Nuestro aliado polaco
Escribo esto ante una ventana que da a la gran explanada gris de la plaza Pilsudski, en el centro de Varsovia. A la izquierda se encuentra la Tumba del Soldado Desconocido, guardada por soldados polacos elegantemente uniformados, unos soldados cuyos camaradas están sirviendo en Irak. A la derecha se alza una estatua del mariscal Pilsudski, el padre de la independencia polaca tras la I Guerra Mundial. En la lejanía puedo ver los tejados de la ciudad vieja, reconstruida ladrillo a ladrillo después de que las tropas de Hitler la redujeran a escombros, y unas horribles torres de pisos construidas durante el periodo del régimen comunista, en el mismo barrio en el que los nazis establecieron el gueto de Varsovia. Enfrente de mi hotel, al otro lado de la plaza, se ve un reluciente edificio nuevo de oficinas, diseñado por el arquitecto británico Norman Foster.
Hace 25 años, las frases prefabricadas venían de Moscú. Por supuesto que no es el mismo caso, porque Polonia ahora utiliza esas palabras con total libertad
Polonia puede aportar cosas muy importantes. Entre otras, tiene un enorme interés y experiencia en relación con los nuevos vecinos orientales de la UE
El país tiene que demostrar que quiere que toda la UE sea socio especial de EE UU. No debe dejarse utilizar por Washington, "dividir y vencer" en Europa
La vieja y la nueva Europa. ¿Qué no habrá visto esta plaza desde la primera vez que la contemplé, hace 25 años? Desfiles para honrar a los virreyes soviéticos de visita. Manifestaciones ilegales a favor del movimiento polaco de liberación Solidaridad. Tanques y camiones cisterna para restablecer el poder comunista. Pícaros del mercado negro, mensajeros clandestinos, soplones de la policía. Más manifestaciones. Júbilo por el fin del comunismo. Bienvenidas a los nuevos amigos, fueran Mitterrand o Bush. Ceremonias militares para celebrar la incorporación de Polonia a la OTAN. Escolares que cantaban el Himno a la alegría de Schiller, en polaco, para festejar la entrada de Polonia en la Unión Europea el 1 de mayo.
Hace 25 años, Polonia y el Reino Unido pertenecían a mundos distintos. Hoy, no sólo están en el mismo mundo dominado por el mercado, con un edificio de Foster que no desentonaría nada en la orilla sur del Támesis, sino que además son socios de plena igualdad en la misma alianza militar y la misma comunidad política y económica. Esto no había ocurrido jamás en mil años. Los polacos, con su espíritu de resistencia y obstinación, se han labrado su propio éxito, con un poco de ayuda de sus amigos. Y, antes de preocuparnos por los problemas que nos aguardan, merece la pena reflexionar un momento sobre esta increíble transformación, un auténtico milagro. Para todos los países -desde Bielorrusia hasta Birmania- cuya situación política actual parece tan desesperada como la situación polaca hace 25 años, Polonia representa un mensaje de esperanza.
Mientras tanto, ¿qué significa la nueva situación de Polonia a efectos prácticos? Significa autobuses llenos de jóvenes polacos, cargados de energía, que se dirigen al Reino Unido y otros países de la UE en busca de trabajo. (Los periódicos británicos anuncian cursos para "pulir su ingles", con juego de palabras incluido). Significa que la semana pasada, durante la visita de Estado del presidente a Londres, el primer ministro británico y él llegaron a acuerdos privados sobre la Constitución de la UE, la nueva Comisión Europea, el presupuesto, etcétera -si tú me apoyas en esto, yo te apoyaré en esto otro-, como cualquier otra pareja de dirigentes europeos inmersos en un tira y afloja. Significa que, cuando pongo el canal polaco de 24 horas de noticias, veo al ministro de Defensa que ofrece una conferencia de prensa sobre "nuestra" situación en Irak. Cuando dice "nuestros aliados", se refiere a EE UU y el Reino Unido. Noto que su vocabulario contiene expresiones prefabricadas, idénticas a las que se emplean en el Pentágono o el Ministerio de Defensa británico: "restos del antiguo régimen", "bandas de terroristas internacionales". Hace 25 años, las frases prefabricadas venían de Moscú. Por supuesto que no es el mismo caso, porque Polonia, ahora, ha decidido utilizar esas palabras con total libertad. Pero originales no son.
