El imperio del bien al desnudo
El que busque un libro de historia a la manera tradicional, no debería acercarse a este grueso volumen del profesor Simon Schama, con el que cierra Una historia de Gran Bretaña, producido como serie televisiva por la BBC. El libro de Schama, traducido al español como Auge y caída del Imperio británico (1776-2000), se plantea más bien como un ensayo y, como tal, mantiene una teoría, una visión particular de Gran Bretaña, lo que el autor llama su historia de un país que ha mantenido en pie numerosos imperios, lo que explica, en buena medida, su fascinación por el poder y su enorme práctica en la gestión y el mando. Schama utiliza todas las disciplinas a su alcance para contarnos con un estilo ameno los avatares sociales, políticos y económicos del país, a partir de la crisis enorme que representó la independencia de Estados Unidos, siguiendo el hilo evolutivo de esa sociedad hasta nuestros días.
AUGE Y CAÍDA DEL IMPERIO BRITÁNICO
Simon Schama
Traducción de Juan
Rabasseda-Gascón
Crítica. Barcelona, 2004
550 páginas. 13 euros
El autor bebe siempre que puede en las fuentes de la época para narrar las repercusiones sociales, a pie de calle, de la gigantesca transformación que supuso la revolución industrial. A través de estas páginas desfilan no sólo los políticos, sino escritores, filósofos y autores de pensamiento político que fueron construyendo el sólido ideal de una Inglaterra incombustible. Schama entra a fondo también en el análisis del papel de India, joya de la Corona, en este gigantesco imperio que curiosamente se vio siempre a sí mismo como "la mayor fuerza al servicio del bien que ha conocido el mundo", en palabras de lord Curzon, virrey de India en los años de máximo esplendor imperial. Se observa así hasta qué punto la actual superpotencia mundial es heredera de este Imperio británico, por inspiración y talante, aunque los modos se hayan democratizado y adaptado a los tiempos modernos. Mientras lord Curzon proyectaba un fastuoso monumento en honor de la reina Victoria, en la gigantesca India morían simplemente de hambre millones de personas sin que el impulso civilizador británico lograra propagarse con la necesaria celeridad. Pese a los enormes beneficios económicos de la explotación del subcontinente, Schama cuenta que apenas se dedicaba un 4% de los ingresos a obras de infraestructura, como regadíos, para potenciar el desarrollo del país, mientras más de un 30% se dedicaba a pagar salarios de policía y Ejército.
Tampoco el imperio resultó
tan rentable para las capas trabajadoras de las nuevas ciudades industriales. En Manchester se hacinaban obreros de telares en pensiones y casas de pobres, y la esperanza de vida era de sólo 17 años en los aprendices. La independencia de la India marcó el principio de un declive imperial que, para ser sinceros, no deja de tener un reflejo importante en el mundo. El que tuvo, retuvo, y el Reino Unido ha sido siempre especialista en conservar.
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