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Reportaje:ESCAPADAS

Un refugio para Kerry en la Bretaña

El candidato demócrata veranea desde la infancia en Saint-Briac

Fue algo nunca visto. Un equipo de reporteros japoneses fisgoneaba, cámara al hombro, la oficina de correos, la pastelería o la tienda de ultramarinos. Las cadenas de televisión estadounidenses ya habían recorrido desde la primavera las callejuelas de adoquines apretujadas alrededor de la iglesia de Saint-Briac-sur-Mer, a la caza del detalle pintoresco. "Pero para los japoneses es la primera vez", explica divertida la dueña del café.

¿Qué buscan? ¿Están seducidos por la costa rocosa recortada como un encaje de bolillos? ¿Acaso cuentan las ocho playas, más bien calas, que orgullosamente anuncia la oficina de turismo? ¿Admiran las vistas desde el campo de golf al borde del mar, uno de los más antiguos de Francia junto al de Biarritz? Puede que estén haciendo un reportaje sobre los precios prohibitivos de los anticuarios del bulevar de la Houle. ¿O es que han sucumbido a las incomparables baguettes tradicionales de la pequeña panadería situada junto a la iglesia? Sin duda, pero no sólo eso.

Este pequeño burgo bretón -2.000 habitantes en invierno, seis veces más en verano- se ha convertido en "el pequeño rincón de John Kerry en Bretaña". En efecto, la familia materna del candidato demócrata a la Casa Blanca es una habitual de Saint-Briac: desde hace varias generaciones, los Forbes pasan sus veranos allí, en los Essarts, una magnífica mansión oculta al final de un cabo, cuyos postigos azules se abren al mar.

Contrabandistas y camarones

Como todos los niños de la tribu, John Forbes Kerry caminó por el sendero de contrabandistas a lo largo de la costa, pescó camarones y corrió por las playas en las que, cuando baja la marea, el agua se retira hasta perderse en el horizonte, revelando un archipiélago de islotes. El actual alcalde de Saint-Briac, el ecologista Brice Lalonde, es uno de estos "primos franceses" de Kerry que no han dejado de intrigar a la prensa estadounidense en los últimos meses: ¿un futuro presidente medio francés? ¿Sería posible? En absoluto, se apresuran a rectificar las personas cercanas al candidato, deseosas de aclarar un rumor inoportuno en estos tiempos de frío polar entre París y Washington. Resulta sencillamente que una de sus tías se casó con un francés. Y el alcalde es el primero en afirmar que Kerry, lejos de tener algo de francés, es "terriblemente estadounidense".

La french connection de John Kerry viene de lejos. Fue su abuela, Margaret Winthrop, bostoniana de excelente familia, la que sintió el flechazo por este pequeño rincón de la Costa Esmeralda, así llamada por el color de su mar. En 1923 compró los Essarts y llevó allí a su marido, James Grant Forbes, y a sus 11 hijos, entre los cuales figuraban las futuras madres de Kerry y Lalonde. En aquella época, el desembarco estival de los estadounidenses creó sensación. La familia vivía a lo grande. Entre 20 y 30 personas del pueblo trabajaban en los Essarts, empleadas como costureras, doncellas, jardineros, cocineros o chóferes. Los habitantes más viejos de Saint-Briac todavía lo recuerdan. Pero la página quedó cerrada con la muerte de la decana del clan en 1970. Los Forbes pasaron entonces a ser unos veraneantes como los demás.

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No fueron los primeros en admirar los encantos de la región. Desde finales del siglo XIX, la Costa Esmeralda fue muy apreciada por los pintores. Entre otros, Saint-Briac vio desfilar a Auguste Renoir, Signac, Émile Bernard o Henri Rivière. Más tarde, Picasso pasó dos veranos muy cerca de allí, en Dinard, una elegante localidad balnearia puesta de moda por la aristocracia inglesa. Saint-Briac, antiguo pueblo de pescadores, poblado por marineros y capitanes de barcos de larga distancia jubilados, vivía al margen de la mundanidad de Dinard, aunque sin ignorarla del todo. El gran duque Vladímir Romanov, heredero de la corona de Rusia en el exilio, se retiró allí, atrayendo tras su estela una nube de sílfides bailarinas de los ballets rusos que enloquecieron a los artistas locales.

Lo que han descubierto al llegar los equipos de televisión estadounidenses es que los años locos han quedado muy atrás. Lo único que puede verse ahora son grupos de niños en traje de baño o en impermeable de pescador, a merced de las intemperies bretonas. Saint-Briac ha escapado milagrosamente a las manos de los promotores. Ahora es un refugio discreto de la burguesía de París y Rennes. Un pueblo sólo preocupado por preservar el carácter familiar de las playas en las que el candidato a la Casa Blanca dio sus primeras brazadas.

GUÍA PRÁCTICA

Cómo ir

- Situación: en la costa norte de Bretaña, a 13 kilómetros de Saint-Malo y a ocho de Dinard.

- Se puede tomar un tren desde Saint-Malo, adonde se llega desde París en unas tres horas en tren.

www.sncf.com.

Dormir

- Hotel de la Houle (00 33 2 99 88 32 17; www.hoteldelahoule.com). Ofrecen 12 habitaciones en un establecimiento con encanto. La doble, de 50 a 75 euros; desayuno, 7,50 euros. El dueño, de ascendencia española, habla castellano. Abre desde Semana Santa hasta el 11 de noviembre, y, según petición, también el resto del año.

Comer

- Crêperie l'Hermine (00 33 2 99 88 36 59). Los grandes clásicos de la gastronomía bretona servidos en una casa agradable con un gran jardín donde pueden jugar los niños. Hay que calcular unos 15 euros.

Información y visitas

- Oficina de turismo de Saint-Briac (00 33 2 99 88 32 47; www.saint-briac.com).

- Para jugar al golf hay un espectacular recorrido de 18 hoyos al borde del mar, en el Dinard Golf, fundado en 1887. Pese a su nombre, se halla en el municipio de Saint-Briac (00 33 99 88 32 07; www.dinardgolf.com). Tarifa del recorrido: de 37 a 58 euros, según la temporada. Para aquellos que no jueguen al golf, pasearse por el campo es una delicia.

- Visitas en los alrededores: son interesantes la abadía del Mont-Saint-Michel, las murallas de Saint-Malo, la ciudad medieval de Dinan, el Fuerte Lalatte y la punta del cabo Fréhel.

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