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Francia presenta un plan de reactivación económica que flexibiliza las 35 horas

La izquierda y los sindicatos creen que se trata de un paso atrás y la patronal lo aplaude

El primer ministro francés, Jean Pierre Raffarin, ha abierto la puerta a la reforma de la semana laboral de 35 horas instaurada en 2000 por el Ejecutivo socialista de Lionel Jospin. En el marco del llamado Contrato 2005, el plan de reactivación económica que presentó el pasado jueves, Raffarin ofrece la posibilidad a los trabajadores de hacer más horas extraordinarias y así aumentar sus ingresos. La izquierda y los sindicatos han interpretado esta reforma como un intento de querer acabar con las 35 horas, mientras que la patronal ha aplaudido la medida.

El sistema es un tanto complejo, ya que deriva de la alambicada aplicación de la reducción de jornada y de las excepciones que se establecieron. Desde que se aprobó la ley son muchos los trabajadores que disponen de días festivos suplementarios para ajustarse a las horas reglamentarias. Ahora podrán no utilizarlos y pedir que les sean abonados aparte. Esta posibilidad ya existía, pero estaba sujeta a importantes limitaciones y a un techo máximo de 22 días que ahora desaparece. Asimismo, el contingente legal de horas extraordinarias aumenta de 180 a 220.

La medida, en cualquier caso, no parece ser más que un primer paso en el proceso de acabar -o por lo menos desnaturalizar- con la semana de 35 horas. Así lo ha entendido la izquierda y los sindicatos y también la patronal, aunque esta última ha acogido con grandes elogios la decisión de Raffarin.

El presidente de la patronal Medef, Ernest Antoine Seillère, se felicitó de que el Gobierno haya decidido "enfrentarse a la excepción francesa de las 35 horas justo cuando Europa aborda una nueva fase de su construcción". Seillère, que ha combatido incansablemente las 35 horas y que -por su falta de reacción- dedicó a Raffarin toda clase de epítetos despreciativos, argumenta que "ahora será posible trabajar más para ganar más"; que "los trabajadores y las empresas se beneficiarán" y que habrá "mayor poder de compra, más empleo y más crecimiento".

Desde la izquierda se piensa todo lo contrario. El primer secretario del Partido Socialista, François Hollande, cuya imagen pública ha salido muy reforzada tras el triunfo del "sí" en el referéndum interno de su partido sobre la Constitución Europea, acusó a Raffarin de haber hecho "un contrato" con la patronal "para suprimir pura y simplemente las 35 horas". Hollande rechaza el argumento gubernamental de que se trata de una opción voluntaria para el trabajador. "Será el tiempo que el empresario decida darle a su empleado", explicó.

Los sindicatos, por su parte, anuncian un frente común para salvar las 35 horas, ya que creen que la medida de Raffarin no es sólo cosmética ni se limita a flexibilizar el sistema, sino que "es la muerte de las 35 horas", como asegura Bernard Thibault, secretario general de la CGT. Para Thibault, si el Gobierno se ha atrevido a imponer esta reforma es porque "los sindicatos dudan, tienen los pies dentro del cemento".

Por ello ha lanzado una llamada a todas las centrales para hacer frente común a "este desafío gubernamental que se nos impone". En el mismo sentido se han pronunciado casi todos los sindicatos. La Unión Sindical Solidaria califica la medida gubernamental de "contrarreforma" y asegura que ha sido dictada por la patronal.

Debate abierto

El debate sobre la semana laboral de 35 horas no se ha cerrado nunca desde que en 2000 una ley implementara este cambio. Además, en estos cuatro años, muchas cosas han cambiado, entre otras la aparición del fenómeno de las deslocalizaciones de empresas propiciadas tanto por la ampliación de la Unión Europea como por la explosión productiva de China y otros países de Asia. El crecimiento se ha estancado y el Estado francés se endeuda. Es necesaria una reactivación económica, pero el peso del sector público parece frenar el despegue.

Ni el presidente francés, Jacques Chirac, ni el Gobierno de Raffarin parecen muy inclinados a unas reformas de tinte liberal, pero sí las apoya, en parte, el actual presidente del partido gubernamental, la UMP, Nicolas Sarkozy, que fuera ministro del Interior y posteriormente de Economía y que no esconde su pretensión de suceder a Chirac en el palacio del Elíseo.

En su discurso tras hacerse con la presidencia del partido, Sarkozy, el hombre con el que sueña la clase empresarial, se refirió a la jornada de 35 horas, aunque sin admitir abiertamente que quería acabar con ella. Hollande, por su parte, protagonizó un programa de televisión el jueves y tampoco cerró la puerta a reformar el modelo.

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