiones se producen a veces como si las inventara el diablo. La única de la Real se fraguó cuando Aranburu cabeceó hacia atrás -invalidando a un compañero mejor situado-, Prieto la pegó mal y Kovacevic no llegó por centímetros. Todo mal hecho y, sin embargo, una ocasión de gol fruto de una profusión de errores. Eso era el partido, un accidente colectivo hasta que Kovacevic lo corrigió con un volantazo oportuno.
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