Debilidad política
¿Y cuáles son los grandes problemas de hoy para nuestro aliado polaco? En primer lugar, este vertiginoso éxito internacional va acompañado de una espantosa debilidad política en el interior. Justo en el mismo momento de entrar en la UE, el país no tiene más que un Gobierno provisional, todavía sin confirmar en el Parlamento. No dispone de partidos políticos estables, fuertes y moderados, ni a la izquierda ni a la derecha. En ambos lados ha habido luchas sin fin, mezquindades y, por lo que parece, un grado alarmante de corrupción. Las consecuencias son que los polacos están profundamente decepcionados de la política, la participación en sus primeras elecciones europeas será seguramente muy escasa y los populistas ganan terreno a una velocidad preocupante. Igual que en el caso italiano, la economía parece crecer a pesar del caos político, pero Polonia no es, ni mucho menos, una democracia capitalista avanzada como Italia. No puedo evitar pensar que la clase política del país no ha estado a la altura. Hay un dicho del mariscal Pilsudski muy polaco: "Vencer y dormirse en los laureles es una derrota. Ser derrotado y no darse por vencido es una victoria". No es que los políticos polacos se hayan dormido en los laureles; es que los han roto.
En política exterior, Polonia también corre peligro de perder su equilibrio. Dada la situación de la que partía, el hecho de verse tratado por Washington como un socio especial y privilegiado, una gran potencia sentada en la mesa de los poderosos, se le subiría a la cabeza a cualquiera (al fin y al cabo, se les sube a la cabeza incluso a los primeros ministros británicos). Y es verdad que Polonia necesitaba enseñar a Francia y Alemania que su eje no puede dictar así como así el futuro de la UE. Ahora bien, si Polonia, un país pobre y casi incapaz de formar Gobierno, es el único obstáculo para alcanzar un compromiso razonable sobre el tratado constitucional europeo en la cumbre de Bruselas que se celebrará en junio, no será un buen comienzo para su andadura en la UE. Asimismo, Polonia tiene que demostrar, por encima de cualquier duda, que quiere que toda la UE sea socio especial de EE UU. No debe dejarse utilizar por Washington como herramienta para "dividir y vencer" en Europa.
Esta actitud, además, ayudará a que sus socios europeos le tomen en serio. En las relaciones entre países, los estereotipos son difíciles de eliminar. Y los estereotipos sobre Polonia, con frecuencia, siguen siendo negativos o, en el mejor de los casos, cargados de una simpatía irónica. Pese a las palabras amables que se pronuncian en público, en la mayor parte de Europa occidental -y sobre todo, posiblemente, en Alemania y Francia- sigue existiendo muy poco respeto por los polacos como integrantes serios de la política europea. Los polacos con los que se encuentran los europeos occidentales suelen ser trabajadores de la construcción, limpiadoras o niñeras. También son embajadores, en su mayoría muy buenos: trabajadores, educados y emprendedores. Pero todavía falta tiempo para que los responsables políticos de Europa occidental los tomen tan en serio como a sus colegas italianos, franceses o españoles.
No obstante, Polonia puede aportar cosas muy importantes. Tiene, entre otras cosas, enorme interés y experiencia en relación con los nuevos vecinos orientales de la UE. Tiene además una sensibilidad especial. Por ejemplo, en el caso del detestable trato dado a los prisioneros en Irak, la noticia que ha estallado mientras me encontraba aquí. En los últimos días he hablado con varios amigos polacos que apoyaron la guerra de Irak porque pensaban que era una guerra de liberación, una guerra para defender los derechos humanos. Para ellos, estas fotografías de las humillaciones y las torturas son lo que ha quitado legitimidad a toda la campaña; no la ausencia de un mandato de la ONU ni la extraña falta de armas de destrucción masiva. Hablan de ellas con tal horror y de forma tan apasionada porque saben lo que es sentirse impotentes y humillados como prisioneros. Ayer, un antiguo disidente y preso político me dijo: "Tal vez ésta sea la aportación de Polonia: mostrar a los británicos y estadounidenses cómo se pueden dirigir unas cárceles en las que no se torture a la gente".
Mientras escribo, se ha izado ante la Tumba del Soldado Desconocido la bandera española, al lado de la polaca, supongo que para alguna visita oficial. Hace 25 años, España acababa de salir de una dictadura. Ahora es un país próspero y una de las grandes potencias europeas. Polonia también puede serlo, si cuenta con tiempo y una dirección prudente. Pero, si la historia de Polonia nos enseña algo, es que el éxito o el fracaso de una nación nunca se determina de antemano.
Traducción de M. L. Rodríguez Tapia.
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