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Napoleón y los fármacos

Napoleón Bonaparte no murió de un cáncer ni fue asesinado. La causa de su muerte fue una sobredosis de fármacos suministrada accidentalmente por unos médicos, según una nueva teoría que ha publicado la revista científica británica New Scientist. Napoleón (1769-1821) falleció a la edad de 51 años en la isla de Santa Elena, en el Atlántico sur, adonde fue deportado tras la derrota en la batalla de Waterloo (1815), en la que ingleses y prusianos vencieron a las tropas del legendario emperador francés. La mayoría de los historiadores ha aceptado la explicación oficial de que Bonaparte murió de cáncer de estómago, según la autopsia que efectuó su médico personal, Francesco Antommarchi, con cinco doctores más como testigos. Sin embargo, las dudas asaltaron a los expertos en 2001, cuando un equipo de forenses franceses afirmó que unos análisis de cabello atribuido a Napoleón indicaban que el emperador había padecido una "gran exposición al arsénico". Esa conclusión reavivó la teoría de que el gobernador inglés de Santa Elena, Hudson Lowe, conspiró con el conde francés Charles de Montholon para asesinar al famoso militar. Ahora, unos científicos del Departamento de Examen Médico de San Francisco, EE UU, sostienen que Napoleón, posiblemente enfermo por el arsénico al inhalar humo de carbón quemado, pudo morir por el tratamiento de unos médicos que intentaron curarle con demasiado fervor. En un artículo que publica el New Scientist, el equipo estadounidense, dirigido por el doctor Steven Karch, señala que los médicos dieron al emperador dosis regulares de tartrato de potasio antimonio, una sal utilizada para hacerle vomitar. Asimismo, le suministraron con frecuencia enemas. Los cuidadores del estadista francés "usaron instrumentos de lavado realmente grandes y afilados", según las investigaciones de Karch. De acuerdo con los científicos estadounidenses, una dosis de 600 miligramos de cloruro mercúrico, administrada para limpiar los intestinos dos días antes de su muerte, pudo ser el causante final del fallecimiento de Napoleón. "Éste es un argumento sólido -concluye Karch-, pero no resulta tan atractivo como la idea de que fue asesinado. El arsénico no lo mató; sus doctores lo hicieron".-

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