Entre el lujo y su realidad
La mayoría de los jugadores iraquíes, que lucharán con los italianos por el bronce, nunca habían viajado en avión ni residido en hoteles de calidad
El día que los jugadores de la selección de fútbol de Irak visitaron el gimnasio del hotel en el que se han concentrado en la ciudad de Tesalónica no pasaron fácilmente del umbral. El monitor del Hyatt Regency vio a un grupo de chicos que agachaban la cabeza y daban pasos vacilantes. El entrenador les había mandado a hacer pesas, pero jamás se habían encontrado con una sala tan lujosa y se reprimieron. "Tardaron cinco minutos en recorrer los tres metros del pasillo de la entrada", recuerda el encargado. Desde aquellos primeros pasos hasta caer derrotados ayer (1-3), en las semifinales, ante Paraguay, los futbolistas iraquíes emocionaron a su país partido a partido.
Nunca la selección de Irak desempeñó un papel tan importante en un torneo internacional. Nunca jugó con menos miedo en el campo ni vivió con más angustia fuera de él. Los jugadores se han pasado horas y horas hablando por el teléfono móvil con sus familias. Éstos les han contado que sus compatriotas siguen muriendo a decenas todos los días, que la guerra se recrudece... Y que el país se encierra en casa esperando sus partidos. "Ni ayer ni hoy la gente trabaja en Irak", decía el ayudante de campo, Abdul Kareem; "cierra el comercio, los cafés, todo, para quedarse frente al televisor".
El técnico les envió a una sala a hacer pesas, pero, deslumbrados, no se atrevían a entrar en ella
Detrás de la cámara de la televisión estatal, Al Iraquiya, en Tesalónica, hay dos iraquíes y una mujer estadounidense llamada Cristine Whitten que dice cumplir labores "de enseñanza". Por supuesto, en Al Iraquiya los temas políticos se tocan con pinzas muy largas. Whitten es una pelirroja cincuentona, esbelta y enérgica, que asegura haber pasado por un canal de Nacional Geographic. Su dogma es el muy estadounidense del optimismo a ultranza. Cuida la imagen de su presentador, el iraquí Vian Jacob, a quien ha mandado afeitarse los pelos de la espalda, y asegura no comprender el humor melancólico de sus colegas, que se muestran taciturnos: "¡Están en unos Juegos Olímpicos!".
El fútbol es un deporte inefable. Si no, que se lo pregunten al seleccionador iraquí, Adnan Hamad Majeed. Que este hombre haya conseguido amalgamar un equipo competitivo en las condiciones en que se encuentra su país es un hecho digno de entrar en los anales de la gestión de recursos. La Liga iraquí, compuesta por 20 equipos, se suspendió tras el inicio del bombardeo aliado en marzo de 2003. Nunca volvió a reanudarse. Ahora, por motivos de seguridad, se han cancelado todas las competiciones deportivas. Los clubes iraquíes viven de partidos amistosos que organizan esporádicamente, principalmente en Bagdad. El principal estadio del país, el Al Shaab, recibió el impacto de varios proyectiles y necesita una reparación.
"Todos los jugadores de mi equipo", dice Majeed, "han perdido gente cercana desde que empezó la guerra. O familiares o amigos o conocidos". La selección cuenta con siete profesionales en activo. Son los contratados por clubes de Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, Irán y Qatar. El resto de la convocatoria está compuesta por futbolistas pertenecientes a clubes de Irak, gente que no compite y se mantiene a base de amistosos y entrenamientos con unos sueldos mensuales que oscilan entre los 50 y los 1.000 euros. Algunos tienen trabajos complementarios.
"Nos entrenamos con muchas dificultades", refiere el seleccionador, "porque el campo está en malas condiciones y porque muchas veces los jugadores no llegaban al entrenamiento. Los norteamericanos cerraban las calles y cortaban las comunicaciones y los jugadores se quedaban sin poder entrenarse".
La clasificación tuvo cuotas dramáticas. Como los rivales no querían jugar en Bagdad, la selección de Irak debió trasladarse a la capital de Jordania, Amán, para disputar los encuentros locales contra Turkmenistán y Arabia Saudí. Los traslados se hacían en autobús por una carretera que se ha hecho célebre por los secuestros. Duraban 16 horas. "Muchos de mis jugadores no se habían subido a un avión hasta que vinieron a los Juegos", dice Majeed.
A su favor, Irak contó con un grupo de futbolistas que juegan juntos desde hace seis años y que ganaron la Copa de Asia sub-19, disputada en Teherán, en 2000. Majeed trabaja con ellos desde aquella época. En un intento por aprender cosas nuevas, asegura que se dirigió a Italia. "He tomado ideas del Roma de Fabio Capello y del Inter de Héctor Cúper", confiesa; "estuve un mes estudiando sus métodos de trabajo, así como la preparación física y la táctica".
"La ventaja de este equipo", indica Majeed, "es que cada jugador sabe lo que tiene que hacer. El complemento entre ellos es muy bueno. Hacen todo lo que les mando y hay algunos que tienen una gran inteligencia táctica, como el 13. Tiene 23 años y debería jugar en Europa. Es como Makelele".
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