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Crónica:TOUR 2004 | Séptima etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Hartos de caídas

Mancebo decide dejar de ser invisible y de su sofoco se aprovecha Pozzato, otro jovencito, para ganar la etapa

Carlos Arribas

Territorio John Deere. Centeno más alto que las cosechadoras, que emergen como la iglesia de Puras, paquebote anclado en la planicie. El pelotón pasa veloz. Llueve de vez en cuando. En los rastrojos, junto a montañas de alpacas, rumian vacas sonrientes. El Tour atraviesa Bretaña. Qué lejos están las montañas, suspira Menchov, el ruso melancólico que está harto de caídas, de pelotones nerviosos, de viento, de lluvia, de sprinters locos, de kamikazes, de codos, de chirridos de frenos, de abanicos, de cortes, de látigos, de acelerones. Por la noche, antes de acostarse, Basso, el italiano amable, cruza los dedos; su equipo no lo entiende y le organiza un abanico tras un repecho. Armstrong, el patrón, reúne a sus fieles, a sus corredores y a los periodistas que transmiten sus profundos pensamientos. "Me gusta El Código da Vinci porque te introduce en el corazón del Louvre, en el misterio de Leonardo", dice, y deja un minuto de silencio para que le interpreten. "Estoy hasta las narices de estas etapas, de las vallas, de los sprints, del olor a betadine, de los puntos de sutura de mis chicos -Triki y Chechu-, de las vendas, de los locos, de ponerme imperdibles en el culotte para que no me roce, para que el roce no se haga ampolla, la ampolla, llaga, la llaga dolor". Hamilton acumula fuerzas. Las caídas le transmiten energía positiva al bostoniano. Su médico describe su espalda como el hombre del tiempo, con un puntero, al norte, escoriaciones, al sur, magulladuras, al este, contusiones, sobre la escápula, una herida. Marcas de asfalto, huellas de bicicletas ajenas. Recuerdos de la montonera. Energías para el futuro.

Tour 2004 7ª Etapa

Châteubriant-St. Brieuc

ETAPA DE HOY

Lamballe-Quimper, de 168 kilómetros

GENERAL

1. Thomas Voeckler (Brioches) 29h 9.14m

2. Stuart O'Grady (Cofidis) a 3.01m

3. Sandy Casar a 4.06m

10. José Luis Rubiera (Us Postal) a 9.59m

ETAPA

1. Filippo Pozzato (Fassa) 4h 31.34m

2. Iker Flores (Euskatel) m. t.

3. Francisco Mancebo (Illes Balears) m. t.

26. Santos González (Phonak) a 0.10s

El problema es que los ataques del campeón de España son de fuerza y de una sola velocidad

Heras calla, deja que interpreten sus silencios. Ullrich no existe, mucho mejor. Y Mayo, también harto de ir todos los días a que le miren el codo, sin ver nada claro su futuro.

A Simoni, tantas veces caído, tan triste siempre, perjudicado, dañado, hombre de Trento, espíritu montañero, le ha dado un ataque de nostalgia. Nadie se lo reprocha. Se acuesta diciendo: "Tengo miedo de que me entren ganas de volverme a casa". En el kilómetro 15 de la etapa se descuelga del pelotón. Se acerca al coche del equipo. Pide que le hagan hueco. Martinelli, el director, acelera. Por el pinganillo convoca a todos sus compañeros del Saeco. "Bajad rápido", les grita, "llevaos a este tío para adelante. Y no le dejéis volver". Christophe Brandt, un belga de 27 años que empezó a ser ciclista en el Saeco y corre el Tour con el Lotto, no tenía ganas de abandonar, pero su director no tiene compasión, de una patada en el trasero le pone en un avión con destino Bruselas. Es la noche del viernes cuando reciben noticias del laboratorio antidopaje: Brandt, positivo por metadona, analgésico narcótico que crea dependencia, remedio exagerado contra el dolor de piernas, como matar moscas a cañonazos. "No sé que ha podido pasar, yo no he tomado nada", dice Brandt, que no intenta ni inventarse una excusa creíble. Sin esperar al contraanálisis su equipo lo retira del Tour.

Y en un día como éste, en un territorio que sólo se rompe mínimamente cuando el centeno deja paso al mar, cuando al horizonte lo quiebra el faro de Cap Fréhel abierto al canal de la Mancha, en una fase Tour en la que la discreción es virtud, Mancebo decide dejar de ser invisible. "Quiero un maillot de campeón de España que se vea bien", proclamó nada más ganar el campeonato en Cabuérnigo. Le convencieron para que se contentara con uno más discreto. Razones tácticas. No es bueno en un pelotón tan grande ir muy llamativo. Hay que ser discreto. Una presencia invisible pero presente. Pero luego le hicieron un casco con el rojo, amarillo y rojo, una antorcha andante. "No me gusta, no me gusta llamar la atención", decía preocupado Echávarri, su director. "Una prenda llamativa siempre es mala. Si hay una caída te distinguen enseguida, si pasas un mal momento, si te quedas..." Pero Mancebo es feliz con sus colores. Mancebo, que tiene 28 años, aún no ha terminado de cazar todos sus fantasmas, aún necesita un chute de autoestima cotidiano, un poco de pan para su orgullo. Este año tiene fe. Está atravesando el llano del Tour sin perder ni un segundo, ganándolo incluso. Siempre delante. Siempre a gusto. Pero necesitaba más. "Va por los que siempre dicen que nunca ataco", dijo Mancebo tras su travesía por la luz. "Cuando tengo fuerzas, lo hago". El problema es que los ataques de Mancebo son de fuerza y fuerza, de una sola velocidad. Si su tremenda pedalada logra que se rompa la cuerda detrás de él, gana. Si no, siempre hay alguno más listo que se aprovecha. Ayer fue Filippo Pozzato, el Principito, otro jovencito de 22 años que será saludado con alborozo, como si aún pudiéramos creer que los jóvenes harán peores a los viejos.

Pozzato gana la etapa ante los dos españoles, Flores, con la cabeza bajada, y Mancebo.
Pozzato gana la etapa ante los dos españoles, Flores, con la cabeza bajada, y Mancebo.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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