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Crónica:BALONCESTO | Euroliga
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Estudiantes sobrevive ante un infame Sopot

El reto de supervivencia que el Estudiantes afrontaba contra el Sopot para enmendar su balance europeo discurrió por cauces de absoluta tranquilidad y extremas facilidades para el equipo del Ramiro de Maeztu, que no encontró oposición en un rival hasta ahora acostumbrado a sacar tajada de sus visitas continentales. El conjunto de Eugeniusz Kijiewski pasó sin pena ni gloria por Vistalegre. Su imagen nada tuvo que ver con el rocoso bloque que consiguió sorprender al Olympiacos en Atenas y al Cibona en Zagreb, donde sumó las dos victorias que le adornan en la clasificación.

El Sopot jugó un partido infame. Cualquier equipo de la ACB habría pasado por encima suyo. Mala defensa, intensidad nula y encefalograma plano en ataque. Los polacos redujeron todo su baloncesto a los fogonazos de sus mejores hombres, el lituano Tomas Pacesas en particular. Los nueve puntos anotados conseguidos por el Sopot en el primer cuarto hablan por sí solos. Los guarismos del marcador a cinco minutos del descanso también. El Estudiantes, en esa fase, duplicaba al campeón polaco (32-15). Tan mal lo hizo el Sopot que ni siquiera aprovechó las grietas locales en el rebote, malgastadas en unos porcentajes de tiro ridículos. El cuadro madrileño concedió trece rechaces debajo de su aro en los dos primeros cuartos y, aun así, entró al vestuario muy por encima (42-27).

ESTUDIANTES 75- PROKOM SOPOT 67

Estudiantes: Azofra (0), Jiménez (6), Loncar (14), Iturbe (15), Garcés (21) -cinco inicial-; Misó (4), Jasen (5), Sergio Rodríguez (6), Patterson (4) y Carlos Suárez (0).
Prokom Trefl Sopot: Pacesas (9), Maskoliunas (3), Jagodnik (13), Dylewicz (0), Wojcik (11) -cinco inicial-; Nemeth (11), Miller (10), Masiulis (2) Ciric (3) y Jamison (5).
Árbitros: De Keyser (Bélgica), Janac (Eslovaquia) y Lopes (Portugal).
Unos 3.500 espectadores en el Palacio Vistalegre.

Kijiewski sufría en la banda, pero en el vestuario debió dar rienda suelta a la tensión. El Sopot regresó con Pacesas y el estadounidense Mark Miller en el perímetro y reactivó a los hombres exteriores. Los porcentajes polacos mejoraron notablemente, pero sin demasiadas consecuencias, salvo para lavar la mala impresión que había dejado. El triunfo estaba fuera de discusión. Además, el propósito de enmienda fue fugaz. Unas cuantas posesiones bien administradas devolvieron las cosas a su sitio (58-45 m. 30) y allanaron el camino para que los colegiales dieran carpetazo, pese al ficticio acercamiento postrero rival, a una cita donde lo más interesante, de largo, quedó reflejado en el tanteador.

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