El Portland encarrila su camino al título
El meta cubano Rivero, artífice del triunfo navarro
Un gol de ventaja y en campo contrario. El Portland San Antonio consiguió un resultado espléndido en el primer partido de la final de la Recopa de Europa gracias a unos primeros minutos impecables y a una segunda parte prodigiosa de su portero, el cubano Vladimir Rivero. El inicio de Portland fue tremendo. Su capacidad ofensiva apareció más afinada que nunca con Richardson de comandante y Rocas de ejecutor, de manera que cada ataque se despachaba con un gol y cada defensa con una parada o un robo de balón. La diferencia se agrandó hasta los seis goles en sólo ocho minutos y no había nada que inventase el Valladolid que pudiese detener la avalancha de balonazos sobre su portero, Torrego.
VALLADOLID 30 - PORTLAND 31
Valladolid: Torrego; Rentero (4), Montes (2), Raúl, Davis (2), Garabaya (5), Ávila (2) -siete inicial- Zubiría, Fis (7), Chuchi, Milinovic (4) y Chema (4).
Portland San Antonio: Rivero; Rocas (6), Richardson (7), Boesen (4), Garralda (8), Lakenmacher, Juantxo (1) -siete inicial-, Malumbres, Ortigosa, Jovanovic (1), Kisselev, Beuchler (1), Jakimovic (2), Urdiales (1).
Arbitros: Arnaldson y Vidarsson (Islandia).
Unos 6500 espectadores en el Pabellón Pisuerga de Valladolid. Partido de ida.
El técnico vallisoletano pidió tiempo muerto, cambió al portero para dar un respiro a Torrego y modificó su defensa. Colocó a los suyos en una línea de seis muy presionante y apareció el Valladolid de siempre, el que de verdad teme Portland. El partido fue entonces el que se esperaba entre un equipo veterano y que se las sabe todas, Kisselev y Jakimovic a la cabeza, y otro que solo juega si corre a velocidades endiabladas. Un par de inferioridades de Portland provocaron que el Valladolid llegase al descanso al borde del empate e inmediatamente después de la reanudación se colocó por delante.
Fue entonces cuando aparecio Rivero. El portero cubano comenzó a pararlo todo, a responder a cualquiera que se le pusiera por delante. Incluso su compatriota, Julio Fis, el mejor goleador del Valladolid hasta entonces, se marchó de la cancha sin un solo gol en ese tramo. Garralda y Richardson se ocuparon del resto, de vencer la presión a base de fintas y tiros lejanos que dejaron la final en manos del equipo navarro.
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