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La magia de Juan Tamariz es tema de estudio en universidades norteamericanas

El artista actúa ocho días en la Sala Villarroel de Barcelona

Tomàs Delclós

El mago Juan Tamariz estará ocho días en la sala Villarroel. No es frecuente poderlo ver en un escenario barcelonés. Hacía cuatro años que no los pisaba. El telespectador inadvertido que contempla una breve actuación suya en, por ejemplo, Un, dos, tres es posible que no sepa que está viendo a uno de los grandes maestros del ilusionismo mundial. Es una persona afable, que no reviste de ninguna solemnidad su erudición sobre el engaño mágico - "miento mucho", dice-, y su arte es estudiado en facultades de Bellas Artes norteamericanas. A una de ellas ha sido invitado para dar un seminario de dos semanas.

En 1971, Tamariz promovió un manifiesto por una magia más adulta. En el documento se contemplaba "con tristeza" la decadencia de los espectáculos de magia, la degradación del público ("cada vez más, va relegándose la magia para públicos infantiles o intelectualmente poco formados") y el menosprecio reinante sobre este arte. ¿Siguen igual las cosas? "No. Aquella pobreza artística de la magia, que sólo servía para bautizos y comuniones, ha cambiado. Creo que ahora la magia tiene más dignidad artística", comentó a este diario.

En el texto se pedía más investigación, la búsqueda de un nuevo público, más experimentación... Tamariz es el primero en dar ejemplo. Aunque presume falsamente de vago, porque raciona sus actuaciones en público, se reserva cada verano para pensar en su arte, inventar nuevos efectos, nuevas rutinas. "Me vaciaría si sólo actuara". También investiga. Está trabajando en las raíces mágicas de la poesía de Joan Brossa y ha viajado a Colonia y Buenos Aires tras el rastro documental del gran Fregoli. "Todo lo que sea indagar en la interioridad del arte beneficia al arte y te beneficia a ti mismo". Precisamente Brossa tiene la mejor definición del espectáculo mágico. Según el poeta, este arte está reservado al público inteligente porque, seguro de su inteligencia, no teme acudir a un sitio donde se trata de engañarlo. Se deja engañar. En cambio, el espectador tonto, temeroso de ser descubierto en su tontería, proseguía Brossa, es aquel que sólo busca descubrir el truco para no quedar en evidencia, como el tonto que es. Tamariz comparte las palabras de Brossa, aunque matiza los adjetivos. "Preferiría hablar del público sensible más que inteligente. Con todo, es cierto que el inteligente tiene más recursos para disfrutar sin complejos".

Tamariz tomó prestado de un amigo mago un neologismo que define su poética: la dramagia. "La idea es la combinación de la magia con emociones dramáticas. Sin emoción, la técnica desnuda pierde encanto. Precisamente el martes di una charla en Barcelona, en una asociación de magos, y la centré en la emoción en la magia. Es esencial". En la magia no hay copyright, pero los buenos magos respetan el secreto de los otros. "Al cabo de unos años de hacer un truco, lo publicas o lo cuentas. Y los otros publican o cuentan los suyos. Así vamos aprendiendo entre todos".

En sus montajes, Tamariz frecuenta la broma, el chiste. Y al mismo tiempo, defiende la solemnidad del misterio como elemento central de la magia. Una combinación arriesgada. "Me gusta quitarle hierro al misterio, que no se pueda relacionar con lo esotérico. Admito que busco un difícil equilibrio entre el humor y el misterio".

Ayer Tamariz dio una rueda de prensa en la Sala Villarroel para presentar su espectáculo Magia potagia. El título lo lleva arrastrando desde hace unos 10 años, pero el espectáculo va cambiando. Porque se cansa de algunos trucos, porque "la empatía con el público es distinta en cada función". "Lo voy cambiando. Llevo un estuche de violín con 12 horas de trucos y el espectáculo es de dos. El público interviene mucho y lo modifica. En cada función hay una parte jazzística, creativa, de improvisación, que me entusiasma". El nombre del espectáculo tiene buscadas resonancias infantiles. "Me retrotrae a cuando era un niño, a la ilusión y a la broma".

Maestro en la magia de cerca, aquella que se hace con una baraja y una mesita, colocarse en un escenario tiene obvias dificultades técnicas. "Hace unos días estuve en el Kursaal de San Sebastián ante 1.800 personas y yo, en el escenario, con una baraja". En Barcelona, explicó, habrá espiritismo, una invocación al más allá, "pero siempre desde la ficción, el arte". Al final, cogerá su baraja. "Para que pueda verse tranquilamente me sirvo de una cámara minúscula y una pantalla que permite ver los detalles de la manipulación". Su último reto ha sido hacer magia desde la radio. Como resultado de esta experiencia editará el próximo año un audiolibro.

Tamariz concluyó la rueda de prensa con unos breves pero increíbles efectos mágicos. Cogió su baraja ("tiene un enorme simbolismo, son unas cartulinas que sirven para la codicia, el juego, la magia...") e hizo que una periodista cogiera del mazo, sin ver las cartas, la que ella misma había pensado un momento antes. Era obvio que se estaba pisando la frontera de lo imposible. Tanto, que otra espectadora, con un bello candor, casi poético, le preguntó: "¿Pero siempre hay truco?".

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